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¿Sabía usted que la paternidad del cine ha sido motivo de discusión entre franceses y estadounidenses? Los estadounidenses intentan dar el mérito a Thomas Alva Edison y los franceses a los hermanos Lumière. Edison patentó el cinetoscopio y los Lumiére el cinematógrafo. Pero hay grandes diferencias entre los aparatos: para ver las imágenes en el cinetoscopio se debía depositar una moneda y acercar los ojos a un visor; en cambio, el cinematógrafo no necesita monedas ya que proyecta las imágenes sobre una pantalla y el espectáculo se vuelve colectivo y no individual. La proyección de imágenes es algo básico si queremos hablar de cine, por ello se ha acordado mundialmente que su paternidad le pertenece a Louis y Auguste Lumiére –para molestia de Edison.
Pero la insistencia de ese espectador interesado en adquirir una cámara no cesó. Se llamaba Georges Méliès y acudió a Inglaterra, donde otro inventor había copiado el artefacto de los Lumiére y lo tenía patentado con otro nombre. Así, Méliès pudo empezar a hacer películas en su natal Francia, dando un importante giro en la historia del cine. Sus primeros trabajos comenzaron pareciéndose a los de los Lumiére, pero un accidente cambiaría las cosas. Una tarde rodaba a los parisinos conviviendo en una plaza pública, pero la cinta se atoró dentro de la cámara. Tuvo que detenerse, desatorar la película y continuó con su registro. Cuando proyectó lo que había filmado, se dio cuenta que al parar la cámara una mujer que estaba parada se había movido y en el mismo lugar se había colocado un caballo y una carroza. Parecía que la mujer se había transformado como por arte de magia. Por un simple accidente, se había inventado el primer efecto especial en el cine.
Méliès abrió la cinematografía al mundo de la ficción y realizó más de 500 películas que duraban de 10 a 15 minutos. Fue el primero en contar historias, contratar actores, usar escenografías, emplear maquetas, vestuario, maquillaje, utilería, incluso fue pionero en la construcción de monstruos mecanizados que dejaban boquiabiertos a los espectadores. Fundó la primera productora llamada Star Film. Con sus películas aportó trucos como objetos que se mueven solos, personajes voladores, sobreimpresiones, encanados y fundidos. Inauguró las adaptaciones de obras literarias al cine con La cenicienta (1899). Y asombrosamente, también es el padre de los comerciales, y además en un tono de comicidad. Hizo cortometrajes publicitarios para una empresa de whiskys escoceses con gran éxito.
En 1897 generó polémica con Después del baile, el baño, primer semidesnudo en el cine. Pero también padeció el primer caso de censura política al realizar El proceso Dreyfus (1899) donde expone las irregularidades del gobierno francés en dicho proceso judicial. Consiguió gran fama mundial gracias a El viaje a la Luna (1902), cinta de gran imaginación, claridad narrativa y riqueza de situaciones.
Pero su invención más asombrosa es el color. Sí, leyó bien, el color. Méliès creó una técnica que consistía en pintar a mano las películas. Cuadrito por cuadrito, coloreaba las imágenes con tintes especiales. Claro que no lo hacía solo, tenía un taller integrado mayormente por mujeres que usaban enormes lupas y pinceles diminutos para poder lograr este rústico cine a colores. De Nueva York a París en automóvil (1908) es la primer cinta lograda con este procedimiento.
Georges Méliès era un genio sumamente adelantado a su época y a él se le debe todo el cine de fantasía que hoy tanto disfrutamos. No pudo competir contra grandes imperios cinematográficos, que a menudo plagiaban de forma descarada sus películas. Las injusticias y la guerra acabaron con su fortuna y en su vejez atendía una tienda de golosinas en el metro de París. Cuando la comunidad fílmica francesa descubrió las precarias condiciones en que vivía, se organizaron homenajes y fue llevado a una casa de retiro donde vivió sus últimos días.