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Los meridanos hemos sido tratados por la Ñora de los Cochis, como ciudadanos “de segunda”. Discriminados, vilipendiados, relegados, los habitantes de la mancha urbana meridana (Mérida+Kanasín+Umán) no recibimos el 48% del presupuesto estatal que debiera corresponder al 48% de la población que habita en los tres municipios conurbados.
Mérida ha sido tomada, sí, como escenario por excelencia para los festejos de la “Ola Roja” y para los reventones de la Ñora del Justam. Pero no es en Mérida en donde se materializa el grueso de las obras públicas estatales, no es a los meridanos a quienes benefician los numerosos programas sociales del Gobierno del estado.
Sí, es en Mérida en donde reside la mayoría de la burocracia estatal y federal. Es en Mérida en donde cobra y reside, también, la inmensa mayoría de los maestros, de los empleados de PEMEX, de los policías, del personal médico. Pero hace años, muchos años, que Mérida no recibe la inversión que se necesitaría para seguir siendo ciudad de primer nivel. ¿Y qué decir de Umán y de Kanasín?
En Mérida no sólo hacen falta avenidas con pasos a desnivel, un sistema moderno y eficaz de semáforos electrónicos o transporte rápido, confortable y económico. Sigue haciendo falta una red de drenaje y alcantarillado; un sistema eficiente de recoja de basura. El alumbrado público tiene treinta años de atraso, por lo menos. Hacen falta estacionamientos en toda la ciudad, particularmente en el Centro Histórico. A pesar de las ventajas comparativas con otros centros urbanos de la entidad, nos hacen falta mercados, guarderías, centros de salud, centros de esparcimiento y de atención para hombres y mujeres de la tercera edad. Los peatones no disponen de banquetas medianamente aceptables. Los ciclistas circulan entre autos y autobuses, a su riesgo. Los niños y las niñas no cuentan con alternativas de esparcimiento.
Es cierto, Mérida es una ciudad muy amigable, en donde todavía se vive con seguridad y con comodidad. Pero estas virtudes se deben, en buena medida, al carácter de los meridanos y a la buena disposición de las familias meridanas. Desde el punto de vista material se tienen rezagos que se han agravado con el paso de los años y que ya empiezan a afectar el buen ambiente que ha campeado hasta ahora. Y el actual Gobierno del estado, marcado por el resentimiento social de la Ninia de Dzemul, ha agravado los rezagos que se arrastraban por la política discriminatoria que aplica con relación a Mérida y a sus habitantes.
Esta es la realidad que se vive en Mérida, que está a la vista de todos y que puede ser confirmada, todos los días, en cualquier rincón de la ciudad o por cualquier sector de la sociedad. Lógicamente, ahora que se acercan las elecciones y ante la urgencia que siente la Ñora del Justam por apoderarse de Mérida, de su Gobierno y de su presupuesto, sobrarán ahora promesas y halagos.
Dependerá de las y de los meridanos, de nuestra capacidad crítica, de nuestra madurez política, que la estrategia clientelar, oportunista y sectaria de la “ola roja” no logre sus propósitos. Nunca como ahora podemos, debemos recordar y hacer valer el proverbio castellano: “obras son amores, que no buenas razones”…