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Cinco estrellas
Martin Scorsese es de los pocos grandes autores que mantiene un nivel de producción elevado, no sólo en cuanto al número de cintas que realiza, sino en la constante perfección fílmica que demuestra. Scorsese pertenece a esa camada de directores neoyorkinos que vinieron a revolucionar a Hollywood en los años setenta y es el único de su generación que ha logrado sostener su calidad artística —aunque se enojen los fans de Woody Allen.
El señor tiene un lugar privilegiado en la historia del cine mundial gracias a cintas como “Taxi driver” (1976), “Toro salvaje” (1980), “Después de las horas” (1985), “La última tentación de Cristo” (1988), “Buenos muchachos” (1990), “Cabo de miedo” (1991), “La edad de la inocencia” (1993), incluyendo sus más recientes filmes como “Pandillas de Nueva York” (2001) y “El aviador” (2004). A lo largo de su carrera ha hecho buena química con actores como Robert de Niro y actualmente con Leonardo DiCaprio.
“La isla siniestra” (Shutter Island) es su último trabajo e incluye nuevamente a DiCaprio como protagonista. Es un thriller sobre un agente federal llamado Teddy Daniels (DiCaprio) que acude, en compañía de otro agente, a una isla que alberga un hospital psiquiátrico de máxima seguridad. Los federales son convocados para investigar la misteriosa desaparición de una mujer que parece haberse evaporado de su celda. Conforme las investigaciones avanzan, Daniels comienza a darse cuenta que hay oscuros secretos en el interior del hospital y al conocerlos él podría convertirse en la próxima víctima de la isla siniestra.
Estoy convencido que en un par de años “La isla siniestra” pasará a la lista de los mejores filmes en la filmografía de Scorsese. Estamos ante una obra maestra que explora las posibles realidades que el cinematógrafo es capaz de representar. En apariencia su grandeza puede pasar desapercibida, pero si uno vuelve a verla con detenimiento se dará cuenta que hay una gran cantidad de detalles formales y argumentales que la hacen asombrosamente perfecta.
Durante 130 minutos entramos a la mirada de Teddy Daniels y desde allí estamos inmersos en un viaje al corazón de Shutter Island, un lugar que alberga a los locos más peligrosos. Desde su primera toma, Scorsese nos deja claro que será el punto de vista de Daniels el que guíe la historia. La mirada de DiCaprio en el espejo de un baño es similar a la de Robert De Niro en el retrovisor de “Taxi driver”. Al igual que Travis, Teddy lleva heridas psicológicas por haber estado en la guerra, y será el miedo y la paranoia los catalizadores de su fragilidad emocional. Y como en “Cabo de miedo”, la sensación de acecho y peligro sostienen la intriga dramática.
La representación del filme es de un nivel intelectual admirable. Scorsese opta por ambientar su historia en los años 50’s para dotar a la cinta de un ambiente clásico que le sirva como contrapunto visual cuando decida incluir elementos surrealistas dentro del montaje. Pero eso no es todo, también se permite jugar con elementos del lenguaje para dotar al filme de una sensación de realidad fraccionada; saltos de eje, elementos que desaparecen en pantalla y cambios en la ubicación de los personajes son detalles que pueden no notarse en una primera lectura, pero cobran mayor sentido cuando uno la revisa otra vez.
Uno pudiera pensar que es una cinta de suspenso más y que esa clase de finales ya se han visto en otros lados, pero el verdadero valor de la película va más allá de la originalidad de su argumento, su aportación está en la manipulación sutil pero brillante que Scorsese hace del montaje, mezclando elementos clásicos y oníricos y jugando con nuestra propia percepción de la realidad fílmica. Si no me cree, véala dos veces.
Lo mejor: el montaje, los detalles, DiCaprio, Ben Kingsley, la música, las escenas surrealistas… todo.
Lo peor: no hay nada que objetarle, es perfecta.