Susan Yoshihara examina un trabajo reciente sobre mortalidad materna y descubre que la solución casi exclusiva de la ONU para disminuir la cantidad de muertes de embarazadas es que haya menos mujeres en ese estado, en vez de brindarles la ayuda médica básica que realmente necesitan.

En todo el mundo, muere en el parto casi la mitad de las mujeres que fallecían 20 años atrás, según afirma un informe de la ONU. La buena noticia esconde el triste hecho de que, en muchos países, las mujeres que quieren tener más hijos continuarán poniendo en riesgo sus vidas para hacerlo.

A nivel global, hay menos muertes maternas porque nacen menos bebés. A nivel individual, menos embarazos pueden disminuir las probabilidades de que una mujer fallezca al dar a luz. Pero en los lugares donde las mujeres eligen tener familias numerosas, siguen enfrentando riesgos altos y hasta extremos, de acuerdo con el nuevo informe. En países de bajos ingresos, las mujeres tienen 1 posibilidad en 56 de morir por causas relacionadas con el parto, mientras que para aquellas de países ricos, la probabilidad es de 1 en 4200. En el África subsahariana, el riesgo es de 1 en 39, cuatro veces y media el promedio mundial.

Durante años, las organizaciones benéficas más destacadas convirtieron a la planificación familiar en la prioridad número uno al abordar la mortalidad materna, en un intento de reprimir aun más la fertilidad. Las intervenciones médicas que realmente hacen frente a la salud materna (como ser la atención del parto por personal de salud cualificado y los cuidados prenatales) fueron relegadas a segundo o tercer lugar en el listado de subvenciones.

Una de las razones es que a los organismos les resulta más fácil distribuir anticonceptivos que poner a punto sistemas de salud distantes. Otra, es que pueden medir la prevalencia del uso de anticonceptivos más fácilmente que evaluar mejoras cualitativas en la asistencia médica. En este tiempo de austeridad económica y exigencias de rendición de cuentas por parte de los donantes, los intereses particulares de los organismos manejan prioridades de financiamiento que pueden no tener mucho sentido desde el punto de vista de la medicina.

Tomemos por ejemplo la respuesta del Director Ejecutivo del UNFPA, Babatunde Osotimehin, ante las nuevas cifras. Con los mismos términos que su predecesor utilizó respecto de informes previos con cifras muy superiores, Osotimehin promovió aún más la planificación familiar al decir: Sabemos qué hacer; sabemos cómo hacerlo. Simplemente seguiremos intensificando esto.

Impulsando también la agenda de salud materna, hay rigurosos objetivos fijados a nivel internacional que no necesariamente reflejan las realidades locales. A comienzos de siglo, los líderes mundiales acordaron recortar el índice de mortalidad materna en sus países y en todo el mundo en un 75 por ciento para el 2015.

Cada uno de los países que alcanzó la meta experimentó una disminución de la fertilidad, según los cálculos de la ONU. De esos diez, todos los países en desarrollo, excepto uno, sufrieron una disminución drástica. El resto de los países de la lista (europeos) ya contaban con índices de fertilidad por debajo de 2 niños por mujer, y los disminuyeron aún más.

Por el contrario, un tercio de las mujeres que murieron al dar a luz en 2010 eran de la India y de Nigeria, donde la pobreza sigue siendo alta y el tamaño de las familias es relativamente grande, en promedio. En general, las mujeres enfrentan un alto riesgo de morir al traer hijos al mundo en 40 de los 180 países evaluados. Una mujer de Chad o Somalia, que, en promedio, tuvo más de 6 hijos entre 1990 y 2010, enfrentó el riesgo más alto de vida del mundo. Esas naciones devastadas por la guerra son las únicas con mortalidad materna extremadamente alta, según el informe.

Entonces, a pesar de que el informe se jacta de que Todas las regiones ODM experimentaron un descenso en el índice de mortalidad materna, nada indica que los esfuerzos mundiales que priorizan la planificación familiar hayan marcado una diferencia para las mujeres pobres o para las mujeres de los países que favorecen las familias numerosas.

De hecho, el índice de mortalidad materna podría ser mucho mayor de lo que piensan los especialistas. El índice de mortalidad es alto en lugares donde la información es más escasa. El informe admite que hay datos adecuados sólo donde ocurren apenas 15 por ciento de los nacimientos, mayormente en el mundo desarrollado. No hay información en absoluto para 27 de los 180 países estudiados, y otros 88 carecen de buenos datos.

En resumidas cuentas, a pesar de que se perfeccione la recogida y el análisis de datos, nadie sabe a ciencia cierta cuán mala es la situación para la mayoría de las madres. El informe llega a la conclusión de que no es posible explicar por completo por qué algunos países tuvieron disminuciones más pronunciadas que otros, o por qué algunos no progresaron.

En vez de priorizar la reducción de la fertilidad a través de la planificación familiar como lo hace la ONU, los ministros de salud que se reunieron en Washington el mes pasado hicieron hincapié en el mejoramiento del cuidado de la salud materna y de los sistemas de atención del parto.

El Ministro de Salud de la República Dominicana, el dr. Bautista Rojas, dijo que los componentes clave del programa de su país son la atención obstétrica de emergencia, una serie de prácticas de atención materna centradas en salvar vidas, y un sistema de formación profesional y supervisión mediante listas de control, que mejoraron la calidad de la atención.

El dr. Mam Bunheng, de Camboya, atribuyó el éxito al fin de la guerra, al crecimiento económico, al mejoramiento de los caminos, a la telefonía celular, a más y mejores centros de salud y a parteras capacitadas. Su país ofrece incentivos de obstetricia que otorgan 15 dólares a los centros de salud y 10 a los hospitales de referencia por cada nacimiento vivo en el establecimiento.

Contra la postura de los organismos de ayuda internacionales, el ministro de salud de Camboya ubicó casi en último lugar la planificación familiar en la lista de los seis desafíos que su país enfrenta y puso a la cabeza la supervivencia de los recién nacidos, las conexiones con los hospitales y el mejoramiento de la calidad de la atención.

Esta campaña para disminuir el número de embarazos como principal forma de reducir las muertes maternas permanece intacta desde décadas previas a los informes de la ONU que afirmaban que más de 500.000 mujeres mueren anualmente al dar a luz.

La ONU se vio obligada a corregir esa cifra llevándola a casi la mitad después que un grupo de investigadores independientes de la Universidad de Washington cuestionó los datos y la metodología de la ONU en 2010. En ese entonces, algunos investigadores sostuvieron que sus colegas de la ONU estaban comprometidos al tener también la función de fijar políticas.

Esta es la segunda edición consecutiva del informe de la OU que compara su metodología con la de los investigadores independientes, admitiendo de hecho que ya no son el patrón de oro en la investigación sobre salud materna.