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Estamos cayendo a un abismo oscuro de desinformación total. En esa profundidad, ya nadie oye lo que otros dicen, ya nadie cree lo que oye y ya nadie sabe si lo que sabe es real o es ficticio.
Los subjetivistas de moda por un tiempo —hoy en tela de juicio como todo— dirían que “las cosas son como cada quien las vea”. Y esto es falso de toda falsedad. Las cosas son como son, no como “cada quien las vea”. La realidad es y sólo puede tener una versión: ella misma.
En nuestro país se está dando hoy un repugnante fenómeno de divorcio entre lo que se percibe de la realidad y lo que la realidad es. Como en todo delito —porque la situación es el resultado de un delito social— hay culpables y hay víctimas.
Si conocemos el delito y podemos apreciar sus consecuencias —la desinformación total de la gente— debemos encontrar al culpable y sentarlo en el banquillo de los acusados, juzgarlo y condenarlo.
A todo lo largo del siglo 20, el poder público total estuvo bajo el control de un solo tipo de mexicano: el priista. Es un tipo nacional que básicamente se define porque simula en vez de hacer. Hace como que hace lo que dice que hace: entre 15 y 20% sí, lo hace. Más de 80% es simulación total. Este tipo de mexicano generó un tipo de prensa, radio y televisión: hicieron como que informaron e hicieron como que entretuvieron. También, en ese mismo porcentaje lo que realmente hicieron fue: 1) contar las historias que el tipo de mexicanos en el poder —los priistas— necesitaban para parecer “correctos” y 2) generaron programación perfecta para generar una especie de estupidez colectiva, sumisa a los cuentos del tipo de mexicano que detentó el poder.
En algunos lugares —como Yucatán— existieron medios que se negaron a quedar bajo el control del tipo de mexicano incrustado en el poder; fue ese tipo de mexicano que engendró —como “respuesta” a la prensa libre e independiente— lo más aberrante e insultante para una comunidad: la prensa mercenaria, perfectamente materializada en el diario Por Esto!. Reparten papel por el que cobran: el lector paga para que se le engañe. Así Yucatán se convirtió en el hostal de los 2 extremos y sufre las consecuencias de una modernidad que se le atraviesa.
La irresponsabilidad administrativa, la opacidad en el manejo del erario, el endeudamiento injusto y el gobierno de simulación —creador de impuestos populistas— son consecuencia de un solo factor: el abismo de la desinformación.