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Por Federico Wilder
Estoy sumamente decepcionado de la cuarta parte de Terminator. Las ganas de seguir explotando una franquicia exitosa a veces se traduce en productos vulgares que no son ni la sombra de sus predecesores. Esto es lo que ocurrió con la saga del robot exterminador. El resultado final de "Terminator. La salvación" está muy lejos de las estupendas cintas que John Cameron realizara en 1984 y 1991.
En una aparente superficialidad, las primeras dos películas de la saga eran de estupenda factura y presumían de una atmósfera efectiva que mezclaba elementos del cine negro y el thriller con una historia que llevaba la tecnología a límites terroríficos. La primera, con una estética neón, es una parábola del monstruo indestructible que había escapado del control del hombre —Frankestein— y que infundía grandes dosis de adrenalina en su implacable objetivo de matar a Sarah Connor, una especie de virgen del futuro que daría a luz a un mesías que salvaría a la humanidad de las máquinas demoníacas.
La segunda parte se centra en la posibilidad de cambiar el negativo futuro de la raza humana, que a fuerza de su culto a la tecnología provocaría su propia destrucción. Una aventura de tres personajes encaminados a cambiar los designios mientras buscan cómo liberarse de una amenaza irrefrenable que tiene la cualidad de convertirse en mercurio y regenerarse una y otra vez. Por cierto, este filme inauguró un tipo de efecto digital conocido como morphing que conseguía el asombroso efecto de transformar un objeto ante nuestros propios ojos, como el villano que pasa de sólido a líquido y viceversa.
En la tercera se extraña la mano de James Cameron, sin embargo el guión se sostenía por mantener la estructura de los filmes anteriores y por su enrevesada trama de final sorpresivo. La incorporación de un terminator femenino fue otro de sus mayores atractivos. La trama había creado un amplio universo narrativo que permitía mayores expansiones de la historia principal, y por supuesto, nuevos ingresos. Ese es el gran problema de no saber cuándo terminar las cosas y no valorar un final decoroso.
"Terminator. La salvación" es una simple cinta de acción carente de los valores más exitosos de la saga. El director McG, creador de lamentables productos como las dos adaptaciones fílmicas de "Los ángeles de Charly", hace de esta cuarta parte un producto vacío y superficial que acentúa la idea de que la franquicia debió concluir en el tercer filme.
La historia se desarrolla en el año 2018, donde John Connor es ya un importante soldado de la resistencia humana contra Skynet, el sistema computarizado que se rebeló en contra de los hombres y que lidera a la horda de robots terminators. El futuro está tomado por estas máquinas infernales de diversos tamaños —algunas de ellas parece más transformes que exterminadores. Un argumento tremendamente forzado, donde Connor intenta contactar a su futuro padre para enviarlo al pasado —a defender a su madre— antes que las máquinas acaben con él y eviten que el héroe pueda nacer. El futuro y el pasado están en juego por cuarta vez.
El guión tiene tremendos fallos, hay una gran cantidad lagunas narrativas y situaciones inconexas que pecan de tremenda ingenuidad. Incluso se introduce a un héroe profundamente inútil llamado Marcus que nunca logra conectarse de manera lógica con el resto de los personajes. Por otra parte, el actor Christian Bale luce desaprovechado en un filme que parece más una cinta de guerra que una continuación de Terminator. John Connor está totalmente desdibujado en un filme de acción barata poco interesado en desarrollar la personalidad del protagonista.
No sólo se lamenta la ausencia de James Cameron en el proyecto, también se resiente la falta de Arnold Schwarzenegger, referente necesario para la serie, y aunque se inserta en una aparición digital su llegada es demasiado tardía para levantar el producto. Sí, reconozco que Arnold es un pésimo actor, pero hay que aceptar que interpretar a una máquina carente de expresividad es lo que mejor a hecho para su nulo talento interpretativo.
La cinta nunca logra generar fuerza dramática y se pierde en su ineficacia para presentarnos verdaderas amenazas para la vida de los protagonistas. Al contrario de las anteriores entregas, no existe un antagonista importante, todos son intentos fallidos de villanos episódicos que además tienen una pésima puntería, ya que de todo el diluvio de balas ninguna logra rozar tan siquiera a nuestros héroes.
Una historia burda, previsible, plástica, que no desarrolla dramáticamente, avanza a saltos y significa el epitafio de una franquicia que parece ya no tener nada que aportar. No hay suspenso, no hay emoción, solo pirotecnia y artificialidad sin sentido. Es tan parca que hasta parece producida por Michael Bay. Toda la espectacularidad visual de los 2 primeros filmes, toda la agudeza de aquellas bandas sonoras y sus altas cotas de emoción vertiginosa se han ido al traste. McG ha tomado una pistola y ha disparado a la cabeza de todo lo que fue bueno en Terminator, solo le faltó decir “hasta la vista baby”. El exterminador cibernético ha sido exterminado por la vulgaridad comercial de Hollywood.