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La traición a la ciudadanía se ha consumado. Los diputados, demostrando un profundo desprecio, un absoluto desinterés por la suerte de sus electores, aumentaron los impuestos de la forma en que dijeron los pastores de la recua y asestaron mortífera puñalada a nuestras aspiraciones y estilo de vida. Ahora sabemos que las cosas no van a mejorar, por el contrario, probablemente empeorarán.
Todos son por igual culpables, reos del mismo delito. Nadie se salva: panistas y priistas fueron autores materiales. El arma homicida consta en las minutas de dictamen sometidas a votación y en la relatoría de la sesión. Perredistas, petistas y verdes fueron testigos y cómplices del crimen por su inacción, por permitir que el crimen se consumara por vías de hecho y no haber hecho nada por impedirlo. Porque los ciudadanos habríamos aplaudido y premiado en las urnas la toma de tribuna hecha para defendernos tanto como despreciamos el arrebato realizado para halagar la vanidad de un megalómano.
¿Qué diablos quieren los políticos? Nos hablan de vivir mejor, de oportunidades, de solidaridad, de progreso pero en la práctica realizan todo lo contrario. Sus actos nos conducen a la desesperación y el empobrecimiento, a disminuir nuestro estatus social, a la mengua de nuestras costumbres y estilo de vida. Nos hablan de excelencia, de calidad, de compromisos patrios y sociales y resulta que tienen desempeños lamentables, de insignificantes resultados, contrarios a toda buena razón y sentido.
¿Qué diablos quieren los políticos? ¿Que los ciudadanos hambrientos y desesperados se lancen a las calles a asaltar y obtener por la violencia lo que la autoridad constituida les niega a través de la normalidad y los cauces legales?
¿Qué diablos quieren los políticos? ¿Que los padres desesperados ante el panorama desconsolador de sus hijos enfermos, hambrientos o a punto de desfallecer, empuñen la metralleta y se internen en la sierra, perdida ya toda esperanza?
¿Qué diablos quieren los políticos? ¿Hablarnos de legalidad, de discusión civilizada, armonía y consensos mientras hacen exactamente lo contrario? ¿Hacer el elogio de la austeridad, la economía, la sobriedad y el ahorro, mientras estrenan lujosos vehículos y avanzados teléfonos?
¿Qué diablos quieren los políticos? ¿Hacernos creer en la vía electoral, en la posibilidad de la alternancia pacífica cuando en la práctica se nos niega por completo el cambio?
¿Qué diablos quieren los políticos que insisten en mantener sus privilegios y su número pero nos piden constantes sacrificios?
No alcanzo a imaginar qué es lo que quieren. Solo se que con discursos diferentes, persiguen los mismos objetivos: medrar a costa y con provecho de nosotros.
Pero ya vendrán un día no muy lejano a pedir el voto y entonces sí, no habrá amnesia ni amnistía...
Guillermo Barrera Fernández