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Lo peor de lo peor
No, lo peor no es la venta del huevo poblano sin el permiso del donante.
Ni que se haya podida ganar un centavo, un peso o cincuenta centavos al vender una mercancía gratuita, o se haya lucrado con una desgracia.
Ni la falta de aviso a la contraloría que registra los donativos para impedir irregularidades.
Tampoco la ausencia de información al público.
Lo peor es la mentira.
Se ha señalado a la Conasupo como sospechosa de un delito grave: a fin de hacer creer a los yucatecos que ha procedido con prontitud y honradez, que antes de vender recabó la autorización del donante, la Conasupo publica el día 14 una carta contraria a la verdad. Una carta del donante, fechada el día 11. Una carta que autoriza la venta del huevo.
Es falso el contenido de la carta. El día 13, en charla telefónica con el Diario, el donante afirma que no sabe nada de la venta, se indigna al enterarse, la condena y advierte que la denunciará.
Este periódico publica el 15 la sospecha sobre la carta falsificada por la Conasupo yucateca, pero ese mismo día, en nueva plática telefónica, el donante alega que él mismo la falsificó. ¿Por qué lo hizó? ¿Por qué la escribe el 13 y le pone fecha del 11? Porque así se lo piden el director de Comercialización de Conasupo y el delegado en Puebla. ¿Para qué le piden la falsificación? Para proteger a la Conasupo.
¿Dónde se falsificó en realidad la carta? ¿En Mérida? ¿En Puebla, a solicitud de Yucatán? ¿O a petición del alto mando nacional de la Conasupo? ¿Se pidió al donante que se hiciera responsable de una falsificación que él no había cometido? Si es así, ¿de qué artes se vale aquella empresa para convencer al avicultor poblano?
Lo peor de lo peor no es la creciente sospecha de que Conasupo ha querido engañar al pueblo yucateco con premeditación, alevosía y ventaja. Ni la sospecha, también creciente conforme pasan las horas, de que Conasupo conspiró para defender y sostener ex profeso ese engaño.
Lo peor de lo peor es que la Conasupo no parece tener prisa, ni el menor deseo, de salir del hoyo, de este agujero en que su nombre se está revolviendo con lodo. No aclara. Tampoco desmiente. Calla. Este silencio contamina al Estado, a la Federación, porque Conasupo pertenece al Gobierno, es el Gobierno. Porque se maquina para engañar a los yucatecos en las narices de su gobernador.
Si se actuó con rectitud, de buena fe, ¿por qué se miente? ¿Se miente porque esa es la manera habitual que tiene la Conasupo de resolver sus problemas? ¿Se miente y no se puede reconocer la mentira, ni menos aún castigarla, porque así suele también el Gobierno resolver sus problemas con el pueblo: de mala fe, con engaños?
La historia enseña a los gobernantes que Richard Nixon no renunció a la presidencia por espiar a sus adversarios demócratas. El espionaje en Watergate fue una irregularidad como el desvío del huevo poblano. Nixon cayó por haberle mentido al pueblo. Porque en lugar de retractarse, en vez de rectificar, volvió a mentir.
La mentira no es una playa de veraneo para disfrutar de una temporada de quince días. La mentira es un pantano: hay que salir enseguida, corriendo, porque cada minuto que pasa nos hundimos más.