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En días pasados vivimos todos en México una verdadera turbulencia fiscal: el Congreso Federal recibió una iniciativa de reformas llena detemas delicados y controversiales, por decir lo menos; los partidos políticos inmediatamente se pertrecharon detrás de sus "ideologías" y con la mira puesta en sus privilegios e intereses particulares se prepararon a dar la batalla por los ingresos y por el presupuesto. En este escenario, los diversos actores de la vida económica del país se manifestaron de formas variadas y nadie parece estar dispuesto a dar su brazo a torcer, especialmente si consideramos que la reforma fiscal (en su versión más acabada después de su paso por ambas cámaras de ida y vuelta) reitera una política de seguir cobrando a los que ya pagamos y sostenemos al país subiendo el ISR y el IVA, además de otras cargas indirectas.
En medio de todos los jalones, el titular del Poder Ejecutivo salió a declarar que era injusto y hasta inmoral que hubiera esas grandes empresas que pagaban "apenas 1.7% en promedio de impuestos" y que tenían que pagar más, que no importaba que apoyaran obras filantrópicas; debo confesar que no entendí, el 1.7% ¿de qué?, y no estaba seguro de a qué impuestos se refería ni de lo que tenían que ver las obras filantrópicas. Lo que sí entendí era que esta declaración implicaba una agresión y una acusación claras: las grandes empresas no pagan lo que deben pagar, 1.7% no es suficiente.
Pocas horas después escuché al secretario de Hacienda hablar de lo mismo y precisar (según lo que yo entendí) que las grandes empresas habían pagado en el pasado reciente alrededor de 1.7% de impuesto sobre la renta como proporción de sus ingresos totales; revisé la iniciativa de reforma que se envió al Congreso y, en efecto, dice (refiriéndose a los grupos en consolidación) que "el pago agregado por concepto del ISR individual y consolidado y del IETU que efectuaron estas empresas y los grupos en los que consolidan, correspondiente al ejercicio fiscal de 2008, representó apenas 1.78% del total de sus ingresos declarados para el ejercicio fiscal de 2007".
Habiendo ya entendido la aseveración, lo que sufrí fue una profunda preocupación; me parece que esa afirmación aún cuando puede ser estrictamente cierta y matemáticamente correcta, es injusta, genera una molestia innecesaria en quienes la escuchamos y no aporta para la solución de la crisis en la que estamos metidos hasta el cuello. Es injusta, porque con alrededor de 107 millones de mexicanos y una población económicamente activa de alrededor de 40 millones de esos mexicanos, hay apenas unos 25 millones de contribuyentes registrados. De esos 25 millones, hay cerca de 817,500 empresas registradas como contribuyentes; de entre ésas, algo así como 13,800 son consideradas como grandes contribuyentes, es decir, visto desde otra perspectiva, las grandes empresas representan apenas 0.04% del universo de contribuyentes registrados.
¿Y dónde está lo injusto, se preguntarán? En que esas grandes empresas, ese 0.04% de los contribuyentes, aportó casi 45% de los ingresos tributarios netos a junio de este año; ¿entonces, son esas grandes empresas las que no aportan y merecen ser atacadas públicamente?
Además, la afirmación de la Secretaría de Hacienda genera una seria molestia en quienes la escuchamos y acabamos de enterarnos de que nuestro impuesto sobre la renta subió de 28% a 30% y el IVA a 16%; ¿cómo no molestarnos si las grandes empresas pagan solamente 1.7%? Habida cuenta de esta natural molestia, hay que aclarar que las empresas, chicas y grandes, las que consolidan y las que no lo hacen, las PYMES y las otras, todas pues, pagan 28% de impuesto que debe calcularse SOBRE SUS UTILIDADES y no así sobre los ingresos totales.
Una empresa que pagó 1.78% de ISR calculado sobre sus ingresos totales fue una empresa que tuvo utilidades por alrededor de 6% en el año, y que sobre dicho 6% pagó 28% de ISR. Si bien es cierto que 6% puede parecernos una utilidad no muy llamativa, lo cierto es que esas empresas pagan también al 28%, no al 1.7%. El ciudadano común que no entiende de estas cosas percibe en esta afirmación, misma que muchos medios electrónicos no han perdido oportunidad de magnificar, una profunda disparidad y una terrible injusticia.
Esta molesta percepción de disparidad e injusticia, tan eficientemente alimentada por políticos como López Obrador, poco hace por la causa de México como un país próspero y de oportunidades. Hay sin duda injusticias implícitas en el sistema fiscal, es cierto también que hay privilegios insostenibles dentro de los esquemas legales, pero son solamente fruto de negociaciones de los partidos políticos para favorecer a quienes les ayudan a obtener o a permanecer en el poder.
Enfrentemos el problema de la recaudación y de las disparidades en el Congreso y construyamos un sistema fiscal que permita que todos contribuyamos y no solamente unos cuantos; hay que atacar a los verdaderos defraudadores fiscales y terminar con los privilegios. Desafortunadamente con el sistema de partidos y complicidades políticas en el que vivimos veo muy difícil que lo logremos en el corto plazo, a pesar de la buena voluntad y probada capacidad de muchos de nuestros funcionarios públicos de primer nivel.
Por lo pronto, no vilipendiemos a unos cuantos para obtener victorias legislativas de dudosa eficacia; me temo que si mantenemos estas actitudes, terminaremos por romper el de por sí ya frágil tejido social que mantiene unido a este país.
NOTA: La información citada puede consultarse en la página de internet del SAT (www.sat.gob.mx). Buscar: Transparencia-Transparencia Focalizada.