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Dos estrellas
La nostalgia infantil vuelve a serle útil a la taquilla cinematográfica. "Don gato y su pandilla" ha sido un éxito en las salas mexicanas. En Estados Unidos la película generó muy poco interés, repitiendo la historia ocurrida en 1961 con la serie televisiva.
"Don gato" (Top cat) creado por William Hanna y Joseph Barbera (Hanna-Barbera) duró sólo 30 capítulos porque resultó un fracaso en Estados Unidos; sin embargo en México tuvo un éxito inusitado que provocó la retransmisión durante varios años de sus episodios. Ahora entiendo porque nos los aprendimos de memoria. Sólo fueron 30.
La película que ahora nos ocupa se realizó en estudios de México y Argentina. Con la supervisión de Warner Brothers —dueña de los derechos de la serie. El producto se realizó pensando en mercados latinoamericanos, especialmente en el público mexicano.
Hay algunos aciertos y resbalones en este filme. Empecemos con las cosas positivas. El diseño de personajes conserva el espíritu de Hanna-Barbera lo cual hace deleitable a las imágenes. Las técnicas de animación empleadas van mezclando escenarios en tradicional 2D con personajes tridimensionales. Tal vez por eso nos cause cierta extrañeza en algunos momentos, sobre todo en escenas de persecuciones.
El juego de la añoranza funciona a la perfección en los primeros minutos del filme, donde se realiza un autohomenaje a la serie original. Se retoma uno de los capítulos más famosos de la caricatura, el del Marajá de Pocajú con todo y Lalo Laslo incluido. Toda esa primera parte es quizá lo mejor de la película.
Otro valor es haber puesto a Jorge Arvizu "El Tata" a hacer las voces de Benito y Cucho. El señor Arvizu es un ejemplo de lo que debe ser el doblaje profesional. No se trata de poner a una estrellita de televisión para que preste su voz a un personaje; se trata de construir a un personaje a través de la voz y para ello se requieren actores que conozcan el oficio.
Ahora hablemos de los resbalones. A pesar de haber sido fan de Don Gato y de guardarle muy buenos recuerdos, el guión termina cayéndose después de los primeros 30 minutos. Hay un falta de integración de las situaciones que se plantean y la trama avanza dando saltos sin ton ni son.
La historia pareciera estar escrita bajo un engolosinamiento o una lluvia de ideas. Como si los escritores hubiesen hecho una lista de anécdotas y personajes de los 30 capítulos de la serie y estuvieran obsesionados en meterlos todos dentro de una misma trama. El resultado es un relato que va pasando de una cosa a otra sin unidad ni sentido.
Comenzamos con el Marajá y de allí pasamos a Lucas Buenrostro, un complot policiaco, robots, perros, mafiosos y un sinfín de cosas que terminan enmarañando toda posibilidad narrativa.
Otra cosa que me llamó la atención es el look tan latino de los habitantes de Nueva York. Una de dos, o los animadores quisieron enfatizar el poder de la población latinoamericana en Estados Unidos o no leyeron bien el guión.
Lo mejor: la nostalgia de reencontrarse con Don Gato y su pandilla, el diseño de personajes y las voces de Jorge Arvizu.
Lo peor: el guión se queda corto y carece de unidad.