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Pragmático por naturaleza, con sensibilidad política a flor de piel, Víctor Cervera Pacheco en la última etapa de su vida se dejó llevar por la soberbia, debilidad que destruyó su aureola de político invencible, primero, y que lo remitió al “congelador de las derrotas”, que equivale a la muerte política.
¿Te acuerdas lector amigo, lectora acuciosa, de la cadena de errores, garrafales, los innumerables excesos que cometió Cervera como Gobernador en el pasaje que se conoció como EL DESACATO? Siempre he pensado que un Cervera “con los pies en la tierra” no hubiera podido cometer tantos y tan graves errores, en tan corto tiempo, además.
Otro desplante de soberbia: pensar que un candidato impuesto por él o identificado con “el cerverismo” podía catalizar a su favor el respeto y el respaldo popular que tenía Víctor Cervera y que él se había ganado a pulso. Craso error haber pensado en un incondicional (Orlando Paredes), mayormente por serlo, para sortear, como capitán del navío cervero-priísta la fuerte tempestad que enfrentaba.
Tercer desplante de soberbia en la fase declinante de Víctor Cervera: postularse como candidato del PRI a la Alcaldía de Mérida sin tomar en cuenta la adversidad de los tiempos nacionales y de las circunstancias locales, agravadas por el desgaste reciente que le representaron, a su fuerza política y a su prestigio personal, “el desafuero” y la consiguiente derrota electoral.
¿Y qué tienen que ver los desplantes de soberbia del tío en cualquier análisis que se pretenda hacer del desempeño político de Ivonne Ortega y de su posible comportamiento ante la próxima coyuntura electoral?
Tengo bases comprobadas y suficientes para pensar y para sostener que Ivonne Ortega representa muy pocas de las virtudes que caracterizaron y distinguieron a don Víctor Cervera pero, en cambio, encarna y magnifica muchos de sus vicios y de sus deficiencias. Y si en Víctor Cervera la soberbia puede ser vista y entendida como una debilidad propia de su etapa declinante, en la Ninia de Dzemul la soberbia no puede ser sino hija de la ignorancia, fruto de la inmadurez personal que no le permitió escalar posiciones políticas “sin marearse”, sin entender que los puestos pueden perder a sus ocupantes: si el poder, corrompe, el poder absoluto, corrompe absolutamente.
Es cierto, la sobrina se jacta de ser heredera biológica y política de Víctor Cervera, y sus seguidores (entre los que se incluyen los hijos del finado líder) reconocen que Ivonne Ortega no sólo heredó el liderazgo del “cerverismo” sino, también, los tamaños para igualar y superar las alturas nacionales que alcanzó el político dzemuleño.
Contra lo que piensan o dicen los cerveristas “de ahora”, no creo que Ivonne Ortega sea la persona indicada para liderar a lo que queda del cerverismo, al menos nó al cerverismo de cepa, al de Víctor Cervera. Lo avasalló, sí, aprovechando su desorientación tras la muerte del Cacique de Dzemul. La Seño de los Cochis se apoderó de él mediante dádivas y componendas con algunos de sus “integrantes históricos” (Nerio, Wilberth, el Profe Flores, Sergio Pliego, Paitano Guzmán, Hervé, Miguel Rubio, Berlín, etc.) y numerosos cerveristas de la “nueva hornada”, tan nueva tan nueva que nunca alcanzó a demostrar el “amor a la camiseta” de los viejos cerveristas, sólo tuvieron tiempo y ocasión para proyectar su amor por el dinero y por los altos cargos (Hevia, Quintal, Leticia Mendoza, el Chel Carrillo, Víctor Caballero, Jorge Carlos Ramírez, Lucely Alpizar, Naxoncito Zapata, Dafne López, etc.). Ojo: la generación actual de “cerveristas enfebrecidos” ni siquiera aparecían en la hoja de ruta del cerverismo en funciones, pues eran apenas, cuando mucho, “ayudantes” de los neocerveristas. Algunos ejemplos conocidos: Ivonne Ortega, a pesar de que no sabía escribir (ni a máquina ni a mano), era la secretaría del Chel Carrillo en el Municipal de Mérida (el Chel se deshizo de ella y se la mandó a Nico Andrés, al Patronato del PRI); Elsy Sarabia no alcanzaba a despuntar siquiera en la organización priísta de Hoctún; Alejandro Bojórquez, repudiado en Hunucmá, se había convertido en “peón de estribo” de Blanco Pajón; Juan Ricárdez vivía de las igualas de los municipios gobernados por priístas a los que “les cuadraba las cuentas”. Y así por el estilo los que restan…
El hecho de no ser vista ni aceptada por el grueso de los “cerveristas” como líder natural, como la heredera lógica del tío desaparecido, puede representar a mediano y largo plazos riesgos de fracturas políticas; fracturas que pueden empezar con las próximas postulaciones y que se pueden multiplicar y agravar con miras al recambio gubernamental y a los acomodos del 2012. Veamos un ejemplo: a pesar del apoyo incondicional y decidido para que la arquitecta Araujo se quedara con la Presidencia de una comisión en la Cámara de Diputados, no lo logró (y no lo logró, básicamente, porque no tiene las tablas ni los tamaños que el cargo amerita). Pero Felipe Cervera, sin tanto ruido y sin mayor apoyo de la Madre de Todas las Campañas sí lo logró, basado principalmente en el peso que la memoria de su padre mantiene en la CNC. Si hacemos a un lado las interferencias mediáticas y los queveres y quereres, Felipe se encuentra, en estos momentos, mejor posicionado políticamente que la arquitecta preferida. ¿Será que la Ñora del Justam lo reconozca y lo acepte, así nomás, pacífica y razonadamente? Yo creo que nó…
Más graves que las disputas y las fracturas internas puede ser la reacción de rechazo que encuentren las decisiones caprichosas, autoritarias, que tome Ivonne Ortega arrastrada por su soberbia. ¿Decisiones caprichosas, excesos, como cuáles? Decisiones tan torpes, imposiciones como la posible candidatura de Mauricio Sahuí a la Alcaldía de Merida. O, todavía peor, pensar que la arquitecta Araujo, originaria de Tixkokob y con una historia personal y profesional muy turbia, puede transitar sin problemas la campaña electoral por el Municipio de Mérida. Una cosa es postular a una persona -en este caso una mujer- sin estatura política y sin empaque personal a una diputación federal y otra cosa, muy distinta, es lanzarla al combate cuerpo a cuerpo en una contienda por una Alcaldía, más en este caso, cuando la Alcaldía de Mérida resulta el último bastión que todavía resiste a la invasión bárbara, de corrupción y autoritarismo, que encabeza Ivonne Ortega y de la que Angélica Araujo es, quizá, uno de los mejores ejemplos. El descalabro sufrido por Ivonne y por Angélica en la Cámara de Diputados debiera ser tomado, por ambas, como una señal, como un adelanto de lo que puede ocurrir si la primera se empecina en convertir a su arquitecta de cabecera en Alcaldesa de Mérida.