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Me queda claro que nuestro estado desde hace aproximadamente tres años se halla secuestrado por la pandilla neo cerverista que encabeza Ivonne Ortega. Jamás desde que tengo uso de razón recuerdo tan mal gobierno. No me acuerdo de un régimen tan ineficiente, tan alevoso, tan ajeno a la voluntad de solucionar la problemática que cotidianamente aqueja a nuestros ciudadanos.
Me queda claro que nos las vemos con un régimen partidario de los viejos
métodos, que simpatiza con el autoritarismo (lo que se pone de manifiesto
en la simpatía externada por altos funcionarios del gobierno en funciones a
la dictadura chavista, cosa que no es solamente deplorable, sino que además
revela su talante rupestre, habida cuenta de su afección a las formas más
acedas de socialismo, en vez de preferir las versiones evolucionadas, como
el escandinavo), que opta por las cuestiones teatrales y efectistas, por la vieja fórmula de dar al pueblo pan y circo, por los arcaicos métodos corporativistas y por ese tipo de cosas que juzgábamos ya superadas....
Es evidente que la sociedad se encuentra amordazada, que los medios de
comunicación se encuentran sometidos, que la desorganización campea
en lo concerniente a los aspectos administrativos, financieros, logísticos
y operativos. Es más que claro que la opacidad impera, que no existe la
transparencia en la gestión gubernamental y que se ignora olímpicamente el
concepto de rendición de cuentas.
Es manifiesto que la gente tiene miedo, que ha revivido antiguos temores y recuperado añejas angustias: a ser espiado, a incurrir en la cólera del poderoso, a ser objeto de represalias en su persona, sus bienes, su familia o su empleo, a la primera muestra de independencia de criterio o disidencia. Muy triste resulta percatarse que aún persisten vicios y prácticas perversas que juzgamos erradicadas para siempre, del prontuario de usos y costumbres de la clase
política.
La oposición ha cometido errores tácticos sensibles: se ha dividido facilitando al oficialismo la tarea de enfrentarla, ha sido cooptada, ha cedido al reparto de prebendas y acuerdos en lo oscurito y lo peor, se ha alejado de la ciudadanía.
Los organismos intermedios han perdido dinamismo, han disminuido
sensiblemente sus cuestionamientos, han omitido muchas de sus críticas
o las realizan en ámbitos que carecen de impacto social. Hasta entidades
históricamente antagónicas como la iglesia, al menos en lo correspondiente a la jerarquía, se han exhibido abiertamente permisivas y complacientes.
Lo que es un hecho, es que los yucatecos y en especial los meridanos no podemos tolerar que prevalezca semejante orden de cosas, no podemos dejar de involucrarnos en cuanto compete a la administración pública, no debemos inhibir nuestra participación electoral, autorizando tácitamente todo género de excesos.
Más allá de las tareas que atañen a los partidos políticos de oposición,
corresponde a la sociedad yucateca alzar la voz, organizarse y participar
para poner término a los excesos de la pandilla de Ivonne Ortega. Es
imprescindible hacerlo con ánimo asertivo, trascendiendo las diferencias
personales y las animadversiones casuísticas o transitorias. Decidámonos a
tomar en nuestras manos el futuro de nuestra entidad. Nuestros hijos nos lo
agradecerán.
Dios, Patria y Libertad