994 palabras
Joan Manuel Serrat
El proceso electoral ha concluido y la evidencia es irrebatible: el gran ganador de los comicios (antes que el PRI) fue el abstencionismo. Los números no mienten: sufragó menos del cuarenta y cinco por ciento del padrón.
Probablemente haya quien pretenda ver el vaso medio lleno y afirme que se sobrepasaron las expectativas toda vez que se estimaba un abstencionismo arriba del sesenta por ciento y ni con la intervención directa y decidida de los actores del proceso y de instituciones algunas respetables como la iglesia, los organismos no gubernamentales y las diversas cámaras y asociaciones de toda índole y otros no tanto como los partidos políticos y algunos de sus membretes y satélites, no pudo convencerse al electorado de la importancia de concurrir a las urnas.
Así pues, no me parecen válidas ni prudentes las afirmaciones triunfalistas y jubilosas realizadas por algunos dirigentes partidistas ni líderes políticos. No hay nada que festejar. Por el contrario, hay mucho de que preocuparse. Echar las campanas al vuelo en un proceso electoral en que se abstuvo de reflejarse el cincuenta y cinco por ciento de la ciudadanía, es un sofisma y una mayúscula irresponsabilidad. Para decirlo con absoluta claridad, se trata de demagogia pura.
El mensaje que con meridiana y prístina sencillez nos hace llegar el pueblo mexicano es digno de tomarse en cuenta: No nos convencieron, les repudiamos, no convalidamos con nuestra presencia sus excesos, estamos hartos...
Esta situación adquiere mayor relevancia, si tomamos en cuenta sobre todo, que en la generalidad los esquemas que los partidos políticos utilizan para acercarse al electorado son los mismos, que manejan el mismo lenguaje clientelar e irresponsable que tiende a prometer cuanto es posible y a cumplir muy poco y mas que nada, que los políticos viven probablemente la mayor etapa de descrédito social en sus existencias en cuanto a la percepción pública compete.
Es paradigmático consignar para ejemplificar mi aserto anterior, que en nuestro estado, Yucatán, los votos nulos son la tercera fuerza política de la entidad, solo detrás de los llamados partidos grandes o mayoritarios el PRI y el PAN.
No podemos dejar de consignar que lo anterior, corresponde además a la expresión vertida por un sobresaliente segmento ciudadano, que con admirable sentido del deber cívico acudió a las casillas a manifestar su descontento con el orden de cosas imperante, patentizando su repudio al establishment, nulificando el voto.
Reforzando lo anterior, queda una gigantesca y silente porción de ciudadanos que discurrió que ni siquiera valía la pena tomarse la molestia de acudir a las urnas a declarar públicamente su molestia. Muy a la mexicana, supusieron que otros harían lo que ellos dejaban de hacer y pese a todo, esto los tenía sin cuidado.
Traduzcamos fielmente los signos de los comicios: ganó la apatía, triunfó la desidia, venció la incuria. Todo ello contribuyó a que en este proceso los más destacados protagonistas fueron los más o menos difusos de voto duro correspondiente a cada instituto político.
Seamos realistas pues: la elección fue un fracaso, ningún partido consiguió cautivar y motivar al electorado para movilizarse a su favor, no existió ninguna fiesta cívica, a lo más se verificó la tradicional reunión de cuates, misma que fue desangelada.
Es obligado e imperativo que los partidos políticos realicen profundas y exhaustivas revisiones de sus planes y estrategias de campaña. Que renueven sus tácticas publicitarias. Que reformen sus técnicas de difusión. Las actuales son completamente soporíferas, recomendables para casos de insomnio contumaz. La internet, las redes sociales como el Hi5, el facebook, el flickr y los recursos de maquillaje mediático como el fotoshop no constituyen en lo absoluto panaceas.
Es la hora pues de los ciudadanos. Tiempo de que la sociedad civil ocupe los espacios de participación que la inactividad de gobierno y partidos políticos generan. Es prioritario propiciarla, en vez de ponerle trabas como hasta ahora ha sucedido, gracias a un auténtico complot en que los partidos políticos sin excepción, se inmiscuyeron.
Y en lo personal, lo que mas me molesta, es la mendacidad de los organismos electorales, otrora dotados de credibilidad y prestigio sociales, perfectamente malversados y en absoluta decadencia, gracias al inestimable concurso de los partidos políticos que corrompen todo cuanto tocan, cual coprofáctico rey Midas, que pretenden vendernos espejitos por oro y hacernos creer que la luna es de queso, elogiando la participación ciudadana en los comicios.
Me parece muy grave la situación que nos ha tocado vivir. Hace ya mucho que se han encendido los focos rojos que indican peligro. Se han rebasado e ignorado olímpicamente las señales de advertencia. Al no participar mayoritariamente la sociedad ha hecho público su enojo. Mucho cuidado que con el hambre del pueblo no se juega. Líbrenos Dios de atravesar las procelosas aguas de un conflicto social.
POST SCRIPTUM.- Cumplimos nuestro deber cívico de predicar con el ejemplo, contribuyendo como funcionarios de casilla a sacar la elección sin sobresaltos, en un clima de distensión y tolerancia. Mi reconocimiento a todos cuantos participamos. Valió la pena pasar hambre, sed y calor en aras de poner nuestro granito de arena a favor de México.
Dios, Patria y Libertad
Guillermo Barrera Fernández