1104 palabras
Nuestros pensamientos no están escondidos dentro de nosotros. Pero comúnmente pensamos que si. Creemos —y tenemos la esperanza— de que algunos pensamientos y creencias son de alguna manera privados, que de alguna manera son secretos del resto del universo. Esto es una ilusión. Cada pensamiento que nos atrevemos a pensar afecta a todos y todas las cosas todo el tiempo. Debido a esto, empieza a ser absurdamente fácil cambiar el mundo: Sólo necesitamos cambiar una persona: "si yo cambio por mí mismo, todos se benefician".
El gran regalo que puedes darle a esos que amas es el ejemplo de que tu propia vida fluye. Esto es grandioso, porque nos podemos dar el chance de mirar que la cocina, ese sitio donde se preparan nuestros alimentos, empieza con la creencia de que “¡No se cómo cocinar!” y por lo tanto requiero de una receta. Erróneo. Cocinar no es llevar a cabo recetas o procedimientos. Cocinar es plasmar el estado de ánimo y las emociones personales dentro de cada bocado y comienza desde el estado de ánimo y vivencia de quien la cocina. No es la comida la que nos nutre, sino la energía contenida dentro de lo que se come y eso incluye a quien la prepara. Cocinar no es mezclar ingredientes como podemos apreciar en el libro “como agua para chocolate", sino plasmarse uno mismo en el arte de comunicar emociones por medio de los alimentos usando técnicas. Si no tenemos acceso a nuestras emociones o ellas nos dan miedo, entonces cocinar o hacer cualquier cosa puede ser imposible de lograr. Y podemos convertirnos en engullidores de comida preparada en serie, sin corazón, sin presencia, sin conciencia: ratas masticadoras de algo que nos llene la pansa, que sepa rico, pero que nos deja vacía el alma. Pedimos una pizza, o una chica por teléfono hoy en día: satisfacción vacía e inmediata.
Incluso, si no puedes aceptar el pleno campo de las posibilidades representadas por este concepto –que tu mejora, mejora a todos los demás– aún no hay duda que de alguna manera tú quieres mejorar tu vida por tu propio beneficio. La afortunada verdad es que, esto no es difícil de hacer. De hecho, es extremadamente fácil. Cualquiera que declare difícil mejorar, estaba hablando de su propia experiencia. Pero esa creencia tuvo que haber tenido una premisa de creencia que el cambio beneficioso es difícil de lograr. La realidad de la condición humana es que el cambio beneficioso es extremadamente fácil, mientras haya una guía competente que te enseñe las técnicas. No hay problema —físico, mental, emocional o espiritual— que no pueda ser resuelto sin esfuerzo.
Comúnmente creemos que algunos problemas son más grandes que otros, que algunos son mas difíciles o complejos que otros. Pero cada problema es el mismo desde la perspectiva de la Inteligencia Infinita. Sólo aparecen como diferentes en las perspectivas de las mentes limitadas. Cada problema en la vida puede resolverse exactamente de la misma manera —y esa solución es sin esfuerzo para lograrla. No es ahora, ni nunca ha sido y nunca será, difícil vivir más la inteligencia infinita plena y completamente.
El primer paso hacia esa meta yace en reconocer la posibilidad de hacerlo. Si no creemos que algo es posible, se quedará atorado como imposible para nosotros. Una vez que nos demos cuenta que es posible ser, el deseo para serlo naturalmente toma lugar en nuestras mentes. El segundo paso yace en reconocer dónde estamos en este momento. La mayoría de nosotros tenemos el hábito de negar lo que estamos experimentando en este preciso instante. Esto es probablemente porque hemos juzgado nuestras circunstancias presentes como siendo de alguna manera indeseables. Nuestras vidas o nuestro medio ambiente o la gente en nuestro Universo no las vemos como “perfectas.” Típicamente tenemos una lista de hechos que “prueban” por qué se da este grupo de percepciones y creencias. “María es muy gorda”, “Juan bebe mucho.” “Carlos es cruel y me pega.” “Necesito ganar más dinero para pagarme la vida.” “Mi trabajo está bien, pero no es realmente lo que disfruto hacer.” “La tenencia del coche hay que pagarla sin que nos duela el codo.” “Estoy enfermo.” Etc.
Y la lista es sin fin. Cualquier percepción o juicio acerca de que nuestro mundo es imperfecto es parte de nuestra conclusión de que nuestra vida no es ideal. La mayoría “hace lo mejor que puede” para este nuestro inadecuado y lejano de ser perfecto mundo. “Hacer lo mejor que podemos” para avanzar a pesar de las circunstancias, aunque no nos hayamos casado con quién realmente queríamos o no tengamos el trabajo que deseamos o no ganemos suficiente dinero o no vivamos dónde y como lo deseamos o no somos particularmente felices o saludables. Por lo regular nuestra respuesta a la percepción de nuestras desgracias es reprimir nuestra insatisfacción.
Frecuentemente, hacemos esto para hacer nuestras vidas —o la de alguien más— más fácil. Creemos que estar de acuerdo con la opinión de alguien más es mejor que cultivar la propia. Había una vez una mujer muy hermosa llamada Laura, que era brillante, inteligente, y con mucho talento en las artes. Ella se casó con Pedro y tuvieron dos hijos. Pedro era muy terco en sus opiniones de casi todas las cosas. En su caso, esto se debía por una inherente inferioridad que experimentaba en todas partes con todos. Él sentía que los otros le sacaban ventaja o trataban de controlarlo si él no arremetía primero buscando siempre tener la razón o el control de la palabra... (Continuará)