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1. Credencial de rico, credencial de pobre. La credencialización de los estudiantes debe ser universal. Es decir, debe ser para todos los estudiantes, independientemente del nivel socioeconómico. El "estudio socioeconómico" de cada estudiante es absurdo y discriminatorio. El argumento de que si los padres tienen automóvil o mayores ingresos el alumno no debe recibir la credencial, va contra el decreto mismo del gobierno del estado que pone como único requisito para recibir la credencial, ser estudiante regular. Y no sólo eso. En cualquier ciudad o estado con criterios de modernidad, se debe alentar el uso del transporte colectivo. No entregar la credencial a todos es además antiecológico, ya que favorece el uso individualista de automóviles particulares. Además, dichos estudios socioeconómicos se prestan a mayor corrupción. Viajar en autobús con tarifa preferente para los estudiantes en ninguna parte del mundo moderno está sujeto a estudios socioeconómicos. La credencial te la otorgan si demuestras tu estatus de estudiante, punto.
2. Ni PRI, ni PAN, ni PRD. Ha sido un acierto de los coordinadores del “Consejo General de Estudiantes” que liderea la lucha por la credencialización para todos los alumnos sin distingos y contra el discriminatorio “estudio socioeconómico”, mantener al margen de su movimiento a los partidos políticos. “Ni PRI, ni PAN, ni PRD” han clamado en sus marchas. Los alumnos tienen derecho a tener preferencias políticas o en su caso ser militantes activos de algún partido. Pero el Consejo y su movimiento no debe responder a la lógica de los partidos y a sus fines electorales. Debe responder exclusivamente a los intereses de los estudiantes representados por sus aspiraciones (en este caso una credencialización justa y universal). Los partidos no deben entrometerse. Los estudiantes hacen bien en mantenerlos al margen.
3. Reculando. El alcalde meridano César Bojórquez abrió a consulta el polémico asunto de los “chiquilotes” en el Plan de Desarrollo Urbano de Mérida (PDUM). Aunque el ingeniero Bojórquez Zapata ha aclarado que el cuestionado PDUM no hizo sino adecuarse a la Ley de Fraccionamientos vigente desde mediados de los años 80, está dando una muestra de apertura que es encomiable. Además, será un órgano independiente —coordinado con autonomía por el señor Sergio Rosado, que preside el Plan Estratégico de Mérida— quien coordinará la consulta técnica en donde todos los interesados podrán opinar. Los que ya ni la riegan son los regidores panistas que aprobaron las reformas en el Cabildo y ahora resulta que “protestan”, boicoteando las sesiones del Ayuntamiento y yendo contra una reforma al PDUM que en todo caso ellos mismos aprobaron. Mejor que admitan de frente a la sociedad que también ellos se equivocaron. En lugar de andar de “muy dignos” protestando contra sí mismos. ¡Ay caray!
4. Ver bolas o no verlas: el dilema. La verdad, ese debate de prohibir o no prohibir los espectáculos de desnudos produce alergia y flojera, en una ciudad de casi un millón de habitantes y que es o aspira a ser "la capital de sureste". No nos hagamos bolas. Son espectáculos para adultos. Quien quiera que vaya. Quien legítimamente y con todo derecho piense que no es moralmente aceptable acudir a esos sitios, pues que no vea esos espectáculos y que no vaya. Así de simple. Lo demás es doble moral y una discusión horrorosamente bizantina. Y el que esté arrepentido de haber acudido y haber visto, que se arrepienta y se confiese con el firme propósito de enmienda. Y el que no, pues no... ¿masinó?
5. Santo remedio. ¿Que no queremos que hayan tantas chicas o chicos que se dediquen a exhibirse para ganar el pan de cada día? Enfoquémonos entonces como sociedad a generar las oportunidades para todos. Oportunidades que hagan menos atractivo desvestirse o bailarle a desconocidos, habiendo verdaderamente muchas otras alternativas. Las prohibiciones moralinas no solucionan los problemas sociales y a veces solamente los agravan más. Oportunidades de estudio y de trabajo, una sexualidad sana y una moral pública basada en el respeto irrestricto de todos a la ley existente, es el verdadero y santo remedio. Lo demás son vaciladas para llenarse la boca o cosechar hipócritas aplausos.
6. Hablando de engendros. ¿Cuál es la prioridad política del país? ¿La “pureza” ideológica de los partidos? ¿O enterrar el viejo sistema que nos atrasa a todos, y que a pesar de dos gobiernos federales del PAN no ha habido la capacidad de desmantelar? ¿Por qué a Manlio Fabio, a Beatriz Paredes o a Peña Nieto les molestan tanto las alianzas de otros partidos? El único gran ganador del enfrentamiento estéril de 2006 del PAN y el PRD, fue el viejo sistema priísta, que se fortaleció con la “no transición” en la que estamos. El país necesita que las fuerzas que abrieron la puerta de la incipiente e imperfectísima democracia mexicana, terminen de abrirlas de par en par. El enfrentamiento Calderón-López Obrador hizo que tanto el PRD como el PAN echaran por la borda la oportunidad de trabajar conjuntamente en temas que el PRI ancestralmente se niega a tocar.
7. ¿Cuáles temas? La lucha contra los monopolios (los más señalados son los de Radio, TV y de las telecomunicaciones); la lucha contra el corporativismo sindical; el secuestro que el PRI y sus gobiernos estatales hacen de los órganos o institutos electorales estatales, que en su mayoría (a diferencia del federal) siguen a merced y bajo control de los caciques estatales; la modernización educativa; el impulso verdadero a la ciencia y a la tecnología; etc, etc, etc. Abstrayéndose de las políticas extremosas de la derecha y de la izquierda, se puede construir una agenda demócrata-liberal que permita el tránsito de los estados —¿y por qué no, del país?— a la democracia plena y a la modernidad. El PRI jamás podrá asumir esas banderas porque el mantenimiento del status quo es su escencia. ¿Nos atreveremos como país a construir esa agenda demócrata-liberal?