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Los meridanos somos unos ingratos. No nos hemos dado cuenta del enorme favor que el gobierno del estado nos ha hecho con el incremento en los precios del transporte urbano. Perdemos de vista que el dinero excesivo es causa y origen de todos los males del mundo y que nuestros gobernantes, con sabiduría, pretenden librarnos del riesgo que significa y por eso pretenden aligerarnos los bolsillos en la medida de lo posible. ¿Dónde se había visto que existiera cosa semejante? A esto se llama hacer general el bien común y lo demás son puras vaciladas.
Nuestra cortedad de miras y criterio nos impide percatarnos que hay calidades que son temporales y transitorias: tal es el caso de la de estudiante, que sólo dura el término durante el cual se hacen los correspondientes estudios, la de persona integrante del selecto grupo conocido como adultos mayores, en plenitud o de la llamada tercera edad, que sólo dura el lapso que se tenga de vida y la de los funcionarios de elección popular, que se limita exclusivamente al período de su encargo.
Lo anterior plantea una situación muy interesante, que es que el gobierno del estado, haciendo gala de agudeza, se ha percatado que los estudiantes lo son únicamente de lunes a viernes, días en los que desempeñan sus actividades académicas habituales y que los días sábado y domingo pierden su condición, toda vez que acudir a actividades deportivas o talleres, no implica que funcione el intelecto, elemento con que se supone los educandos realizan su cotidiano quehacer. En semejante orden de ideas, las actividades de carácter cívico como nuestras diversas efemérides, tampoco son propias de la naturaleza estudiantil según ha determinado nuestro gobierno estatal, toda vez que sábados y domingos, los estudiantes pagan tarifa de adulto. No hay más que hablar.
Para evitar que nuestra población entrada en años incurra en prácticas poco saludables, como asistir a lugares donde se expendan o consuman bebidas embriagantes o a espectáculos escasamente edificantes como aquellas presentaciones dancísticas o dramáticas que impliquen desnudos integrales, además de reforzar su autoestima y amor propio, es que nuestras autoridades han dispuesto que paguen tarifa normal de adulto. Que alguien me diga qué otro gobierno se preocupa así, por el bienestar moral y físico de su población.
Los meridanos somos francamente unos malagradecidos. No sabemos valorar autoridades que claramente se afanan en atraerse el riesgo que implica el exceso de numerario y que ante la magnitud de los daños que acarrea: incremento de masa corporal y abultamiento de las cuentas bancarias, en una actitud altruista y desinteresada, han pretendido evitar que el grueso de sus habitantes corra ese riesgo. ¿Por qué no sabemos agradecer suficientemente a nuestros bienhechores? ¿Cuándo se había visto cosa igual?
Curioso pueblo somos los meridanos, empeñados en seguir uncidos al yugo infamante que ha impuesto el partido blanquiazul, en vez de liberarse y disfrutar la alegría infinita que exhiben los integrantes de la ola roja y los beneficios sin fin que asegura tornar los sueños realidad, gracias a autoridades que escuchan y dan resultados, como garantiza el gobierno de la nueva mayoría ciudadana. ¿Quién los entiende? Que con su PAN se lo coman.