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Recientemente tuve ocasión, dando lectura a un interesante artículo de este semanario, de enterarme que llegando al término de su gestión, el alcalde César Bojórquez Zapata entregará a la ciudadanía de Mérida un municipio con finanzas sanas.
Lo más destacable de la nota lo constituye el hecho de que la administración de César Bojórquez ha logrado hacer obra pública con recursos propios, que ha aumentado la recaudación de estos ingresos con respecto al año anterior, que por tanto el municipio no depende de las ministraciones o participaciones de carácter estatal o federal para su operación y para la realización de obras de beneficio colectivo y que consecuentemente, la reducción de las partidas federales no redundará en la paralización de la actividad municipal, sino que sólo retrasará momentáneamente algunos proyectos como son la iluminación de la catedral o que el parque Animaya cuente con un trenecito.
Es curioso, lo mencionado debía llenar de regocijo a la ciudadanía ante la noticia de la existencia de unas autoridades que han sabido responder a la expectativa ciudadana de manejo honesto de las finanzas públicas, pero en medio de una sociedad proclive al amarillismo y al escándalo y pasión por el sensacionalismo periodísticos, todo pasó completamente de manera inédita, cosa que me parece francamente lamentable.
Considero que al respecto podemos hacer varias reflexiones: Primero que la ciudadanía se encuentra harta de todo aquello que huela a política y a cuestiones de interés colectivo, por considerarlas completamente como cosas viciadas y plagadas de marcas de corrupción y deshonestidad en lo concerniente a la conducta de los funcionarios públicos.
En segundo lugar, que nos hemos aficionado de modo tal, al amarillismo y al escándalo, que aquello que carece de esta connotación, carece por completo de relevancia a nuestros ojos, sobre todo si manejamos medios informativos impresos o electrónicos porque la noticia no vende, no causa revuelo y por ello, carece de impacto mediático.
Por último, que a los ciudadanos se nos hace difícil de creer que exista alguna entidad gubernamental —como en este caso el municipio emeritense— que en vez de llorar a moco tendido por la reducción en las participaciones federales, intente ser más eficiente en la recaudación de las contribuciones y con creatividad e ingenio ponga a funcionar estos recursos en beneficio de la comunidad.
Igualmente podemos deducir que el bombardeo sistemático y la tarea de difamación en la que se han empeñado ciertos medios venales y periodistas corruptos ha logrado ciertos frutos.
No hay peor ciego que el que no quiere ver. Ojalá que los meridanos no perdamos de vista la eficiencia y la honradez características de las administraciones que han gobernado Mérida durante los últimos 20 años y no cometamos el desatino de optar por otras alternativas favorables sólo al figurado mediático. De ser así, tendremos tres años para arrepentirnos. Es medular saber elegir y reconocer los logros obtenidos durante una buena gestión.