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CIUDAD DE MÉXICO, 10 de septiembre.- Adiós al sabio Ernesto de la Peña, uno de los grandes pensadores del siglo XX, quien falleció ayer a los 84 años y quien no sólo deja una ausencia física, sino es el fin de todo ese saber que había en su persona. No sólo dominaba 30 idiomas y era una de las mentes más lúcidas de México, sino que estudió El Quijote como pocos, tradujo los evangelios del griego, promovió el conocimiento de la música clásica, en especial de Richard Wagner, Wolfgang Amadeus Mozart y César Franck, y en alguna entrevista consideró a la sabiduría como una hipótesis de trabajo porque entre más se estudia menos se sabe. Apenas el jueves pasado había recibido el Premio Menédez Pelayo 2012.
Experto y traductor al castellano de antiguos textos sagrados, nacido en la Ciudad de México el 21 de noviembre de 1927, al humanista y también catedrático del Instituto Helénico se le consideraba uno de los máximos conocedores de idiomas en nuestro país, entre ellos el árabe, el griego, el sánscrito, el provenzal, el hebreo, el arameo, el siriaco, el etíope, el acadio, el ruso, el búlgaro, el viejo eslavónico, el húngaro, los escandinavos y los jeroglíficos egipcios.
Hoy, a partir de las 12:00 horas, se le rendirá un homenaje en el Palacio de Bellas Artes. Su deceso ocurrió en su casa, en la calle de Veracruz, colonia Condesa, relatan fuentes de la Cruz Roja, que llegaron a su domicilio poco después de las 06:00 horas. “Su muerte fue causada por una falla cardiorrespiratoria”, añaden. Explican que el autor de Las estratagemas de dios se encontraba recostado en su cama, cuando fue confirmado su deceso. Sus restos fueron velados en el Panteón Francés y serán cremados hoy tras el homenaje de cuerpo presente en Bellas Artes.»»»
Fue comentarista de radio y televisión, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua (AML), gozaba de una memoria prodigiosa, fue lector asiduo y estudioso de la poesía francesa, particularmente de Charles Baudelaire y Gérard de Nerval, también de Dante Aligheri y de Alexandr Pushkin. Recientemente terminó de escribir un gran ensayo sobre François Rabelais, autor al que consideraba “sobrado de alegría y buen humor”, y trabajaba en una crónica de familia que ubicaría en tiempos de la Revolución Mexicana.
Estudió Letras Clásicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, además de sánscrito, hebreo, chino, y en su juventud llegó a reconocerse como un gran bailarín de tango, estilo que consideraba “cachondo pero elegante”. Se sabe que durante las fiestas le gustaba cantar música ranchera, boleros, tangos y música cubana.
De la Peña (1927-2012) fue un erudito cervantino. A tal punto que le dedicó varios de sus comentarios radiofónicos en Opus a la figura de Miguel de Cervantes Saavedra, planteando una de sus muchas preocupaciones. Por ejemplo, cuando señaló que para Cervantes “tuvo más importancia lo azaroso de su vida que su constancia en las letras”.
Recordó sus múltiples facetas: fue soldado, estuvo prisionero, se dedicó a cobrar impuestos e incluso estuvo 5 años en poder de los moros y participó en la batalla de Lepanto, aspectos que no iban casados con su vocación de escritor, relató en alguno de sus programas.
Y consideraba que pese a que “su vida no le permitió dedicarse plenamente a la escritura, creo que fue muy bueno que así sucediera, porque tal vez si hubiera sido literato de tiempo completo, no habría tenido toda la experiencia humana que necesitaba para escribir lo que escribió”.
Aunque lamentaba que su magna obra, Don Quijote de la Mancha, hiciera olvidar “otras obras deliciosas de su pluma”, por ejemplo La Galatea, Novelas ejemplares y Los trabajos de Persiles y Sigismunda. Incluso se olvida Viaje al parnaso, “una colección de poemas con dedicatoria; y se olvidan otras cosas porque su producción fue muy a trancos, muy a salto de mata”.
Pero el autor de La rosa transfigurada también dedicó algunas consideraciones a Alexandr Pushkin, al que llamó “el poeta nacional de Rusia”, por ser “el cantor inspirado, profundo y de un lirismo maravilloso, que abarca todo el panorama de la vieja tradición popular rusa”.
Esta reflexión la sustentaba en que indirectamente Pushkin fue el autor de la gran mayoría de las óperas rusas de ese periodo. “Fue el gran patriarca no sólo de las letras rusas, sino de la música nacionalista rusa”.
Para el poeta y director de la Academia Mexicana de la Lengua (AML), Jaime Labastida, el fallecimiento de Ernesto de la Peña es una pérdida irreparable en el panorama de la cultura en México, un hombre al que definió como sabio, humilde y un gran humorista que supo vivir, una enciclopedia ambulante, por lo que pidió que Conaculta reedite sus obras completas y se recopilen sus intervenciones en radio y televisión.
Consideró que su trabajó difícilmente lo realizará otro intelectual en nuestro país, pues fue el único en dominar tantas lenguas de familias diferentes entre sí. “Fue una personalidad insólita y no sé cuántos decenios deberán pasar para que se produzca alguien como él. Fue un hombre que supo vivir”.
También recordó que durante las sesiones de la Academia, de la Peña permanecía en silencio durante buen tiempo de las discusiones para luego intervenir sin la ayuda de libros o diccionarios y dar una cátedra sin titubeos.
“Verdaderamente dejaba a todos asombrados. Hay quienes tenemos que acudir a un guión, una cita, un diccionario, un libro… él tenía una memoria prodigiosa y hablaba sobre cualquier tema, fuera de cultura popular o de un tema erudito. Incluso, para hablar de un fonema o grafema, se remontaba al sánscrito y contaba cómo había sido su nacimiento en la tradición grecolatina”. Y consideró que para la AML sus aportaciones fueron invaluables, particularmente en la Comisión de Consulta y en sus intervenciones en el pleno, donde se le extrañará profundamente.
Para el poeta Eduardo Lizalde, De la Peña fue uno de los grandes eruditos, gran sabio, brillante y es una lamentable ausencia, “porque no sólo se pierde la persona, sino todo lo que hay detrás de él. Le dieron el premio Menéndez Pelayo el pasado jueves, que sólo se les da a los grandes eruditos”.
Es el luto en la cultura, donde las personalidades como el rector de la UNAM, José Narro Robles; la presidenta de Conaculta, Consuelo Sáizar, la directora del INBA, Teresa Vicencio, y la comunidad cultural y mundial lamentan el deceso de De la Peña.
Al respecto, el escritor y también académico Felipe Garrido consideró que De la Peña se parecía en gran parte al francés François Rabelais, el gran escritor medieval que era dueño de una alta cultura pero que no desdeñaba las demás manifestaciones de la vida.
“Ernesto de la Peña no sólo fue un erudito en los grandes temas como literatura, geografía y la alta cultura, sino que también tenía una gran sabiduría para la vida, pues conocía de vinos y buena mesa, de antros y música popular. Además, la conversación con él siempre era gratificante, sin dejar de lado esa exigencia que tenía para hacer bien las cosas y no navegar en la superficie”, apuntó.
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