767 palabras
"Así no estás haciendo amigos, Franz Fortuny..."
Eso me dijo el amigo. Se estaba refiriendo a las consecuencias del trabajo que un servidor y mis socios realizamos y colocamos bajo el nombre de Artículo 7.
"Yo, en la vida, lo único que persigo es hacer amigos..." Ésas fueron las palabras de otro "amigo". "Quiero vivir tranquilo y creo que la manera de lograrlo es ganando amigos."
¿Te imaginas, amable lector, los enemigos que nos estamos echando encima cuando destapamos la cloaca y dejamos ver lo que se guarda en el contenedor de sustancias de mal olor?
Y es que, amable lector, quien esto escribe hoy se acusa de haber sido ingenuo, tonto, "naïve" (perdón por el pochismo afrancesado). Sí, lectores, es un error dejar de ver el fondo de las cosas.
Los mecanismos de control electoral, en todo el mundo, no encuentran manera de hacer que los resultados de las campañas políticas no sean sólo materialización de los deseos de quien más pagó. Se acercan los grandes encumbrados, de abultadas cuentas bancarias y expedientes en el registro público de la propiedad. Buscan más. Es normal: son parte de la naturaleza. Si no, ¿cómo se explica que a lo largo de 1.5 millones de años el único camino exitoso para la evolución fue que 250 millones de espermatozoides se lancen tras un solitario óvulo?
Es que así la evolución se asegura. Y también los millonarios quieren ser más ricos, porque así se aseguran. Se aseguran de conservar lo que ya tienen y de alejarse cada día más de la posibilidad de perderlo o de que disminuya. Está aún fresco en nuestra mente el caso del miserable que, después de haber perdido diez mil millones de dólares, se suicidó, con todo y que aún le quedaba otro tanto igual.
"Es su dinero y él o ella puede hacer lo que quiera... con su dinero". Así dicen, ¿verdad?
El chisme social continúa en su apogeo. Náuseas dan comentarios sobre riquezas realmente inexistentes, pero que en la fábula torcida, probablemente empujada por los vendedores de "sus verdades" —Por Esto! y compañía— los "inteligentes" miembros de nuestra "alta" sociedad incluyen en sus "sabias y perspicaces" conversaciones: "¡Ay, por favor, ve la casa que se hizo fulanita!" Expresión vacía de contenido real, pero rumoreada una y otra vez, hasta el cansancio, para empujar la confusión, el río revuelto.
Río en el que ganan los pescadores de votos sucios.
Aquí en Artículo 7 sólo queremos como amigos a los amantes apasionados de la verdad, esa que todos podemos comprobar usando los mismos ojos y oídos. Si un acto injusto de los desenmascarados se desata sobre nosotros, sabemos que sí tendremos amigos que con coraje nos salvarán. ¿Cierto o no, lector(a)?
La confusión es el paraíso del mal. La confusión lleva mentira mezclada con verdad, la peor forma de falsear la realidad.
Hay un partido político —uno, no te confundas, lector, es UNO— que basa toda su estrategia en la confusión y la mentira. Un partido político es sólo un conglomerado virtual de gente que piensa y siente igual: algunos como líderes y otros como seguidores porque creen que necesitan a sus líderes. Sólo la mentira y el constante falseamiento de los hechos lo soporta existente aún hoy en día. Y ese partido tiene su órgano de información oficial en Yucatán, órgano dirigido por seres que han advertido con toda claridad a su postor: "aquí las cosas cuestan".
En alguna ocasión, Lía habló con su padre de los cínicos. El cuadro por excelencia que hace brillar el concepto es la inclusión del rotativo "La Verdad de Yucatán". Un papel más al servicio de la simulación y la proliferación de lo falso. Un ingrediente más para sazonar el bocado de confusión con que peligrosamente puede ser tragado Yucatán, entero.
¡Tenemos mucho trabajo por delante, y es de todos! ¡No se lo confíes a nadie! ¡Debes hacerlo tú misma(o)!