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Podemos saber que es importante conocernos a nosotros mismos; podemos creer que asumimos la responsabilidad de nuestro estado interior y pensar que nos entendemos y tenemos una vida de éxito que no esconde nada en nuestro interior, que somos felices y tenemos paz: no tenemos nada más que aprender. Sin embargo, al final del día, al llegar a casa te encuentras de mal humor y sólo puedes ofrecer quejas con elevación de voz. Seguro hay "razones válidas" para sentirte disgustado. Algo "muy importante" debe ser la causa. ¿Es así?
¿A qué le damos importancia y prioridad en nuestras vidas? ¿Qué pasaría si todo eso que creemos de nosotros se confronta con la pérdida repentina? ¿Qué pasa si las cosas y las relaciones que nos sostienen se ven amenazadas? ¿En dónde queda la paz y la felicidad?
Creer que tenemos éxito y somos felices no es suficiente. La verdadera felicidad está más allá de toda circunstancia externa. Es una experiencia personal profunda, permanente en lo recóndito de nosotros mismos. Hay varios caminos para alcanzar este estado de felicidad, paz y armonía. Pero si creemos que no tenemos nada qué perfeccionar, ¡nos habremos atorado en el intento! Creer se convierte en obstáculo del camino a nuestra verdadera felicidad. Nos ofrece argumentos para racionalizar y justificar las debilidades que sostienen nuestro ego, la causa de todo sufrimiento.
El ego es solamente una palabra de tres letras y como tal representa un concepto. Especificar el concepto que queremos describir con esta palabra es importante. Pero más importante es experimentar su existencia y observarlo desapegadamente. Reconocerlo en nosotros y en los demás, traerlo a la luz: entonces, con la magia de la consciencia, el ego se desintegra.
¿Cómo reconocerlo? He aquí algunos tips para poder verlo:
Ego significa identificacion. Es lo que creemos ser. Es todo lo externo que me describe y con lo cual encuentro concordancia y filiación. Pero es externo a mí. El ego necesita ser especial. Siempre tiene necesidad de sobresalir, de ser "alguien". Al ego le encantan los elogios y alabanzas y se siente débil cuando no los recibe. Al ego le gusta controlar, le encanta el poder y sentirse superior a los demás.
La emoción fundamental que dirige la acción del ego es el miedo. El ego teme a la soledad, teme no ser reconocido y apreciado, teme no ser especial, teme ser insignificante y toda su intención es liberarse de este pánico subyacente. Pero lo único que logra es distraerlo por algunos momentos. Por eso el ego necesita distractores. Comprar es un buen distractor. Tener un nuevo objeto (¿"juguete"?) lo mantendrá ocupado por un tiempo. El ego está centrado en sí mismo y no puede ver a las otras personas. Éstas son objetos a su servicio. Una nueva relación íntima puede ser muy entretenida. Para el ego el sexo es un buen pasatiempo. Pero una vez terminada la novedad, el vacío y el temor surgen nuevamente en una insatisfacción infinita. El ego nunca se sacia, necesita poseer más y más. Nunca logra satisfacción duradera, siempre quiere algo más, como dice la canción de los Rolling Stones "I can get no satifaction".
No podemos hacer esfuerzos por reprimir al ego, y no podemos señalarlo porque se solidifica. Lo único que podemos hacer es reconocer su existencia. De esta manera permitimos que surja la consciencia y el sentido de cordura para todos.
Liberarnos del miedo a no ser especial, o de la insatisfaccion infinita nos traerá paz y felicidad a la vida. Lo único que nos puede liberar es la verdad de lo que somos. A esto es a lo que Jesús se refirió cuando dijo: "Sólo la Verdad os hará libres". (Juan 8, 32).
Shakti