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Si no tenemos consciencia de las diferencias corremos el terrible riesgo de repetir errores. Y hoy el mundo no perdona esos errores. Resbalones como los de los 80 y los 90 harían picadillo de México y los mexicanos.
En 2009 nuestra perspectiva es complicada. No se ha hecho lo correcto en materia de petróleo: la fuente se agota y la industria llora inversión para su última etapa.
No se ha hecho lo correcto en materia de contribución del ciudadano al estado mexicano. Tercamente se opusieron al único impuesto que nuestra cultura paga —porque no le queda de otra— el IVA generalizado.
El sistema se basó en cantar "derechos" sin acentuar "obligaciones". El resultado fue la creencia de que lo de los demás "es mío": sólo tengo que tomarlo. No hemos hecho lo correcto en aplicación de justicia, en vigilar que la ley se cumpla y en castigar a quienes han delinquido. En vez de aplicar leyes, se han hecho apelaciones a "condiciones".
Y el peor pecado mexicano de las últimas décadas: la farsa educativa.
Rehenes de un sindicato, los alumnos pasaron "de noche" por la escuela. Basta con echarle una mirada a los letreros que abundan a lo largo y ancho de todo el país para concluir que la alfabetización fue un fraude. Ésa es la única palabra correcta: fraude. Fue un robo a la nación. Los "maestros" consiguieron sus "plazas" y se mantuvieron fuertes en torno a su sindicato. La educación en sí, el proceso de inculturización académica, se convirtió, con el paso del tiempo, en la misión que no les habría de dar la gana de atender.
Brasil hoy produce aeroplanos que sustituyen favorablemente en todos los aspectos a los que se fabricaron antes en Estados Unidos o en Europa. ¿Qué hacemos en México? ¡Ni siquiera tenemos una industria automotriz propia!
¿Por qué? ¿Qué nos ha sucedido? Porque tampoco logramos una industria de software como la que viene "tumbando caña" de La India, China, Brasil, Romanía, Rusia y otros países con las mismas oportunidades que tuvimos en México.
De nuevo: sufrimos un proceso educativo carente durante todas sus etapas de verdaderos estímulos para enriquecer la inteligencia del educando. Los maestros del sindicato y los de las escuelas privadas han contribuido a varias generaciones de gente mediocre, incapaz de escribir una simple carta sintáctica y ortográficamente correcta.
El panorama es triste. Es hora de sacudirnos y reaccionar. Hay que detener el proceso de mediocrización que estamos tan entusiasmadamente promoviendo en nuestra sociedad. ¿Por dónde puedes tú empezar, estimado lector?