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Ver las cosas como realmente son y tratar de transcribir esa visión, se convierte en un peligroso ejercicio, sujeto a un delicado escrutinio de los lectores. Pero si al escribir algo sólo vamos a buscar reafirmar lo que la corriente dicta, ¿para qué ocuparnos? Te aseguro, amable lector, que si tomamos la decisión de hacer un esfuerzo por afinar la visión de la realidad de México en noviembre de 2009, es porque vislumbramos algo que se ha quedado tirado, debajo del ruido, el humo, la basura y la desesperación casi generalizada.
En 2006 se efectuaron elecciones presidenciales en México. Los electores demostraron una profunda división en el país. Los resultados fueron complicados, porque sólo hubo una señal clara: el PRI se quedó muy abajo. La complicación de los resultados se desprende de la cercanía numérica de votos recibidos por el PRD y el PAN.
La oferta del PAN en política es más bien aburrida, cuadrada y poco generadora de "emociones humanas". La oferta del PRD apela a las diferencias sociales y acusa de culpables a diestra y siniestra. El PRI ofrece siempre algo muy concreto: congruencia con la idiosincracia mexicana. Son 3 ofertas muy diferentes entre sí, casi como si tuvieran orígenes en 3 países diferentes, en 3 sociedades distintas, en 3 culturas separadas por el espacio y el tiempo. Y sin embargo, las 3 ofertas son pura sangre mexicana.
El PAN en Mérida de Yucatán gozó, antes de comenzar el periodo de 20 años que podría concluir en mayo de 2010, de un apasionado y abierto apoyo, no al partido, pero sí a las banderas de lucha de los panistas de 1989-90. En esa época, nos cuentan, Patricio Patrón recorría las calles de Mérida —sur, este, oeste y hasta norte de vez en cuando— repartiendo propaganda, hablando con la gente, llevando sillas a reuniones. Era un activista nato. Los políticos eran Xavier Abreu, Ana Rosa Payán, Luis Correa Mena, Rafael Castilla Peniche, Ricardo Gutiérrez López y demás similares. A partir de la elección municipal de 1990 —observada por el enamorado de la democracia, Víctor Manzanilla Schaffer— se respetó una victoria popular que causó sensación en la ciudad al dársele a Ana Rosa Payán Cervera la presidencia municipal de Mérida.
Cabe recordar que la candidatura interna de esa elección la ganó Ana Rosa Payán Cervera por unos diez votos en una segunda ronda. Xavier Abreu Sierra, en un singular acto democrático poco común en los políticos regulares de hoy en día, evita la tercera ronda —los estatutos del partido exigían dos terceras partes de los votos— aceptando su derrota a favor de la dama que hoy vigila la transparencia desde el INAIP.
Hubo actos muy fuertes de protesta de los priistas yucatecos. Se practicaron bulas quemando ejemplares de periódicos que habían razonado la conveniencia de que el gobierno de Mérida tuviera políticos diferentes. Pero Manzanilla Schaffer —el priista gobernador de Yucatán en ese momento— estaba feliz. Su felicidad era tan intensa que acudió orgulloso a la toma de posesión del primer gobierno panista en 20 años —después de un accidentado gobierno presidido por Correa Rachó en 1967-70.
Esa felicidad no le duró mucho a Manzanilla. De hecho, su actitud democrática provocó que se acrecentara la proliferación de historias en las que él protagonizaba al bebedor consuetudinario a partir de las 2 PM cada día. Su comportamiento estaba siendo observado por el poder tras bambalinas: Víctor Cervera Pacheco. Sus días estaban contados. El pecado máximo consistía en haber cedido la franquicia exclusiva histórica propiedad de los únicos que "sí saben gobernar" —los del PRI— a los "reaccionarios" —ése era el nombre más común dado a los panistas— del PAN que, desde luego, habría que ver la manera de probar que no sabían gobernar.
La realidad es que pasados 20 años de gobiernos panistas, Mérida ha gozado, durante ese tiempo, de premios a la calidad de ciudad y gobierno. Durante esos 20 años siempre ha sido suficiente el dinero de los contribuyentes que habitan Mérida para que las calles, los jardines, los parques, los pozos de desasolve y los servicios funcionen. Los proveedores del ayuntamiento lo pueden atestiguar: se les paga a tiempo, además de que sus asuntos se manejan en forma totalmente transparente. Todos podemos saber qué le compra, a quién y cuánto le paga, el gobierno del ayuntamiento de Mérida.
Decir lo anterior no es amar al panismo, sino sólo describir una realidad incontrovertible: la ciudad de Mérida se ha gobernado correctamente durante los 20 años que han transcurrido desde los últimos desórdenes del periodo 1988-1990, muchos de los cuales fueron —hay que reconocerlo con claridad— producto de la insana dependencia que tuvo el poder municipal de los caprichos de los gobernadores en turno.
El gobierno de Yucatán 2007-2012 nos demostró algo a los yucatecos: que le apuestan al populismo y no al orden administrativo. Éste no es políticamente conveniente. ¿Qué le pasaría a la ciudad de Mérida si los que "sí saben gobernar" regresaran al palacio poniente de la Plaza Grande?
Muy Importante Aclaración. Se comunican con este servidor varios miembros de Acción Nacional y aclaran que: la elección interna de 1990, de la que finalmente sale Ana Rosa Payán Cervera ganadora, no fue por cesión de Xavier Abreu sino que:
Ana Rosa Payán Cervera: a nombre de los revisores de hechos y de este servidor, solicitamos las disculpas por datos inexactos aparecidos anteriormente.
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