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En sus últimos filmes, el cineasta Gus Van Sant se ha especializado en historias de crítica y denuncia social, enfatizando la naturaleza violenta de las sociedades contemporáneas, especialmente la estadounidense.
Ahora, Van Sant hace un repaso histórico para describirnos la vida política de Harvey Milk, el primer homosexual declarado que asumió un cargo público en Norteamérica. El relato se centra en los años sesentas y setentas, etapa en la que Milk fue transformándose en un activista social que luchó por reivindicar los derechos de la comunidad gay.
Una vez que deja su trabajo en Wall Street, Harvey Milk (el siempre extraordinario Sean Penn) se muda con su pareja Scott Smith (James Franco) al barrio “El Castro” en San Francisco. Allí, abre una tienda de fotografía que poco a poco va volviéndose el punto de reunión de la gente gay. Milk empieza a organizar a los grupos y la comunidad homosexual adquiere gran poder basado en la fuerza de las masas y sus eficientes movilizaciones.
Tras varios intentos para ser elegido representante de la zona, Milk consigue finalmente un puesto en el gobierno y se vuelve portavoz de las minorías. Al aumentar su fama, reacciones homofóbicas en diversos estados no tarda en estallar. Pero Harvey no está dispuesto a dejarse amedrentar y continúa su lucha en pos de la igualdad y el respeto.
Es asombroso como a pesar de que han pasado 30 años del activismo político de Milk, la esencia del discurso sigue siendo la misma. Aunque la sociedad ha madurado mucho, aún permanecen estragos de discriminación y rechazo en pleno siglo XXI. Esa es probablemente la mayor reflexión a la que invita el filme: la aterradora vigencia de sus alegatos.
Tal parece que la intolerancia es un defecto imperfectible del ser humano, como si viviéramos buscando motivos fáciles para odiarnos los unos a otros. No solo la condición sexual sirve de inspiración al rechazo, también la religión, la nacionalidad, el color de piel, la manera de vestirse, el nivel socio-económico, cualquier tontería es buena para hacer la guerra y alejarnos cada vez más de la virtud.
Lo ironía del caso, es que aún dentro de los grupos que son víctimas de exclusión se dan actos discriminatorios. Algunos gays rechazan a los travestis, a las lesbianas, o viceversa. De hecho, en la misma película vemos como el personaje que interpreta Diego Luna es llamado, despectivamente, por el apodo de “Taco”, una burla a su nacionalidad mexicana. Lo absurdo es que sea en el interior de un colectivo que lucha por la igualdad donde se den comentarios xenofóbicos de este tipo.
Hablando en términos formales, “Milk” tiene importantes aciertos de entre los que destaca su admirable ambientación de los años setenta. Aunque lo mejor de esta producción es definitivamente Sean Penn en el rol protagónico y Josh Brolin como el hipócrita Dan White. Cabe comentar la sorprendente revelación actoral de Emile Hirsch como Cleve Jones. Hasta James Franco logra seguirle el paso del maestro Penn. El único que no da la talla es nuestro compatriota Diego Luna. Y no crean que lo estoy discriminando, simplemente me parece sobreactuado –y verlo en teatro resulta aún más pavoroso-.
Más que a Diego Luna, los verdaderos problemas del filme se deben a no lograr un tratamiento sólido del guión de Dustin Lance Black. La historia se queda entre el drama biográfico y el cine de denuncia. Incluso hay momentos de evidente exaltación panfletaria como la escena final.
Gus Van Sant se preocupa más por el alistamiento de militantes que por lo narrativo de su película. Asuntos de mayor interés se quedan en el tintero, especialmente en subtramas que pudieron llevar esta historia a mejores cauces: la ambigüedad de Dan White, la transformación de Cleve Jones, la dependencia emocional de Jack Lira y hasta la propia fragilidad de Milk, son minas de oro ligeramente desatendidas por el director.
El mayor valor del filme es mostrarle a las nuevas generaciones la existencia de Harvey Milk, un hombre que dio su vida para cambiar el pensamiento social y hacerlo un poquito menos retrógrado e ignorante que hace 30 años.
JUSTICIA IMPOSIBLE
Cuatro estrellas
Por Federico Wilder
“Agente internacional” (The international) es una de las muy contadas películas de acción inteligentes. El director alemán Tom Tykwer (famoso por cintas como “Corre Lola, Corre” y “La princesa y el guerrero”) consigue un filme redondo que intenta llevar al thriller de espionaje hacia cierta madurez. Un oasis de neuronas considerando que estamos en medio de una cartelera desértica que ofrece productos insignificantes como “Rápidos y furiosos” y “El transportador 3”.
Desde su primer largometraje “María mortal”, Tykwer se reveló como un director virtuoso con la cámara e interesado en historias de personajes insatisfechos que se debaten entre el sometimiento a la norma y la liberación emocional. Con “Corre Lola, corre” mostró su lado más experimental y llamó la atención de la crítica especializada. “La princesa y el guerrero” es un importante ensayo sobre la soledad y el amor inspirado en el cine de Krzystof Kieslowski, de quien posteriormente adaptó el guión “Heaven” y lo convirtió en un filme lírico en torno al amor incondicional, la justicia y la libertad.
Su mayor éxito comercial llegó con “El perfume”, magnífica adaptación de la conocida novela de Patrick Süskind. Aunque breve, su filmografía le ha dado ya un gran prestigio mundial y a ello se ha debido que Hollywood le encargara dirigir esta costosa producción.
El guión es de Eric Singer, un escritor que debuta con pie derecho. Su historia luce inspirada en el popular James Bond, aunque su finalidad es desarticular todos los convencionalismos propios de ese tipo de películas, introduciendo los clichés en un relato inteligentemente crítico. Esta osadía hace que “Agente internacional” guarde cierta distancia con el resto de cintas donde proliferan persecuciones y balazos.
Louis Salinger (el rudo Clive Owen) es un agente de INTERPOL investigando a un famoso Banco Alemán que se presume financia actividades delictivas relacionadas con el tráfico de armas en diversas partes del mundo.
Salinger ve morir a su compañero en el caso y solo le queda la ayuda de la fiscal Elle Whitman (Naomi Watts). Mientras tanto, el presidente del banco, Jonas Skarssen (Ulrich Thomsen), hará lo necesario para detener las investigaciones.
En sus pesquisas, Louis y Elle viajarán por Alemania, Italia, Estados Unidos y Turquia, obteniendo pruebas y evitando ser víctimas de los asesinos que ha contratado Skarssen.
Pareciera que todo seguirá las eternas reglas de Hollywood, pero no es así. Los puntos de inflexión se dan a partir del segundo acto, cuando Salinger comienza a darse cuenta que está luchando contra algo que sobrepasa sus fuerzas. El héroe se ve incapacitado para vencer al mal, el motivo: la corrupción es el sistema.
La justicia se propone entonces como una utopía absurdamente imposible en un mundo tecnocrático forjado por la ilegalidad y el crimen. Salinger es el valiente que, inútilmente, pretende cortarle la cabeza a un monstruo sin saber que tiene millones y que por cada una que corte saldrán cien más. “Si me matas, habrá mil banqueros que tomen mi lugar” le revela el propio Skarssen
Clive Owen se consolida como el tipo duro que actúa sin mover el rostro, un gran actor al que le he visto mejores trabajos que este. Naomi Watts, siempre correcta aunque esta vez le tocó un papel de accesorio. Y por supuesto, no se puede pasar por alto a Ulrich Thomsen, el memorable Christian que hace frente a su pervertido padre en “Festen” (1998) o el atormentado Christoffer en “Arven” (2003).
Aunque “The international” no es una obra personal, Tykwer logra hacerla suya por breves momentos, especialmente en sus angulaciones de picadas aéreas que ya le caracterizan, la manera tan precisa y oportuna en que sigue empleando la banda sonora y por su necesaria cercanía con Matilde Bonnefoy, una de las mejores editoras del mundo.
Es evidente que el cineasta no tuvo total control del proyecto, y aunque se nota cierta confianza, los atributos del filme se identifican únicamente por momentos. El mejor ejemplo de ello es la secuencia del tiroteo en el Guggenheim, que técnicamente es descomunal. No puede negarse que Tykwer sigue siendo un maestro, aún haciendo cine por encargo.
RECOMENDACIONES
Por Federico Wilder
¡Buen cine! ¡Muy buen cine esta semana!
Para empezar, aún permanecen en cartelera excelentes películas que ya hemos comentado aquí en Artículo 7: “Quisiera ser millonario”, “El sustituto” y “The reader. "Una pasión prohibida”. Además continúan las 2 películas que acabamos de analizar: “Mi nombre es Harvey Milk” y “Agente internacional”.
Y por si fuera poco se estrenan 3 filmes que valen mucho la pena.
Gran Torino
Los críticos dicen que esta película es grande, verdaderamente grande. Clint Eastwood retoma su papel de justiciero violento y forajido y las alabanzas a su trabajo han sido unánimes.
El luchador
Darren Aronofsky, director de “Réquiem por un sueño”, retoma los reflectores con “El luchador”, poderoso filme que rescató la carrera de Mickey Rourke.
Te conozco mosca
Propuesta proveniente de Europa. Un arduo trabajo de animación stop motion que aborda los problemas ambientales que ha ocasionado el capitalismo. Hay que advertir que la película fue hecha para adolescentes y adultos, aunque en México se han encargado de orientarla a niños, alterando el sentido del doblaje. Ojo.