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La semana que concluye, en definitiva, no ha sido la mejor de mi vida. Varias cosas me recordaron en estos 7 días que aunque no estamos en Guinea Ecuatorial, nuestra sociedad —y como parte de ella nuestro sistema político— no sólo no está funcionando como quisiéramos, sino que , además, aparentemente los que la conformamos no estamos haciendo cada uno desde nuestra trinchera lo que nos toca para mejorarla —no al menos en lo que su grave estado nos exige.
El tema de la influenza —cada vez más cerca de cada uno— es de por sí ya un motivo grande de preocupación, más aún cuando es por todos percibido un manejo faccioso de las cifras por el gobierno de Ivonne, una negligencia "in crescendo" de su gabinete de salud y un relajamiento generalizado de las medidas preventivas en pleno repunte de la pandemia.
Después, viene el tema de las encuestas. La polémica desatada por la antigüedad de las mismas; el triunfalismo de unos y la negación soberbia de otros; y la sensación de que sólo son un indicio más que nos confirma el trágico final en el despeñadero; no hacen más que abatir a los de por sí ya "zarandeados" testarudos que discrepamos de la marea roja...
Por si esas dos cosas no fueran suficientes, está el asunto de la delegación local del Instituto Nacional de Migración. Evidencias de otras cosas —igual o más graves— pero no necesariamente de la "red de prostitución" supuestamente avalada por el ex-delegado y anunciada con bomba y platillo por la PGJE; comentarios completamente a destiempo —y que, por tanto, suenan a hacer leña del árbol caído o a tapar el pozo después de haberse ahogado el niño— de la Comisionada Nacional de ese organismo sobre una auditoría "en curso" que, tras varios meses de haberse iniciado, aún no concluye; y la designación de un "veterano panista" —con todo lo bueno que ello pueda significar pero también todo lo malo que eso conlleva— para ocupar esa delegación, cuando es "vox populi" que las huellas del "destape" de la porquería nos llevan a esa familia enquistada en el erario federal; nos dejan claro que este asunto fue, de principio a fin, mal manejado por las autoridades federales que pareciera todavía no le encuentran la cuadratura al círculo de Yucatán.
Y para terminar, sendos artículos de la página editorial del Diario de Yucatán de hoy sábado me muestran en todo su esplendor el cinismo en que podemos incurrir los que —algunos mejor que otros— escribimos cosas para que otros lean. Por un lado, un novel y recurrente editorialista del Periódico de la Vida Peninsular que, siendo dirigente de una asociación civil supuestamente apartidista, ataca sin miramientos a un partido político en clara complacencia a otro; y otro novel y poco asiduo a ese espacio editorial pero con cabida en la nómina de ese periódico, que sin investigación periodística de por medio más que la que puede obtenerse en su más íntimo círculo, juzga actos y situaciones que le son completamente desconocidos y que, irónicamente, son precisamente contrarios a lo asentado por él.
En fin, cerramos una semana difícil con la esperanza de que la que empieza nos traiga nuevos bríos —e hígado— para redoblar esfuerzos en la persecución de la sociedad que todos queremos legarle a nuestros hijos.