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Acostumbrada a ser el muerto en los velorios y la novia en las bodas a las que asiste, la Gobernadora de Yucatán no pudo ser mera espectadora, no pudo quedarse callada, solamente aplaudir y gritar como si fuera una más, una cualquiera de las 10 mil mujeres que habían sido invitadas, congregadas, acarreadas, para estar con la SIMI Candidata que no termina de serlo.
“Me ganó el género…”, declararía después para justificarse. Sí, no pudo quedarse al margen de los reflectores, le ganó su protagonismo. No pudo quedarse abajo del escenario sin ser el centro de admiración. Terminó gritando, subida en una silla, pisando las leyes, las conveniencias políticas y las recomendaciones electorales.
Cierto, su ahijada, la SIMI Candidata lo había hecho bien, pero nada más pasable. No había sabido explotar todas las fibras sensibles que se le habían recomendado. No se había “tirado a fondo” para pedir el voto, para presentarse como víctima de la maledicencia cibernética y de la estulticia YOUTUBERA.
No, no podía dejar pasar esa oportunidad dorada por la inexperiencia de la ahijada. Nada de remilgos, nada de temores, había que tirarse a matar como sólo ELLA sabe hacerlo…
No, por Dios, no lo hizo pensando en ella y en su imagen. No, jura que no fue para hacerse notar. No, fue para apoyar a su candidata. Fue para aclarar lo que ella no había dejado en claro… Fue para hacer vibrar las fibras sensibles que ella no sabe explotar… Fue para dejar en claro quién es la que decide y la que controla… Fue para hacer notar que su ahijada, la SIMI Candidata, sin la Gobernadora, es nada …
¿Se habrá notado?¿Habrá quedado suficientemente claro?