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Yo pertenezco (o pertenecí y ya me expulsaron y no lo sé) al PRI desde 1958, tengo varios documentos que así lo acreditan, varios me han sido otorgados por el mismísimo PRI, por su Organismo de Mujeres y por la Fundación Colosio de la que soy miembro fundador. Incluso guardo algunos recibos por la cuota que teníamos que hacer mensualmente los que trabajábamos en la Administración Pública Federal (mismos que rescaté de lo que se pudo después del terremoto de 1985)
Hace algunas semanas envié al Presidente del CDE del PRI en Yucatán, Mauricio Sahuí, una carta en la que le daba yo pelos y señales de mi activa participación en las campañas presidenciales, desde la de López Portillo hasta la de Zedillo, no en mítines ni actos multitudinarios, sino en foros de carácter técnico. Tengo una curiosa carta firmada por Carlos Salinas de Gortari agradeciendo los trabajos que hice para el IEPES, entonces bajo su dirección. Que los presidentes hayan salido malones, no es mi culpa. Como muchos otros he sufrido decepción tras decepción. Aquí en Mérida desde 1990 también he hecho trabajo de campaña y era miembro del Consejo Técnico y del Político.
Y ¿a qué viene esta enumeración de mis “méritos” como priista? Pues viene al caso porque de repente, sin que mediara comunicación alguna, me dejaron de invitar a los actos y reuniones del PRI y de los organismos a los que yo pertenecía. Escribí la carta a Sahuí pidiéndole una audiencia y me comuniqué en dos ocasiones a sus oficinas con la misma petición. No lo volví a intentar porque me pareció indigno. Tan sólo le pedía que me explicara por qué me habían eliminado. Le preguntaba si era por mi edad avanzada o si había yo incurrido en alguna falta que ofendiera al partido. Cabe aclarar que siempre he sido crítica.
Pero ahora que me entero de lo que se le ha hecho a José Luís Sierra Villarreal con su blog que fue arteramente sustraído y todo lo demás, empiezo a explicarme que la razón por la que se me excluye es mi estrecha amistad con él que, como buenos amigos, a veces estamos de acuerdo y a veces no. Pero la sucia manera en que se manejó su información, es algo que causa náuseas. Olvidémonos de la decantada libertad de expresión y atengámonos a la más simple decencia. ¿Por qué no lo rebatieron? ¿Por qué no expusieron abiertamente su desacuerdo? ¿Por qué ni siquiera se defendieron? El recurso de tan bajo nivel con que pretenden deshacerse de él, es algo completamente inaceptable, es vergonzoso y ruin.