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Señora gobernadora, si yo tuviera la posibilidad de tenerla frente a mí le diría, para empezar, que yo no voté por usted. No lo hice por razones que hoy día se han multiplicado en forma exponencial. Le diría que en lugar de sentirme orgullosa porque usted es mujer y yucateca como yo esos hechos me avergüenzan.
Que usted no se lanzó a ocupar un puesto público para servir, sino para exhibirse y satisfacer su insaciable narcisismo.
Que no sólo no ha mostrado el menor interés por mejorar, desarrollar, contribuir a un crecimiento económico sano del estado que gobierna, sino que en realidad, esos procesos la tienen sin cuidado.
Que lo único "bueno" que ha hecho por el pueblo maya, del que tanto ruido hacen las agencias gubernamentales, ha sido apropiarse de los bordados tradicionales de las mujeres mayas para beneficio suyo y el de sus socios, con el fin de enriquecerse con su empresa del vestido, que sin recato alguno sugiere su nombre.
Nuestras mujeres mayas pauperizadas no han ganado nada de esa falsa imagen con la que usted aparece todos los días en los medios exhibiendo los "bordados yucatecos", que ellas continúan elaborando como siempre, al mismo tiempo que siguen dobladas sobre el comal preparando sus tortillas y "buscándose la vida".
¡Qué mejor nos hubiera ido a todos si usted vistiera sus trajecitos sastres de colores menos brillantes y que se pusiera a trabajar de verdad por el Yucatán ése que usted dice "que habla" y por el que llora cada vez que sale a escena!
Así nos prometió en sus campañas antes de que nos ocurriera el desastre, llamado por usted "su triunfo".
Es de lamentar que, desde su llegada al poder el 1 de agosto de 2007, su posición ha significado para todos los niveles de la sociedad yucateca nada más que una pesadilla de la que quisiéramos despertar.
Le aconsejaría que si todavía le queda decencia y dignidad, lo mejor sería dejar su puesto público y dedicarse de lleno a la farándula que es lo que realmente anhela.
Perfecciónese en la jarana, tome un diplomado de modelaje, que a todas luces es su verdadera vocación y estudie actuación, para estar a la altura de sus amigos a los que sí ha sabido apoyar.
Si yo la tuviera frente a mí y pudiera lograr que me escuchara, le diría que todos los días, desde aquel negro agosto de hace tres años, la frustración e impotencia han crecido entre los ciudadanos y las ciudadanas a tal grado que dudo le permitamos concluir su período. Le diría que cuando leo las noticias que describen las aberraciones y excesos que comete ante a los medios, frente a aquellos que se oponen a su "gobierno" -si así se puede llamar- su actitud frente a las críticas, frente a la inconformidad de unos ciudadanos que ya no resisten más, llega a ser tanta mi desesperación e impotencia que preferiría que el feminismo jamás hubiese existido.
Su gobierno ha cometido graves atracos a través de programas de "ayuda" como "Cobijar", "Pasos que dejan huella", "Producir", "Reconocer", "Compartir" y muchos otros que realmente son para tapar el Sol con un dedo -puesto que nos han dejado más pobreza, desempleo y desesperanza de las que había antes de su llegada al poder- son programas que sí, en cambio, han jalado más riqueza pa' sus arcas y las de sus allegados.
Le diría, señora gobernadora, que regrese a la primaria a repasar matemáticas o, en el peor de los casos, si cree usted saber también de números, entonces carece de vergüenza o bien piensa que nosotros no pensamos, porque equivocarse por 66 millones resulta absolutamente imperdonable.
Le diría que si de inventar posiciones para amigos y parientes se trata, al menos escogiera a los más aptos y que no sea nada más para sustraer los tesoros públicos, sino para contribuir al mejor funcionamiento de nuestra sociedad.
Le diría en forma enfática que lo que más nos conviene a todos es que abandone el puesto de jefatura de nuestro querido estado, que no se merece ni usted ni Yucatán.
Muchos de los que deseamos con vehemencia que renuncie y que devuelva al pueblo todo lo que le ha arrebatado no somos ni partidarios ni partidistas de grupos políticos.
¡Qué abra sus ojitos, aunque sea una vez, ya no para ponerse el rímel y la sombrita, sino para ver lo que está sufriendo el pueblo que hoy padece hambre. Por ello le sugeriría que, en lugar de hacer gimnasia con nuestros impuestos, cumpla sus obligaciones ya que en virtud de sus desviaciones ha dejado inerme a Yucatán, hoy por hoy calificado como un desastre económico en todos los rubros imaginables.
Señora gobernadora, si usted me diera la oportunidad, le diría muchas cosas más que estoy segura no le gustaría escuchar.- Mérida, Yucatán.
mpfortuny@gmail.com
*) Investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (Ciesas)