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Darren Aronofski es uno de los pocos casos de genios que han sabido colocarse muy bien en la industria Hollywoodense. Al igual que Danny Boyle y los hermanos Coen, se ha abierto paso desde el cine independiente y su desmedido talento ha sido la llave para el éxito comercial.
Desde su debut, en 1998, con “Pi. El orden del caos” descubrimos que sus capacidades con la lente eran verdaderamente poderosas. Con un pequeño presupuesto, realizó una cinta novedosa que ganó numerosos reconocimientos y venció a producciones más costosas en importantes festivales. “Pi”, inspirada en “Cabeza borradora” de David Lynch, se caracterizó por su atmósfera alusiva al caos de un matemático, intentando descubrir un código numérico que relacione todo lo que existe en el universo. Un subjetivo thriller de ciencia ficción que, aunque no es de fácil visionado, es impactante por su uso tan visceral de la cámara y sus técnicas narrativas.
Mucho más digerible pero no menos alucinante, es “Réquiem por un sueño” (2000). Una pesadillesca travesía al infierno de las drogas. Aunque un tanto moralista, no puede negarse sus magníficas técnicas de percepción subjetiva, necesarias para situar al espectador en los ojos de un adicto. Además su dirección de actores logró explotar al máximo los talentos de Ellen Burstyn, Jared Leto y Jennifer Connelly.
Después llegó el incomprendido filme “La fuente de la vida” (2006). Un elenco de blockbuster, Hugh Jackman y Rachel Weisz, en una historia para hecha para pensar. El resultado, un fracaso en taquilla. Sin embargo es una espectacular propuesta que solo pudo ser valorada en el Festival de Venecia. Sobresaliente es su banda sonora, sus maravillosos efectos especiales -obtenidos con un presupuesto no tan elevado para estos menesteres-, y un Hugh Jackman que se descubre como gran actor, capaz de mayores retos que Wolverine.
Ahora, Aronofski sorprende a la academia, y nuevamente a los críticos de Venecia, con “El luchador” (The Wrestler). Drama sobre una famosa estrella de la lucha libre, Randy ‘El carnero’ (The Ram) Robinson, que ha visto desplomarse su exitosa carrera. Sigue combatiendo en rings de mala muerte, y en ocasiones acude a deplorables convenciones de fans. Sus dificultades económicas, lo obligan a trabajar medio tiempo en un supermercado y, para colmo, los abusos físicos y su vida disipada le pasan factura a través de problemas cardiacos. Un infarto lo lleva al hospital, donde un médico le anuncia que su vida está en riesgo y ya no puede seguir en los cuadriláteros.
Su situación personal es tan mala como la profesional, Randy está solo, su única hija lo odia y mantiene una relación platónica con una bailarina de stripteasse, Cassidy, (Marisa Tomei). El show ha terminado y este personaje comienza a hacer un triste balance de lo que ha sido su vida. “El luchador” es un portentoso relato sobre aquellos que han visto apagarse la fiesta para observar amargamente que no han construido nada a nivel personal. La conciencia parece llegarle tarde al pobre Randy. Sin embargo, es un personaje de enorme temple que sabe enfrentarse a las vicisitudes, por algo es un luchador.Mickey Rourke encarna magistralmente a Randy y, curiosamente, mantiene grandes similitudes con su papel, un actor casi olvidado –hasta antes de este filme-, que pasó por problemas de drogas, conflictos familiares, y con un rostro marcado por un uso indiscriminado del Botox. ‘El Carnero’ igualmente padece las consecuencias de haberse inyectado drogas y anabólicos sin discreción. Marisa Tomei, también está en uno de sus mejores momentos, haciendo de una bailarina que empieza a darse cuenta que el paso del tiempo le resta atractivo para sus clientes. Evan Rachel Wood roba cámara como Stephanie, la hija abandona de Randy, y consigue grandes escenas junto a Rourke.
La cámara tiene una labor casi documental, un estilo completamente distinto a los anteriores trabajos de Aronofski. Es como estar en un sórdido programa televisivo sobre una famosa celebridad que ha tocado fondo. Además, todo está aderezado con oportunas melodías ochenteras -a modo de añoranza generacional-, de entre las que sobresale Bruce Springsteen.
Excelente la referencia dialogada que hacen a “La pasión de Cristo”, de Mel Gibson; solo para dar pié a una reflexiva analogía entre la lucha libre y el martirologio de Jesús, enfatizando que el deleite perverso de todos aquellos que fueron espectadores del vía crucis es muy parecido a la maliciosa voluntad de disfrutar un show donde una persona es brutalmente golpeada o azotada, llámese lucha libre o boxeo. A ver si no se enojan los aficionados, pero creo que hay algo de cierto en la opinión del director. Quizá por eso opta por la cámara en mano y un formato más televisivo, pues que mejor medio que la TV para transformar la desgracia en un espectáculo.
Eso es “El luchador”, un gran espectáculo donde se derrocha talento. Este apenas es el cuarto largometraje de Darren Aronofski y sus resultados son inigualables. Solo habrá que esperar un poco para ver su próximo filme: “Robocop”, un resurgimiento de la famosa saga del policía transformado en máquina. Sin duda una película con grandes expectativas.
Cuatro estrellas
Por Federico Wilder
Clint Eastwood vuelve a lograrlo con el estreno de “Gran Torino” (2008). Un filme de factura impecable que lo mantiene en un lugar importante no solo como director, también como un intérprete talentoso capaz de lucirse –a sus años- con personajes complejos.
Es la historia de Walt Kowalski (Eastwood), un hombre de edad avanzada que se enfrenta a la viudez y tiene que hacerle frente a la soledad. Aunque tiene dos hijos -que ya han formado sus propias familias- no se siente identificado con ninguno de ellos y la convivencia le parece insostenible con la ausencia de su esposa. En realidad, es un viejo cascarrabias de ideas muy radicales. Combatió en Vietnam y tiene gusto por las armas. Es un hombre rudo, de pensamiento racista y convencido de la supremacía yanqui.
Walt, se vuelve espectador de la desintegración de su antiguo barrio, ahora asolado por pandilleros de origen asiático y latino. ¿Qué pasa con esto jóvenes? Se pregunta con repudio. Y para su mala suerte, una familia coreana se ha mudado a la casa de junto. Entre sus nuevos vecinos, sobresale una chica llamada Sue, extrovertida y valiente. Contraria a su hermano Thao, un joven callado y sumiso. Los conflictos comienzan una vez que una banda de pandilleros asiáticos presiona a Thao para que robe un auto modelo Gran Torino, propiedad del aguerrido señor Kowalski.
A nivel técnico, el filme es perfecto. Eastwood, que ya ha demostrado su maestría en el manejo del encuadre y la fotografía, se luce con una puesta en escena de sobriedad precisa y pulcritud elegante. Su mayor virtud es la incorporación de un sentido del humor inteligente logrado por los creativos diálogos de su propio personaje que, aunque cargados de mordacidad, no pueden dejar de ser encantadores y le otorgan una justa medida de carisma. Un personaje que, en su vejez, es capaz de rectificar sus propios pensamientos para descubrir que el mundo no funciona con etiquetas ni estereotipos. Para sorpresa del propio Walt, la identificación y los lazos afectivos con Sue y Thao resultan ser más fuertes que los que tiene con sus propios hijos. Los jóvenes actores Bee Vang (Thao) y Ahney Her (Sue) dan acertada réplica al Señor Eastwood y cierran un cuadro de grandes aptitudes en una historia de redención donde la intimidación juega un papel fundamental.
“Gran Torino” expone un mundo decadente, sumido en la criminalidad y la ausencia de valores, una espiral de violencia irrefrenable. Espiral que amenaza con arrastrar a Thao y Sue; pero Walt desea un futuro diferente para sus amigos vecinos. Un guión bien construido, que pudo haberse sumergido más profundo en las oscuras aguas de un hombre atormentado por sus pecados y atado a una soledad reflexiva. Thao y Sue son para Walt, la última oportunidad para expiar las culpas y, de paso, liberarse de fantasmas y prejuicios.
Por Federico Wilder
Esta semana les exhorto a armarse de valor e ir al cine a experimentar el miedo, pues lo mejor de la cartelera está en 2 espeluznantes películas.
Producción sueca sobre la relación de una pareja de adolescentes, lo peculiar es que la chica guarda un gran secreto: es vampiro. Una excelente propuesta que mezcla elementos de horror con una historia sobre el inicio de la pubertad. Ya he tenido el gusto de verla y la recomiendo ampliamente.
Una más de horror japonés que promete algunos sobresaltos. Relato macabro sobre un misterioso departamento que provoca la muerte de todos aquellos que osan habitarle. Habrá que ver si no es la enésima copia de “La maldición” (Yu on).
La próxima semana hablaremos un poquito de estas dos películas y aprovecharemos a recomendar algunas buenas cintas infantiles para ver en casa, a propósito del día del niño.