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La Inversión Extranjera Directa (IED) reviste gran importancia para todos los países, toda vez que complementa al ahorro interno que habrá de convertirse en inversión productiva, estimulando así el crecimiento económico y la generación de empleos, base del bienestar de toda sociedad.
En ese sentido, las economías en desarrollo han necesitado desde siempre del ahorro externo; durante los años cincuenta éste tomó la forma de préstamos bilaterales; en los sesenta a través del establecimiento de empresas multinacionales y créditos a la exportación; en los setenta, los flujos privados de la banca internacional pasaron a ser el capítulo más importante, lo que habría de llevar más tarde a los países latinoamericanos a la crisis de deuda externa de los ochenta; en los noventa y en lo que va del nuevo siglo, se incrementan los flujos privados especialmente a través de inversión financiera e inversión productiva.
El flujo de IED en el mundo durante el año 2008 según la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, ascendió a 1.7 billones de dólares americanos, el 57% de esa cantidad se dirigió a países con economías desarrolladas como Estados Unidos, Alemania, Francia, etc.; 37% llegó a países con economías en desarrollo como Colombia, India o Brasil; y el 6% restante se destinó a países con economías en transición como Ucrania, Serbia y Polonia entre otros.
Tan solo el grupo de países más desarrollados del mundo, mejor conocido como el grupo de los 8 (G-8) integrado por Reino Unido, Alemania, Francia, Italia, Japón, Estados Unidos, Canadá y Rusia captan el 42% de la IED total mundial.
Los flujos internacionales totales de IED registraron un decremento entre 2007 y 2008, aunque las economías en desarrollo y las economías en transición se vieron favorecidas con mayores montos, como puede observarse en la tabla anexa. Tras la crisis financiera internacional iniciada en el último tercio de 2008, el flujo de inversión extranjera directa disminuyó en todo el orbe durante el año 2009.
Según pronósticos del Banco Mundial, los flujos de IED hacia economías en desarrollo como la nuestra, habrían disminuido entre 5 y 8% en 2009 y entre 2 y 8% en 2010, considerando escenarios de conservador a pesimista en forma respectiva para cada año.
Según datos de la Secretaría de Economía, en los últimos 11 años (1999-2009) el promedio anual de inversión extranjera captada por México es de de 21,065 millones de dólares (mdd), sin embargo, de 2008 a 2009 bienio crítico para el mundo debido a la crisis internacional, la IED captada por nuestro país pasó de 23,683 mdd a 12,522 mdd representando una disminución de 47%. Durante el primer trimestre de 2010 hemos captado como país un monto de IED de 4,333 mdd.
Por actividades económicas, los principales destinos de IED en nuestro país para el periodo 1999-2010 son: Industria manufacturera 43%; servicios financieros 25%; hoteles, restaurantes, servicios profesionales, técnicos y personales 10%; y el comercio 9%.
De la IED captada por el país durante el periodo 1999-2010 que asciende a 236,043.4 millones de dólares, el estado de Yucatán sólo ha recibido 400.2 millones de dólares, que representan 0.2% del total nacional.
El comportamiento de la IED en Yucatán ha sido muy errático durante la última década, no obstante, es importante hacer notar que de los 54 millones de dólares que recibió el estado en 2007, se pasó a 26 mdd en 2008 y a menos 6.1 y menos 0.7 mdd en 2009 y 2010 respectivamente, en otras palabras, durante los dos últimos años se ha registrado en Yucatán, salida de inversión extranjera directa por casi 7 millones de dólares.
Como ya se indicó antes, la crisis financiera internacional ha hecho que los flujos de IED mundiales disminuyan, sin embargo, una vez que la crisis haya sido superada ¿qué nos quedará como país en lo particular?
Si el crimen organizado y la violencia que nos hace vivir contribuyen día a día a la salida de capitales extranjeros que huyen de nuestra tierra e inclusive alientan la inversión de mexicanos pudientes en el exterior y por si fuera poco continuamos perdiendo competitividad internacional según el Foro Económico Mundial —pasamos del lugar 60 al 66 en tan solo un año de 134 países considerados—, el panorama francamente no se ve muy halagador.