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El 15 Tour de Cine Francés se está proyectando en nuestra ciudad gracias a los esfuerzos culturales de la Alianza Francesa de Mérida y la cadena de exhibición Cinépolis. Esta semana se estrenó uno de los filmes más esperados que integran esta muestra: "Las mujeres al poder" (Potiche —jarrón o florero en francés—, 2011). Su director, François Ozon, es uno de los cineastas más importantes del cine francés contemporáneo.
Ozon ha aprendido a moverse por diferentes géneros, desde la comedia ("Sitcom"), el drama intimista ("Tiempo de vivir"), el thriller ("Bajo la arena") y el musical ("8 mujeres"). Se interesa en mostrarnos la vida cotidiana de sus personajes. Introducirnos a un mundo interior a través de situaciones anecdóticas que revelan conflictos universales y, de paso, destruyen prejuicios morales y sociales.
Algunos han llamado a Ozon "el Almodóvar francés". Admiro mucho el trabajo de Almodóvar, pero he de reconocer que el estilo formal de Ozon es mucho mejor que el del director español. Se notan sus años de escuela y sus guiones terminan siendo más profundos. Si ha de comparársele con otro cineasta, sería más apropiado equipararlo con Rainer Werner Fassbinder. Comparte con el alemán el placer de mostrarnos los peores defectos de las sociedades contemporáneas, los juegos de poder entre individuos y el llevar la sexualidad al terreno de lo ambiguo.
La influencia de Fassbinder nunca ha sido negada por Ozon. No en balde decidió adaptar "Gotas de agua sobre piedras calientes". Obra teatral de Fassbinder llevada al cine en 1999. El gusto de Ozon por el teatro es otra característica de su cine. Se puede palpar su interés por Alain Resnais en diálogos teatralizados, o su adoración a Jacques Demy en el minucioso detalle en los decorados.
Al igual que "8 mujeres", "Las mujeres al poder" nace de una pieza teatral. La diferencia es que la primera era un thriller musical ambientado en los años 50, mientras que esta nueva cinta es una comedia ubicada en los 70. Otra diferencia es que en "Las mujeres al poder" Ozon sacrifica cierta teatralidad —cambios escenográficos, tomas en exterior y juegos de transición y montaje— para conseguir un ritmo más cinematográfico. El filme que fluye como el agua y en su aparente ligereza esconde mensajes políticos en torno al poder y la misoginia.
La historia se centra en Suzanne Pujol (Catherine Deneuve) una señora burguesa dedicada a escribir poemas, tejer y estar en casa sin hacer nada. Un auténtico Potiche o florero, siempre a las órdenes del Robert Pujol (Fabrice Luchini), esposo misógino y empresario tirano. Los Pujol son dueños de una fábrica de paraguas —en homenaje a "Los paraguas de Cherburgo", también protagonizada por Deneuve. Robert Pujol maneja la fábrica con mano de hierro y eso provoca una huelga de trabajadores que concluye con su secuestro. El Sr. Pujol es liberado pero su salud se ve afectada. En ausencia de su esposo, Suzanne toma la dirección de la fábrica y la historia se desata.
A la trama se suman los hijos del matrimonio Pujol: Nadège (Karin Viard) una chica casi tan reaccionaria como su padre; y Laurent (Jérémie Renier) un joven de ideas progresista y con sensibilidad artística. Para completar el cuadro, el diputado Maurice Babin (Gerard Depardieu) que apoya a los huelguistas y tratará de conquistar el corazón de Suzanne.
Hay mucho que alabar de "Las mujeres al poder", su tono fársico, su formidable elenco y un guión que sabe jugar con las reglas de la comedia romántica, pero termina minándola de contenido político y social, algo pocas usual en este género tan superfluo.
Por otra parte, François Ozon vuelve a demostrar sus mejores dotes en cuanto a propuesta visual. No hay ni un solo detalle que escape de la estilizada mirada del director. El espíritu de los años 70 está en todo: en el vestuario, los peinados —Nadége maravillosa a lo Farrah Fawcett—, el maquillaje, los decorados, la música y hasta en el estilo de dirección —haciendo uso del zoom y disolvencias propias de esa época.
La película es, además, un tributo a su protagonista. Catherine Deneuve no sólo es el pilar de Potiche, es la deidad de François Ozon. Por ello las referencias a "Los paraguas de Cherburgo" y hasta un diálogo que hace referencia a "Bella de día": "Eres una burguesa ninfómana".
El filme va más allá de la comedia, el romance, la farsa y el homenaje. Nos habla de la liberación femenina, del despertar de las mujeres en los años 70 y de las igualdades en el trabajo y la política. Suzanne es un personaje que se transforma, haciéndose consciente de sus capacidades. La Sra. Pujol descubre que es más que un adorno y tiene las capacidades necesarias para hacer el trabajo de Robert, y mejor.
Hay un planteamiento fassbinderiano en el matrimonio Pujol, una guerra de poder donde cada cónyuge luchará por dominar al otro. La violencia subyace en un tratamiento cómico pero sin trivializar el tema. Se manejan también conflictos laborales y la necesidad de entablar relaciones justas y humanas en las empresas privadas.
Maurice Babin representa a los políticos de ideas progresistas. Aquellos idealistas que soñaron en los 70 con un mundo más justo. Los mismos que, en la siguiente década, se decepcionaron con gobiernos totalitarios (irónicamente representados por la diabólica Margaret Thatcher). Y que en los 90 presenciarán como el neoliberalismo formará abismos entre empresarios y obreros.
Lo mejor: la dirección artística que no pierde ni un solo detalle de la época, la presencia de Catherine Deneuve y el contenido político y social.
Lo peor: un par de situaciones innecesarias —el baile de música disco y la canción en la escena final— y ver a Gerard Depardieu tan descuidado y con un peinado que lo hace parecerse a Jenruchito de los Polivoces.