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En solidaridad con Artículo 7 por la violación a la libertad de expresión de la que fue víctima.
En una sociedad sana, democrática y tolerante, sus gobernantes no pueden aspirar a sólo escuchar lo que quieren escuchar, o dicho de otra forma, no puede aspirar a que detrás de sus actos haya sólo palmaditas en la espalda. Uno de los mayores pecados de los políticos es su inmensa soberbia. La clase política tiene la piel muy sensible a la hora de las críticas. A veces olvidan que al ser figuras públicas inevitablemente están en la mira por sus actos.
Y si la crítica aparece es porque alguien —con nombre y apellido— no está de acuerdo con la forma de proceder de las autoridades, las cuales no son necesariamente sinónimo de permanente eficacia, ni cuentan con la venia ciudadana para hacer lo que les venga en gana.
Así las cosas, la crítica debiera ser analizada, rebatida, pero jamás censurada ni mucho menos intimidada. Se puede estar de acuerdo o no con la crítica, pero cuando el que gobierna no la acepta, entonces estamos ante un cacicazgo gubernamental.
Mucho cuidado cuando en una sociedad no haya críticas, porque entonces habrá perdido uno de sus derechos fundamentales. Focos rojos cuando un gobernante no reciba críticas de los medios de comunicación, porque entonces el autoritarismo habrá conseguido su abyecta sumisión, ya sea a través de "favores", apoyo económico vía publicidad o simple intimidación.
En Yucatán existe un fenómeno mediático que se traduce en cero críticas a la gobernadora en la mayoría de los medios locales. Por el contrario, abundan silencios y hasta apapachos al ejecutivo a la hora de analizar su gobierno. Por ello, actualmente en nuestro Estado el periodismo libre vive horas oscuras: porque esos medios no ejercen su derecho ni asumen su papel en cuanto a la crítica se refiere.
Y algunos dirán que hay de críticas a críticas, y es cierto, porque algunos se valen del anonimato para difamar, o de la mentira para criticar sin sustento.
Sin embargo, a la luz de la necesidad imperante de una sociedad crítica para el correcto funcionamiento de la democracia, ese riesgo es preferible. Bien lo asentó Voltaire hace más de dos siglos:"No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo".