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El affaire Farjat ha afectado a más personas y organizaciones de las que hubiéramos imaginado. El propio Carlos Ariel está hoy desempleado y apestado; Carlos Sobrino descubierto en su mandato de facto —que trasciende de una simple asesoría— en, al menos, dos secretarías; Alejandro Menéndez y Límber Sosa exhibidos como simples marionetas de Sobrino; la gobernadora delatada en sus maniobras electoreras por su ex-colaborador; los alcaldes panistas y sus gobernados en los apoyos que, Usted apuéstelo, ya no les llegarán; el Diario de Yucatán herido dos veces en su orgullo, uno por una carta a la que le dio amplia difusión y la que, presuntamente, resultó falsa y otra por el trabajo periodístico del reportero de Artículo 7 que exhibió a su similar del Periódico de la Vida Peninsular que, por motivos que desconocemos, no hizo bien su chamba; y este semanario, que fue mencionado en la edición dominical de ese diario no con las mejores intenciones...
La tónica de la mayoría de los afectados, sean o no responsables de algo, ha sido la de echarle la culpa al de enfrente: Farjat en la carta supuestamente falsa dijo que actuó por instrucciones de sus jefes y ante el Ministerio Público demandó a quien resulte responsable (el Diario de Yucatán inmediatamente se sintió aludido); Sobrino demandó a Farjat por difamación; y el Diario, como ya dijimos, la emprendió contra Artículo 7, adosándole por segunda vez el mote de orientación panista y generando dudas sobre la manera en que nuestro reportero obtuvo las fotografías de la diligencia ministerial a puerta cerrada.
Otros afectados, como los secretarios Menéndez y Sosa y su jefa, la gobernadora, optaron por hacer mutis y, cual avestruces, simular que nada pasara.
Este semanario, en cambio, no hace ni lo uno ni lo otro, sino que enfrenta los comentarios vertidos y con la tranquilidad de haber actuado siempre correctamente aclara que, a través de las puertas de cristal del Ministerio Público, se sacan muy buenas fotos...