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Todos lo vimos. Muchos lo dijimos. Fue tema recurrente en mesas de café y en charlas entre familiares y amigos: los topes de campaña en Yucatán fueron rebasados groseramente por el apabullante dispendio en espectaculares, pendones, lonas, medallones en taxis y camiones, y "caras" de paraderos; anuncios en radio, televisión, prensa y otros medios; calcomanías, camisetas, gorras, tazas, plumas, llaveros y "kits" que los aglutinaban; mítines, desayunos, cenas, "fiestas privadas", y otras reuniones de muy diverso tipo que incluían barra libre, transportación gratuita, alimentación y muchos etcétera, etcétera.
Sin embargo, lo que nosotros vimos, la autoridad electoral encargada de vigilarlo y en su caso sancionarlo, nomás no lo vio o no lo quiso ver. Se hizo ojo de hormiga ante un rebase de los topes de campaña tan obvio que hasta los más conservadores cálculos lo ubican unas diez veces lo autorizado; porque, seamos honestos, poco más de $800 mil ni siquiera hubieran alcanzado para la publicidad impresa y los spots pagados después de las elecciones por los diputados electos en los distritos III y IV, en agradecimiento a su triunfo arrollador.
En efecto, en Yucatán la complacencia de las autoridades electorales con los candidatos del partido en el gobierno estatal fue tan burda, que del otrora prestigio de esos supuestos órganos ciudadanos ahora no queda nada. Y no faltaron, eso sí, los argumentos legaloides para justificar sus acciones o falta de las mismas: que los partidos de oposición no supieron sustentar adecuadamente sus denuncias; que aunque se trataba de un bien inmueble público el estadio estaba concesionado; que las calcomanías en los vehículos del servicio público de pasajeros les fueron obsequiados —sin costo alguno— a los priistas; que en las fiestas privadas y las barras libres realizadas por una organización de jóvenes priistas no se hacía proselitismo; etc, etc.
Con cada justificación de lo injustificable, el desprestigio de la autoridad electoral creció a la par que el desasosiego de muchos yucatecos por su incipiente y, aparentemente, efímera democracia...
Ahora, mediante un polémico dictámen, el Instituto Electoral del Distrito Federal deja en suspenso los triunfos de los candidatos panistas a delegados por Cuajimalpa y Miguel Hidalgo por presuntamente haber rebasado sus topes de campaña. De ser confirmado ese dictamen por el Tribunal Electoral del Distrito Federal y, posteriormente, por el Tribunal Federal Electoral, se declararía nula la elección y se convocaría a una nueva en la que no podrían participar los candidatos del blanquiazul.
¿Manejo faccioso del Instituto Electoral del DF por los perredistas o simple aplicación de la ley ante un ilícito electoral? Eso no lo sé, pero lo que sí sé y muchos sabemos es que aquí, en Yucatán, sí se rebasaron los topes de campaña y no pasó nada... ¿Vivimos en el mismo país?