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La silbatina en el Poliforum Zamná concentró la atención de los medios y de los analistas políticos. Sin embargo, otro suceso, acaecido durante la misma función sabatina de box no recibió la atención de los medios, a pesar del enorme impacto político que alcanzó y que podría acrecentar en los días venideros.
Nos referimos al vulgar comportamiento que tuvo la Gobernadora de Yucatán a lo largo de la pelea de Guty Espadas y que fue puntual e insistentemente transmitido por las cámaras de TELEVISA, que cumplían su parte bajo el entendido que le hacían el favor a la política dzemuleña al proyectarla en red nacional.
Para tener una idea clara de la magnitud del daño político sufrido por la Ñora del Justam, considere amigo lector, cibernauta amiga, que si la sonora rechifla fue testimoniada por 8 mil personas, el SHOW que en mal momento se le ocurrió protagonizar a Ibóm Ortega ante las cámaras televisivas, fue presenciado por 200 ó 250 mil personas, nada más en lo que corresponde al territorio yucateco.
Pena ajena, verdadera vergüenza, lamentos y expresiones de reprobación, es lo que he podido recoger por el comportamiento asumido por la Gobernadora entre quienes, como un servidor, siguieron la pelea de Guty Espadas al través de la televisión. Priístas probados y convencidos me han externado su repudio a la forma por demás corriente, machuna, grosera, como se comportó Ibóm Ortega en la velada boxística, ajena a su condición de mujer y de Gobernadora.
Aún quienes profesaban simpatía o afinidad con el pensar, el decir y el hacer de la mandataria, aún sus simpatizantes, se extrañaron, se sintieron agraviados por el papel de matraquera, de porrista de la "perra brava" que asumió la Gobernadora a lo largo de 12 inacabables rounds con los minutos de intermedio incluídos.
Pero lo más doloroso y demoledor del caso, es que la imagen grosera y provocadora que registraron las cámaras corresponde al VERDADERO MODO DE SER de la mandataria yucateca. Allí estaba la mujer-gobernadora sola, retratada en cuerpo y alma, ella solita, sin asesores de imagen y sin apuntes de sus auxiliares. Fue ella la que decidió, en cosa de minutos, tratar de contrarrestar los daños de la silbatina con una estrategia de seducción del espectador recurriendo a su imagen de mujer joven y fresca. Ahora se sabe que su apuesta resultó fallida: optó por actuar para las cámaras, buscando la "seducción del televidente" y, lo que proyectó fue la sobreactuación fingida, la viva imagen de la vulgaridad que obtuvo, sí, el rechazo generalizado del auditorio y el desencanto de sus simpatizantes.
Los excesos y la "pérdida de piso" de Ibóm Ortega no terminan. Su "mareo mediático" estuvo a punto de generar un problema mayúsculo, al utilizar a buena parte de los funcionarios y de los empleados gubernamentales como "grupo de choque" en contra del estado Mayor Presidencial y de los empleados del programa Oportunidades. La pérdida de brújula llevó a la Gobernadora a revolver a los checas de Alvar Rubio entre el grupo de ivonnistas que exigían acceso al polifuncional de San José Tecoh, al evento que encabezaría el presidente Calderón como parte de su gira por Mérida.
El intento de Ibóm Ortega por rehacer su alicaída imagen presentándose como víctima del autoritarismo Presidencialista estuvo en un "tris" de llevarla a una espiral sin retorno, a reeditar el proceso ignominioso del DESACATO CERVERISTA, la serie interminable de errores cometidos por el viejo y reconocido político en su afán por tapar un error inicial: su relación personal con Mario Villanueva y su participación en la "desaparición temporal" del quintanarroense.
Ooooootra veeeez, se ha convocado a un MANIFESTACIÓN MONSTRUO de DESAGRAVIO a Ibóm Ortega, recurriendo por enésima ocasión a la eficiente y aceitada estructura de movilización popular conocida como la OLA ROJA. Movilización que, sin lugar a dudas, servirá para confirmar su indudable capacidad política y financiera en tareas de agitación social, pero que dejará un saldo de mayor división social, de mayor confrontación política y, a final de cuentas, una parte de la sociedad, cada vez más numerosa y más dispuesta, a impedir el control absoluto del ivonnismo sobre la sociedad y sobre la vida de los yucatecos.
Tal vez la soberbia y el protagonismo enfermizo que caracterizan a Ibóm Ortega le impidan entender o reconocer que la derrota que sufrió don Víctor Cervera en las elecciones por la Alcaldía de Mérida (tres años después de que el candidato que llevaba "su fierro" había sido derrotado abrumadoramente por Patricio Patrón), esa derrota personalísima en las urnas se empezó a configurar, tres años antes, por los desfiguros en que incurrió con el DESACATO.