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LONDRES.- Hace 200 años, con los acreedores golpeando la puerta de su modesta residencia en Portsmouth, John Dickens, empleado de la Royal Navy, esperaba resignado la llegada de su segundo hijo, Charles. La nueva boca que alimentar llegó el 7 de febrero de 1812 y dejó este mundo 58 años más tarde, convertido en una de las más grandes figuras de la literatura mundial.
Periodista, crítico social y, ante todo, autor de obras clásicas como David Copperfield, Oliver Twist y Canción de Navidad, Charles Dickens llegó a lo más alto del podio de la cultura anglosajona. "Shakespeare y Dickens son las figuras más prominentes de la literatura de habla inglesa", afirma Peter Ackroyd, uno de sus muchos biógrafos.
Charles Dickens, que tiene en esta fiesta su papel:/Es un merluzo, y sin corazón él./No es que no tenga: alguien se lo robó/en mayo hizo un año, según corre el rumor». Con este ripio pseudopoético de mocedad, Charles Dickens confesaba su desenfreno hacia María Beadnell, su primer amor, y más tarde pasión clandestina. El poema se escribió en 1831, por lo que el amor de Dickens y María germinó en mayo de 1830. Fruto de él, un buen puñado de cartas inéditas en español que ahora ven la luz en «Dickens enamorado» (Fórcola), libro al exquisito cuidado de Amelia Pérez de Villar, en cuyas manos puso el epistolario el editor Javier Jiménez, que lo descubrió.
El bicentenario de su nacimiento ha renovado el entusiasmo de los británicos por su genio y figura. Pero no es la apología sino la desmitificación el tono que predomina en la avalancha de recordatorios.
De los libros sobre su vida que se disputan actualmente el espacio en los escaparates de las librerías, por ejemplo, la imagen que surge es la de un Dickens sumamente complejo, traumatizado por la falta de dinero y capaz de una enorme crueldad.
"Descifrar su carácter es como tratar de poner el dedo sobre un globito de mercurio", advierte Robert Douglas-Fairhurst, autor de Becoming Dickens: the invention of a novelist (Convirtiéndose en Dickens: la invención de un novelista).
Según este académico, la vida del escritor quedó marcada por los sueños de grandeza de un padre que terminó en la cárcel por no pagar sus deudas, empujando a su hijo de 11 años a ganarse el sustento pegando etiquetas en botellas de betún en una fábrica infestada de ratas y ubicada a la vera del todavía no canalizado río Támesis. Fue ese descenso a la pobreza lo que le dio el conocimiento de las condiciones deplorables en que vivía gran parte de la población y el impulso, tanto para denunciarlas con su talentosa pluma, como para evitar a toda costa quedar otra vez bajo su merced.
Dickens fue uno de los primeros escritores en sacar provecho de una faceta positiva de la era victoriana: el acelerado incremento en los niveles de alfabetización asociado con un proceso de industrialización que abarató los costos de impresión. Cuando él nació, apenas el 50 por ciento de los británicos sabía leer y escribir, y sólo una minoría podía comprarse tan siquiera un periódico. Medio siglo más tarde, el 85 por ciento de la población tenía tanto la capacidad intelectual como el poder adquisitivo para comprar, por unos pocos peniques, los fascículos semanales de sus novelas.
Para satisfacer a ese enorme mercado, el autor de Historia de dos ciudades -uno de los primeros best-sellers con más de 200 millones de ejemplares vendidos en el mundo- produjo decenas de artículos, cuentos cortos, novelas y hasta se subió a las tablas para dar recitales de lectura considerados precursores de los actuales conciertos de rock.
"El frenesí que su presencia generaba era increíble. La gente hacía colas interminables en frente de los teatros y eran capaces de agarrarse a golpes por obtener un ticket", destaca el prestigioso actor Simon Callow, protagonista de un espectáculo que revela a un Dickens showman y astuto empresario teatral. Esta faceta poco conocida de su vida también anima una muestra en el Museo de Londres (hasta el 10 de junio), donde se exhiben libros repletos de frases subrayadas por el autor para indicar aquellas con mayor valor histriónico.
La celebridad vino acompañada por la quiebra de su matrimonio y el abandono de su esposa, Catherine, por una joven actriz. En su biografía, Charles Dickens: una vida , Claire Tomalin cuenta cómo el escritor manejó hábilmente la prensa para ocultar la escandalosa relación, pintando a su mujer como a una ama de casa incompetente y dominadora. Tan efectiva fue su campaña de calumnias que de sus diez hijos, sólo el mayor, Charley, no terminó dándole a ella la espalda.
Cerca de 1858, cartas escritas tanto por Catherine como por Charles Dickens indican que después de haber tratado de solucionar sus problemas matrimoniales les resultaba imposible continuar viviendo juntos. Una anécdota conocida, relatada por Gladys Storey, amiga de Kate, dice que la tercera hija de Catherine encontró a su madre frente al vestidor llorando porque Dickens le había pedido a Catherine que fuese en busca de Ellen Ternan, una joven de 17 ó 18 años a la que Dickens se refería como «la chica de quien se había enamorado».7 A pesar de la insistencia de Kate para que no fuera a cumplir el mandado, Catherine no se rebeló. La tía de Catherine, Helen Thomson, así como la hermana de Catherine, Georgina, coinciden en lo ansioso que se mostraba Charles en que su esposa viviese en lugares distintos de los que él estuviera.
Fue a él a quien Catherine le pidió en su lecho de muerte que donara toda su correspondencia a la British Library para que el mundo supiera que "Dickens una vez me amó". Algunos de esos manuscritos forman forma parte de una exhibición dedicada allí a explorar la relación del novelista con los fantasmas, tanto fruto de su conciencia como de su incomparable imaginación ("Dickens y lo supernatural", hasta el 4 de marzo).
De sus novelas se han hecho cientos de adaptaciones cinematográficas. Grandes esperanzas llegará este año de la mano de Mike Newell (director de Cuatro bodas y un funeral ) con las actuaciones de Ralph Fiennes y Helena Bonham Carter. El Instituto de Cine Británico está ofreciendo una extensa retrospectiva.
La BBC, además de emitir documentales y programas especiales, ha generado polémica al agregarle un final a la adaptación de El misterio de Edwin Drood , la historia de crimen y corrupción que quedó trunca por la súbita muerte de Dickens. Un acto de "necrofilia literaria que altera por completo el legado de un artista", según la opinión del crítico Mark Lawson.