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Al paso que va, inevitablemente Ivonne Ortega habrá asegurado que su gobierno sea recordado eternamente en los anales de la historia yucateca y se habrá ganado a pulso la inmortalidad. Quien dude esto o se atreva a cuestionar semejante aserto, cometerá una notoria injusticia e incurrirá en un mayúsculo error: por méritos propios, el régimen orteguista puede ser considerado el peor gobierno de nuestra entidad a lo largo de todos los tiempos y en estricto apego a la verdad, Ivonne es desde ahora, la peor gobernadora de nuestra historia. Uno y otra, su administración y su titular, pueden solamente compararse a las siete plagas bíblicas que asolaron a los egipcios.
El parangón no es gratuito, ni tampoco resulta pretencioso o exagerado. Administraciones ineficientes había tocado en desgracia padecer a esta sufrida tierra y a su más aún abnegada gente, funcionarios voraces aparecieron en el universo del quehacer político local que iniciaron su desempeño en el ámbito del servicio público con una mano adelante y otra mano atrás y que concluyeron su período enriquecidos de forma escandalosa y a despecho de la maledicencia, pero lo correspondiente al equipo de la política dzemuleña rebasa todas las proporciones y adquiere matices de inaudito. Da vergüenza descubrir los actos de prepotencia y las arbitrariedades cometidas por una pandilla de incapaces, notoriamente impreparados para el desempeño de tan delicada comisión: dirigir los destinos de sus conciudadanos.
El problema fundamental de todo esto, radica en la falta de formación no solo académica sino desde el punto de vista ético de los integrantes de su gabinete, que semejan un hatajo de pelmazos pero con actitudes de facinerosos, si a esto aunamos el desconocimiento de la realidad política, social y económica de una entidad tan compleja como Yucatán, que hace gala la capitana del equipo, podemos fácilmente deducir que la situación que compete de acuerdo a pronósticos sensatos esperar, es la imperante: de franca catástrofe.
Yucatán se ha visto flagelado por la peor calamidad que puede abatirse sobre una nación: un gobierno mentiroso, una administración irresponsable, una gobernadora pachanguera, un gabinete inepto, un aparato policiaco represor, un sistema político corrupto, pletórico de políticos flojos, incapaces de dar el esfuerzo adicional que requiere una entidad condenada a vivir con la mano eternamente extendida, en espera de los subsidios que al gobierno federal le plazca otorgar. Así ha sido a lo largo del tiempo y lamentablemente Ivonne Ortega no hizo nada para que esto cambiara, porque la engañaron, la cultivaron de la manera más vil haciéndole creer que era un proyecto político nacional a largo plazo y para mala suerte, suya y de sus allegados, se quedó en proyecto, jamás cuajó y para fortuna de nuestra tierra, su temporalidad es limitada y se aproxima inexorablemente su final, con tintes inocultables de desastre. Nada podrá variar el destino de una administración que a estas alturas del partido, ya es un cadáver viviente y en pleno proceso de putrefacción.
Lo preocupante del asunto, es que haciendo patente la nula visión de futuro que le es peculiar, Ivonne Ortega dejará Yucatán endeudado por un muy largo término y seremos sus habitantes los encargados de pagar esta y otras obligaciones por ella contraídas. Los murmullos y las imprecaciones que hasta hoy se le dedican en voz baja y que irán subiendo de tono, conforme se avizore el fin de su gobierno, se lo confirmarán: el de Ivonne ha sido el peor gobierno de la historia, no pudo asegurarse la inmortalidad con grandes éxitos, así que decidió hacerlo cometiendo tropelías inigualables. Ya puede estar tranquila: lo consiguió con creces.
Dios, Patria y Libertad