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Es brutal e inimaginable lo que sucedió en Haití tras el paso del terremoto que sacudió a la nación caribeña, ya que después de un recuento oficial, se habla de más de 100 mil muertos, miles de damnificados y desolación total como común denominador.
Ubicado como un país subsidiado, incluso antes de la tragedia la isla ya recibía asistencia internacional para hacer frente a su inexistente calidad de vida. Ser el país más pobre de toda América, vivir altos índices de violencia y analfabetismo, eran y son las principales cartas de presentación cuando se habla de Haití.
Sin embargo, la desgracia trajo de la mano una respuesta mundial sin precedentes. Tal vez su ubicación geográfica fue un detonante para que prácticamente todo el mundo occidental volteara la mirada al Caribe. Yo no recuerdo en ninguna otra tragedia que los medios de comunicación, al hacer sus crónicas, mencionaran a tantos países colaborando para mitigar lo sucedido en Haití. Y a la par de la ayuda oficial surgió una nueva expresión de colaboración: las redes sociales.
En cuestión de horas Facebook y Twitter se convirtieron en foros para que la gente más diversa expresara su solidaridad con víveres para el pueblo haitiano e invitara a la gente a colaborar económicamente para la reconstrucción de la isla.
Millones de dólares han sido recaudados para ayudar al país caribeño, destacando la comunidad artística de los Estados Unidos, quienes además de organizarse para donar dinero, han hecho actos de recaudación y algunos se han transportado a la isla para ayudar en las labores de ayuda, por lo menos las fotos e imágenes de las cadenas americanas así lo retratan.
Hasta aquí todo está muy bien. Nunca hay que regatear la ayuda ante una desgracia como la de Haití, pero esta ayuda también desnuda una cruda realidad. ¿Cuánto más va a durar toda la efervescencia por lo sucedido?
Pareciera que la tragedia durará lo que los medios de comunicación quieran, tal vez en unos días más, una nueva nota matará todo lo relacionado al terremoto y entonces comenzará una nueva crisis: la de los olvidados.
La crisis de los olvidados no golpea sólo a Haití, en muchos lugares, incluido México, sobran este tipo de casos que ni siquiera tienen la oportunidad de aparecer en televisión.
Los temas abundan: maltrato infantil y pobreza —por citar dos ejemplos— son nota del día en algún medio, pero la realidad que viven y el seguimiento que podría haber para este tipo de casos caen en el olvido. Esa gente que vive un sinfín de desgracias, colectivas e individuales, no gozarán del apoyo moral ni el económico que pudiera resolver en algo su situación.
Muchos analistas señalan que como sociedad estamos dispuestos a ayudar en la inmediatez que requiere una desgracia, pero cuando la desgracia se prolonga surge la apatía y una vez más el olvido. En lo individual existen muchos ejemplos de gente que entendió que un problema no se resuelve de un día para otro, sino que lleva tiempo y dedicación. Qué diferente sería todo si la sociedad en su conjunto desarrollara mecanismos de seguimiento. De ser así tal vez muchas desgracias tendrían otro rumbo.
Un reconocimiento para aquellas personas, muchas de ellas desde el anonimato, que hacen la diferencia, ayudando de alguna u otra manera para que la realidad de la gente en desgracia sea diferente… Mi respeto y admiración para ellos.