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Cinco estrellas
"La teta asustada" es el título de la cinta peruana que conquistó el preciado Oso de Oro en el Festival de Berlín. Su directora Claudia Llosa ha alcanzado, con apenas dos películas, seducir a la crítica mundial, particularmente a la europea. Gracias al premio obtenido en Berlín, el filme ha tenido una breve pero importante distribución a nivel comercial. Cinépolis la programó dentro de su programa "Otro enfoque", pero aunque esta cadena de exhibición se preocupe por incluir cine de calidad en su programación, si la gente no responde este tipo de propuestas no pueden permanecer el tiempo debido en cartelera. Qué pena escribir esto, pero solo éramos tres personas en la sala. Una joya que pocos pudimos admirar.
La gente del pueblo dice que Fausta, una joven de origen quechua, ha heredado una enfermedad llamada "La teta asustada" y que se transmite por la leche materna de mujeres maltratadas durante la época del terrorismo en el Perú. Los infectados nacen sin alma, porque del susto se escondió en la tierra, y cargan un terror ancestral que les aísla por completo. En realidad ese mal es sólo un mito, una leyenda. Lo que Fausta guarda en su alma es una fobia que su madre le ha creado. Un terrible pánico a ser abusada sexualmente, pues los crueles relatos cantados de su mamá le han llenado de miedos.
La muerte de su madre deja a Fausta sola, con sus miedos y enfrentada al entorno social. Necesita dinero para llevar el cadáver a su pueblo y enterrarle, así que acepta un trabajo doméstico. Pero la joven tiene un secreto, se ha hecho algo en el cuerpo que la está enfermando. Sí, el tema es fuerte y aunque está tratado con una total sutileza visual no es una película apta para menores de edad. Sin caer en sensacionalismos, lo que a su directora realmente le interesa es mostrarnos el drama de una mujer atormentada por fobias heredadas. Una quechua asfixiada por una cultura ajena, en soledad e incapaz de comunicarse por su deficiente educación.
La actriz Magaly Solier interpreta de manera poética a un personaje que habla muy poco pero expresa demasiado con la mirada. El desarrollo emocional de Fausta queda claro para el espectador porque la vive y la siente a través del rostro callado de Solier. Un guión excepcional que sabe desarrollar en equilibrio dramático un personaje complejo. El desasosiego se mantiene siempre delimitado por una actuación contenida que evita cualquier sensiblería melodramática pero que lo da todo mediante el preciso arte de la sutileza.
Llosa se muestra como una conocedora de las técnicas cinematográficas. Se decide por una economía de planos para lograr una sensación de cuadros costumbristas necesarios para que la historia fluya con la menor artificialidad posible. Sirve también para equilibrar un juego emocional de distancia y cercanía con los personajes y sus conflictos. A veces estaremos
sobre el rostro de Fausta y en ocasiones nos sentiremos alejados de la acción. Una fotografía impecable que trabaja con mayor frecuencia sobre la fuerza de los encuadres que sobre sus posibilidades preciosistas; y aunque estas existen, son contadas y muy bien argumentadas.
"La teta asustada" presenta un costumbrismo honesto y sincero que evade ser sólo un marco folklórico para la historia. Los ambientes forman parte del conflicto, influyen en el devenir emocional de la protagonista. Las bodas, las fiestas, las discusiones familiares, la superstición y la ignorancia no son los retratos acartonados o telenovelescos a los que estamos acostumbrados, son estudios precisos de una realidad social justificados dentro de una ficción que se diluye en su cotidianidad. Claudia Llosa ha bebido fuentes del buen cine latinoamericano que se realizaba en los años 70's, se percibe influencias de Roman Chalbaud, Nelson Pereira Dos Santos, Jorge Fons y todos esos grandes cineastas que supieron encontrar la universalidad en la fuerza trágica de su entorno.
Es importante reencontrarnos con este tipo de cine, espejo de quienes somos, imágenes de nuestras carencias tanto sociales como afectivas. Fausta se descompone por dentro al igual que el cadáver de su madre. No encuentran lugar en casa sencillamente porque no están en ella. El desarraigo en propia tierra es la verdadera tragedia de "La teta asustada". La transgresión sexual no es más que una metáfora de la transculturización de un mundo que ha sido ultrajado ideológicamente. Por eso, aunque se desarrolle en Perú, uno encuentra elementos comunes con todo lo que esta película expresa.
Lo mejor: la afinada técnica cinematográfica de Claudia Llosa, la cátedra actoral que nos regala Magaly Solier, el guión de profundas complejidades dramáticas y a la vez sociales.
Lo peor: no hay nada que refutarle.