2024 palabras
Había gente que salía a las calles a pedir "seguridad". Era una petición generalizada. Urgía que alguien respondiera a esta petición. Los secuestros —normales o "exprés"— estaban a la orden del día, al igual que los asaltos bancarios. Pasaban los últimos años del sexenio de Vicente Fox y ya habían comenzado los movimientos para la renovación del ejecutivo y los legisladores.
No le gustó a López Obrador la marcha del silencio. Él era el responsable de la seguridad en el Distrito Federal y tomó el movimiento como algo que lo ofendía. Qué, ¿acaso no había su gobierno demostrado perfección en el ámbito de la seguridad?
Hoy ya todos sabemos que la muy ocupada agenda de López Obrador aspiraba mucho más lejos, además con una gran seguridad personal y de su equipo circundante. Era de esperarse: todos los días decenas de reporteros de todos los medios se aglomeraban en torno a su figura para oír las sabias palabras que el nuevo mesías mexicano tendría para expresar.
Fallaron los cálculos: Calderón supo hacer una campaña de convencimiento y se ganó los votos que huyeron del PRI, sobre todo del norte del país. Ganó con el margen más pequeño de todas las elecciones en la historia de México. Pero ganó. Se aceptaron todos los resultados —senadores, diputados, jefe de gobierno del Distrito Federal— pero se objetaron hasta morir los del presidente.
Un proceso de descomposición mental comenzó a darse en el aspirante a mesías. Casi había ganado, pero había perdido. No lo podía aceptar. Y sin embargo, hizo en todo momento parecer que su actitud era una respuesta a lo que "la gente le estaba pidiendo". Hablaba como si estuviera obedeciendo a la gente, gente que en forma telepática ya le había transferido el mensaje de la "defensa del voto".
Y así, por todos los medios legales a disposición de quienes participaron en el proceso, se hizo hasta lo imposible por quitarle a Calderón y a su partido el máximo posible de votos. Después de todos los esfuerzos, la diferencia quedó a favor de Calderón.
Es un resultado que acabó desquiciando al aspirante a mesías.
Pero es un hombre que sabe devolver favores. Por lo menos, a los partidos PT y Convergencia, les cumplió en todo lo que estuvo a su alcance, salvándolos en esta elección de la pérdida de sus registros. Para ello hizo a personas comprometerse a renunciar —a favor del candidato del PRD— tan pronto como les hubiesen entregado el puesto para el cual habrían sido elegidos... ¡sin serlo!
¿Y la seguridad?
La petición generalizada de los votantes del 5 de julio de 2009 es un grito a Calderón en un sentido muy claro: "no nos interesa tu oferta de seguridad."
El régimen calderonista se ha concentrado en dar una batalla frontal a la delincuencia organizada. El camino le ha costado enemistades fuertes con gobernadores que no soportan ver en el interior de sus entidades tropa federal deteniendo a personas —incluso colaboradores— cercanas a los gobernadores, para ser investigadas en torno al problema del tráfico de drogas prohibidas.
Por su parte, el elector mexicano ha hablado y en su discurso dijo claramente que no le interesa la cruzada contra la inseguridad. Con ese afán, formó un congreso enemigo del plan de gobierno calderonista. Calderón se convertirá en el presidente con menor apoyo legislativo que jamás haya tenido México.
¿Se trata esta elección de una repetición corregida y aumentada de los resultados de 1997 y 2003? En ambos casos el resultado fue una catástrofe para el presidente en turno, aunque la de 2009 es la de mayores proporciones de las 3, ¡precisamente cuando el esfuerzo para el combate a la inseguridad ha sido también el más comprometido de todos!
¿Por qué la lucha por la legalidad es algo que no le entusiasma al mexicano medio? Parecía ser de gran atractivo, hasta ahora, que es cuando comenzamos a ver resultados, descubrimos que realmente, en forma colectiva, la seguridad —el imperio de la ley, pues— no es la prioridad número 1 del mexicano.
Y el panismo emana de una tendencia a promover "valores". ¡Exactamente lo que no le interesa al mexicano! El panismo surge como la opción que combatiría el uso de la ley "a discreción", el influyentismo, la administración oscura, la imposición, el control de los medios. El panismo se hubo de presentar como el paladín de la honestidad, el promotor de las administraciones eficaces, obedientes de cada párrafo de le ley, el promotor histórico de la transparencia a todos los niveles de gobierno, la democracia en los procesos electorales, el respeto irrestricto a la libertad de expresión. El panismo era el combate a todos esos valores que siempre fueron objeto de crítica a los gobiernos del PRI, de los cuales habitualmente se dudó.
¿En qué momento el panismo es asimilado por la cultura mexicana y se convierte en el partido "del partidismo"? Hoy en día el mexicano desprecia por sobre todas las cosas el agobiante "partidismo" en que se ha convertido el sistema político mexicano. Lo que no ha analizado el mexicano es que el partidismo es el resultado de la esquizofrénica imposibilidad de negociar decentemente con los tricolores. La negociación desquicia a cualquiera y convierte en enajenados mentales a los panistas. Se ven acorralados ante las sonrisas increíblemente mágicas de un Manlio Fabio Beltrones o de un Emilio Gamboa Patrón. Sólo observen esas sonrisas y sabrán qué estamos definiendo ahora.
El 5 de julio de 2009 el electorado mexicano en forma indiscutible declaró que no le interesa el juego de valores que resultan en un feliz sometimiento estricto a la ley. Y veamos por qué digo esto.
El combate al crimen organizado por parte del gobierno federal es la forma de demostrar que no es posible hablar de "respeto a la ley" cuando el mismo gobierno se hace a "la vista gorda" y deja que grupos armados, dedicados al secuestro, el tráfico de drogas, el asesinato y la vida fuera de la ley, deambulen por todo el país haciendo de las suyas.
Detrás de cada narco hay, efectivamente, un empresario. Sí, de los comunes y corrientes, de los que buscan y encuentran la manera de hacer que las cosas que sus negocios necesitan, se cumplan. Estamos hablando aquí de empresarios tanto productores como transportistas y distribuidores de la droga. La droga —la prohibida— es el "único" problemilla.
Sabemos lo que es ver a un borracho o a una borracha. Ahora se les llama "alcoholizados" y hay toda una organización para evitar que conduzcan vehículos. También se dice de ellos que "están enfiestados". El espectáculo es desagradable, sobre todo cuando la persona es conocida o existe algún lazo afectivo con el afectado.
Se ha formado toda una cultura de servicio para dominar el tema. Jóvenes de ambos sexos saben que pueden llegar a niveles de alcoholización en los cuales ya no son "funcionales". Para ello contratan personas que conducirán sus vehículos para llevarlos —a ellos, ellas y amigos y amigas— a sus casas. La otra alternativa es circular por las calles y encontrarse, en Mérida, por ejemplo, con un temible "retén". Gendarmes con largas armas y oscuros —ellos, sus uniformes y sus vehículos— como la noche tendrán "a su juicio" la libertad de hacer con los ocupantes del vehículo lo que les plazca.
Por desgracia, la cultura del revanchismo está desatada en el país. El régimen de Fox ganó en "homogenización" social del país. En un santiamén, López Obrador hizo exactamente lo contrario, con sólo su campaña. Hoy así nos encontramos y en Yucatán, en forma especial, la gendarmería bajo las órdenes de Saidén Ojeda goza de plena libertad para molestar especialmente "a los perfumados" como los llamó despectivamente el legendario e "inmortal" líder Víctor Cervera Pacheco.
La ley, en México, no es algo que rige a todos, sino algo de lo que, por turnos, se pueden valer los que ocupan el poder de la cultura aplaudida el 5 de julio de 2009. En parte es esa aspiración a tenerlo —y usarlo— la que el mexicano, en el fondo de su corazón, no quiere que desaparezca. La venganza es "dulce" —razonan— y un sistema basado en la simple ley, puede llegar a ser aburrido además de poco elástico. En México, la ley no se obedece, se usa o se viola bajo arreglo. Ningún grupo de ingenuos que busque otra forma de hacer las cosas logrará éxito en México, a menos que la cultura de la impunidad sea erradicada.
Y el 5 de julio de 2009 se dio un salto atrás, con regreso hacia esa cultura. No porque el panismo fue derrotado, sino porque lo que realmente representaba fue rechazado.
Si esto no se entiende, si se argumenta en contra de cosas tan obvias y sencillas como las que hemos tratado de exponer aquí ¿cómo vamos a movernos en la dirección del verdadero cambio que requiere el país?
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Nuestra opinión parece ser compartida...
(Comentarios de un lector a un artículo periodístico de Ricardo Rocha)
¿Por qué ganó el PRI?: El mexicano común admira la viveza, el agandalle, la tranza, la manera fácil de hacerse rico sin esfuerzo, participa en mayor o menor medida en la corrupción, tira basura en cualquier lugar y exige que la recojan o que arreglen los drenajes pluviales, roba señales satelitales, encuentra cualquier forma para no pagar impuestos, compra piratería, agandalla lugares asignados para discapacitados, no tiene interés cultural ni de análisis político serio, no respeta a los demás, carece de cultura vial, no soporta a los exitosos.
La ética, los valores, el esfuerzo y la innovación son temas no compatibles para el mexicano común. Prefiere el "ahí se va", el futbol sobre todo, la mexicanidad autóctona que retrasa al país, justifica y se identifica con la mediocridad por mil razones.
Exige al Gobierno que resuelva sus problemas en lugar de tomar iniciativas que mejoren su propia condición. Soporta a diputados y senadores que prácticamente no trabajan y cobran como si realmente hicieran algo por el país. Culpa lo mismo a Salinas que a Zedillo, a Fox o a Calderón del fracaso del país.
La realidad es que el mexicano común es la materia prima que hace que este país esté retrocediendo a pasos agigantados al compararse con el tremendo despegue de China, India e incluso Brasil. Si se observa, el mexicano común lleva al pequeño PRIista en el interior y se identifica plenamente con esas actitudes. No es sorpresa que el nefasto y corrupto PRI vuelva a sus fueros y que México esté destinado a la mediocridad, pero desafortunadamente a causa de su materia prima. Los políticos son sólo su reflejo y la partidocracia mantendrá secuestrado al País."
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