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Ideas al vuelo
La portada de The Economist que empezó a circular hoy dice que ha llegado el momento decisivo para el futuro de la presidencia de Barack Obama: "Crunch time", casi "the end of the game" como define el diccionario Webster.
Es impresionante cómo ha caído la popularidad de este personaje en sólo seis meses. Hoy su aceptación popular, según las encuestas, no es mayor que la que tenían George W. Bush o Richard Nixon seis meses después de haber iniciado, cada cual, su segundo periodo.
Los reveses principales, pero no los únicos, han sido en el asunto de la reforma al sistema de salud y en la promoción de una "novedosa" política energética "verde" en la cual Estados Unidos sería - al decir de Obama- uno de los más decididos y audaces cruzados en contra del calentamiento global y la emisión de gases de efecto invernadero. Ambas cosas cuestan mucho dinero público y tendrán, en el mejor de los casos, beneficios inciertos. Malos negocios a los ojos de una sociedad que se ha propuesto ser más frugal y menos soñadora. A "The Economist" le faltó destacar, me parece, el desencanto que produjo también la obvia intromisión de Obama para rescatar a GM y a Chrysler de las cenizas de su declaración de quiebra o concurso mercantil. Otra vez, un mal negocio, dispendioso, con dinero público.
Obama, como dice el semanario británico, fue excelente para proponer ideales y metas sublimes, pero gobernar es asunto de detalles. Prosa no poesía. Poner ladrillos, no dibujar castillos en el aire.
Por si fuese poco, dos mujeres de su propio partido, Hillary Clinton y Nancy Pelosi - la vociferante y populista líder de los demócratas en la Cámara de Representantes-, le han dado y le seguirán dando dolores de cabeza a Obama, quien sin embargo no puede distanciarse de ellas, sin perder al mismo tiempo apoyos importantes dentro de su partido.
Ésta es, presentada al vuelo y en desorden, la visión del semanario británico.
Desde hace muchas semanas, un analista mexicano, Eduardo García Gaspar, había planteado en su sitio de Internet, ContraPeso.info, esta historia del sonoro desencanto que provocaría Obama, con argumentos y símiles que vale la pena leer aquí.
Y cito:
La impresión que tengo de Obama es una combinación que los mexicanos entienden muy bien. Obama tiene rasgos de Fox, el que creyó que ya en la presidencia la campaña electoral debía seguir. Y tienen rasgos de López Obrador, el que todo lo resuelve con más gobierno gastando más.
¡Ay!, eso sí duele.
Por cierto, hablando de Cuba, no puede durar mucho (¿años?, ¿meses?), la opresión. A 56 años del asalto al cuartel Moncada el fin de la pesadilla se antoja cercano...Y después, ¿qué?
Después, dicen quienes luchan por la democracia y por la libertad en la isla, cada cual a su manera, cada cual cargando su historia personal, sus fortalezas y sus debilidades, tendrá que privar la mesura, la sensatez y, sobre todo, el perdón.
Cito un párrafo impecable y hermoso de la reciente declaración conjunta de la diversa disidencia cubana:
"Los momentos difíciles son también horas fascinantes para trabajar creativamente desde los fundamentos en la reconstrucción de nuestro proyecto nacional. Con la conciencia clara de estas gravedades, a las fuerzas democráticas nos queda mucho por hacer. Y esto lo podemos lograr animando una plataforma para el consenso entre todos. El gobierno cubano, si decide pegar el oído a la calle, tiene aquí una opción: abrirse a dialogar con la sociedad cubana. Una sociedad que, pese a las angustias y violencias cotidianas a las que se ve obligada, y al malestar profundo por la acumulación de vidas frustradas, tiene una magnífica capacidad para el perdón y para el ejercicio pacífico de la controversia. En todo caso, no es ocioso recordar que Cuba pertenece a todos los cubanos".
Para leer más sobre esto les recomiendo encarecidamente el artículo del poeta Eliseo Alberto que publica hoy el diario Milenio.
En su bitácora "Desde Cuba. Generación Y", Yoani Sánchez, que obtuvo una mención especial en los premios de periodismo Maria Moors Cabot que otorga la Universidad de Columbia, nos cuenta la historia de 138 altos mástiles con sus respectivas banderas cubanas ondeando, apiñados, frente a la oficina de intereses de los Estados Unidos en La Habana.
Las banderas no cumplían otra función que impedir que cualquier ser humano de dimensiones normales pudiese leer los mensajes que difundía la luminosa marquesina de la representación estadounidense. Lo que ha sucedido ahora es que ya quitaron los mensajes sobre derechos humanos, las noticias y los enunciados políticos de la famosa marquesina y habrá que quitar, más temprano que tarde, las ostentosas e inútiles banderas y los 138 mástiles. La bandera como tapadera se degrada a trapo inútil cuando ya no hay algo que esconder.
Es la triste historia de siempre de las dictaduras. En la Unión Soviética también se recurrió a extravagancias insólitas y a dispendios inusitados para impedir que la gente tuviese acceso a versiones distintas de la oficial o a noticias en estado natural, no filtradas, no contaminadas, por la propaganda del régimen. Otros tantos desplantes absurdos llevaba a cabo Franco en España, en especial durante los años más duros, implacables, que fueron los inmediatamente posteriores a la guerra civil...
O es lo mismo que hacía la piadosa madre de un amigo mío, que forraba las portadas de los discos en los que acaso aparecía alguna imagen perturbadora para las buenas conciencias, digamos una chica en bikini o con una falda - ¡minúscula!, decían- que le hacía mostrar, ¡por Dios!, las rodillas. O, como lo contó alguna vez Jorge Ibargüengoitia, es lo mismo que hacía algún padrecito jesuita en el entonces Club Vanguardias, que tapaba con un sombrero el lente del proyector para impedir que los muchachos presenciasen, en las funciones de cine casero, alguna escena inconveniente.
¡Qué poderosa debe ser la verdad y cuán frágil debe ser nuestra mentira cuando nos vemos precisados a someter al prójimo a la ceguera, pretendiendo, ahora sí que tapar el sol con un dedo!
Estaba anunciado: Los indicadores económicos difundidos esta semana en México mostrarían cifras horribles.
Hoy le tocó a la encuesta indstrial mensual ampliada del INEGI, cuyos resultados correspondientes a mayo se difundieron hoy, cuando estamos por terminar el mes de julio.
En variaciones anuales, estos son los resuultados:
Cayeron 13.3 por ciento las horas-hombre trabajadas.
Se desplomó 8.9 por ciento el personal ocupado, y
Disminuyeron 1.4 por ciento las remuneraciones promedio.
Mayo fue, de veras, un mes muy feo. Considérese que, respecto de abril y despojados los cálculos de efectos estacionales (por ejemplo, Semana Santa), el descenso de horas-hombre trabajadas fue de 3.41 por ciento. ¡Brrr!
Pero antes de hundirnos en la depresión emocional o de gritar "¡sálvese el que pueda!" hay que ver la fecha: Mayo, insisto: estamos hablando de mayo. Pasado mañana ya estaremos en agosto.
En mayo nuestro enfermito estaba agonizando en terapia intensiva, ahora ya está en terapia intermedia, reconoce a las visitas, se ríe de algunos chistes y recobró el apetito. Créanme.
No despertó gran entusiasmo la alianza entre Microsoft y Yahoo. La razón del desencanto es que, al no haber ningún ingrediente de innovación tecnológica detrás, la operación parece un juego de suma cero.
Microsoft está comprando una mayor participación de mercado. Yahoo está recibiendo una inyección de dinero, pero menos de lo que muchos esperaban, de ahí que sus acciones hayan descendido ayer 12 por ciento tras el anuncio del acuerdo. Con ese dinero, se supone, Yahoo deberá investigar cómo ganarle porciones de mercado al súper líder en motores de búsqueda y en publicidad en línea, que es Google. Pero no se ve cómo pueda comerle mercado a Google, que sigue creciendo y creciendo, mientras sus dos competidores inmediatos siguen estancados kilómetros atrás, juntos o separados es igual.
Juntos, Yahoo y Microsoft, tendrán el 28 por ciento del mercado mientras que Google sigue con el 65 por ciento del mercado. Nada para que Google se preocupe, en apariencia.
Y SIN EMBARGO...
Pero en el fondo del acuerdo podría haber una jugada maquiavélica, que nada tiene que ver con asuntos de innovación tecnológica, sino con la dura e implacable lógica de los negocios. No faltan maliciosos que conjeturan que Microsoft y Yahoo podrían estar buscando un efecto colateral con su alianza: Que Google luzca aún más desagradable a los ojos de las autoridades antimonopolios en ambos lados del Atlántico.
Porque tener ahora un duopolio (curiosamente con porcentajes muy similares a los del duopolio de la televisión abierta en México: 65 por ciento y 28 por ciento) en el mercado de las búsquedas y de la publicidad en línea hace lucir aún más perturbadora la presencia de Google como una amenaza grave a la libre competencia. ¿Será por ahí?