Regalan a Benedicto gran huevo de Pascua
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BERLÍN, 5 de abril.- En un ataque sin precedente de un intelectual alemán a Israel, el célebre escritor Günter Grass, premio Nobel de Literatura en 1999, denunció ayer que ese país "dispone de un creciente potencial nuclear, fuera de control" y que con su actitud "pone en peligro una paz mundial ya de por sí quebradiza". Una acusación realizada en forma de poema (ver abajo) que desencadenó feroces reacciones en Alemania.
Grass propone que una “instancia internacional” controle de forma “permanente y sin trabas” tanto el potencial nuclear israelí como las instalaciones atómicas iraníes.
Grass, de 84 años, confiesa que le dedica al conflicto en Medio Oriente su "última tinta", es decir, una de sus últimas reflexiones sobre el asunto.
El texto apareció ayer con el título Lo que hay que decir (Was gesagt werden muss), simultáneamente en cuatro idiomas, en las páginas del diario alemán Süddeutsche Zeitung, el estadounidense The New York Times, el español El País y el italiano La Repubblica.
Su alegato se apoya en el miedo de que, por su sentido de culpa hacia Israel debido al Holocausto, Alemania termine por mancharse de otra culpa a la hora de apoyar un eventual "ataque preventivo" contra Irán.
El escritor se refirió en particular a eventos de la crónica reciente: el 20 de marzo, el ministro de Defensa alemán, Thomas de Maizière, prometió que Alemania cumplirá con el compromiso de surtir a Israel con seis submarinos aptos para ojivas nucleares. Es más: lo especial en los contratos firmados entre Berlín y Tel Aviv es que Alemania asume una cuarta parte de los costos.
Grass tacha de "hipócrita" al mundo occidental por seguir callando frente a lo que él considera evidente. Justifica además su propio silencio guardado hasta ahora por el miedo a la acusación de "antisemitismo". Israel pone en peligro "una paz mundial ya de por sí quebradiza", según el escritor, quien sugiere que los gobiernos de ambos países permitan el control "permanente" por parte de una "instancia internacional" de sus instalaciones nucleares.
Las reacciones fueron duras. El diario conservador Die Welt publicó en su portada una foto de Grass con el título "El eterno antisemita". En su autobiografía, Pelando la cebolla, publicada en 2006, Grass confesó haber sido con 17 años miembro de las SS sobre el final de la Segunda Guerra Mundial. Su tardía confesión causó enorme polémica y se lo criticó por haber evitado durante toda su vida y su carrera enfrentarse a su pasado.
Entre los políticos, el cristianodemócrata Ruprecht Polenz, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento alemán, dijo que si bien se trata de un gran escritor "siempre que se refiere a temas políticos tiene dificultades y casi nunca da en el clavo".
Rolf Mützenich, experto en política exterior del opositor Partido Socialdemócrata, lo acusó a su vez de evaluar de manera equivocada la situación. Su descripción del presidente iraní Mahmoud Ahmadineyad como un "fanfarrón", afirmó Mützenich, sería una "peligrosa minimización".
Dieter Graumann, presidente del Consejo Central de Judíos en Alemania, tachó a su vez el poema de "panfleto de odio" contra Israel.
El tema fue trending topic número uno en Alemania en la red social Twitter: si bien prevalecían los comentarios críticos, muchos expresaron su solidaridad y defendieron a Grass de la crítica de "antisemitismo", señalando que no todos los cuestionamientos a Israel tienen por qué ser antisemitas.
Por su parte, el gobierno quiso mantenerse lejos de la polémica, pero su postura fue clara. En 2006, tras la publicación de la controvertida biografía, Angela Merkel dijo: "Es evidente que yo y el señor Grass tenemos opiniones distintas de la historia alemana". Frente al texto de ayer, el vocero de Merkel declaró que la posición de la canciller "sigue siendo la misma".
Por Günter Grass
Por qué guardo silencio, demasiado tiempo,
sobre lo que es manifiesto y se utilizaba
en juegos de guerra a cuyo final, supervivientes,
solo acabamos como notas a pie de página.
Es el supuesto derecho a un ataque preventivo
el que podría exterminar al pueblo iraní,
subyugado y conducido al júbilo organizado
por un fanfarrón,
porque en su jurisdicción se sospecha
la fabricación de una bomba atómica.
Pero ¿por qué me prohíbo nombrar
a ese otro país en el que
desde hace años —aunque mantenido en secreto—
se dispone de un creciente potencial nuclear,
fuera de control, ya que
es inaccesible a toda inspección?
El silencio general sobre ese hecho,
al que se ha sometido mi propio silencio,
lo siento como gravosa mentira
y coacción que amenaza castigar
en cuanto no se respeta;
“antisemitismo” se llama la condena.
Ahora, sin embargo, porque mi país,
alcanzado y llamado a capítulo una y otra vez
por crímenes muy propios
sin parangón alguno,
de nuevo y de forma rutinaria, aunque
enseguida calificada de reparación,
va a entregar a Israel otro submarino cuya especialidad
es dirigir ojivas aniquiladoras
hacia donde no se ha probado
la existencia de una sola bomba,
aunque se quiera aportar como prueba el temor...
digo lo que hay que decir.
¿Por qué he callado hasta ahora?
Porque creía que mi origen,
marcado por un estigma imborrable,
me prohibía atribuir ese hecho, como evidente,
al país de Israel, al que estoy unido
y quiero seguir estándolo.
¿Por qué solo ahora lo digo,
envejecido y con mi última tinta:
Israel, potencia nuclear, pone en peligro
una paz mundial ya de por sí quebradiza?
Porque hay que decir
lo que mañana podría ser demasiado tarde,
y porque —suficientemente incriminados como alemanes—
podríamos ser cómplices de un crimen
que es previsible, por lo que nuestra parte de culpa
no podría extinguirse
con ninguna de las excusas habituales.
Lo admito: no sigo callando
porque estoy harto
de la hipocresía de Occidente; cabe esperar además
que muchos se liberen del silencio, exijan
al causante de ese peligro visible que renuncie
al uso de la fuerza e insistan también
en que los gobiernos de ambos países permitan
el control permanente y sin trabas
por una instancia internacional
del potencial nuclear israelí
y de las instalaciones nucleares iraníes.
Solo así podremos ayudar a todos, israelíes y palestinos,
más aún, a todos los seres humanos que en esa región
ocupada por la demencia
viven enemistados codo con codo,
odiándose mutuamente,
y en definitiva también ayudarnos.
Traducción de Miguel Sáenz. El texto original en alemán se publicó el miércoles 4 en el Süddeutsche Zeitung.