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SAN PETERSBURGO, Rusia, 6 de septiembre.- "Silencio... Se graba... Cinco... Cuatro..."... El productor retrocedía el tiempo. Los camarógrafos pegaban los ojos al visor. El Presidente Enrique Peña Nieto se humedeció levemente los labios. Era todo concentración. La urgencia hizo añicos y frustración el momento: "Señor Presidente -informaron-, el Presidente Barack Obama desea hablar con usted...".
El set del Centro Internacional de Medios muy próximo a la sede de la Cumbre de Líderes de G-20 se transformó: ¡El Presidente de Estados Unidos Barack Obama telefoneaba al Presidente de México Enrique Peña Nieto!. Desea hablar con usted, le dijeron al mexicano.
El estudio -set- del Centro Internacional de Medios muy próximo al Palacio Konstantinovsky y a la sede de la Cumbre de Líderes de G-20 se transformó radicalmente. ¡El Presidente de Estados Unidos Barack Obama telefoneaba al Presidente de México Enrique Peña Nieto!
Una casi imperceptible sonrisa le animó el rostro. Le "cuadraban" sus cuentas. Le salían bien sus cálculos. Poco más de 24 horas antes en Gander, Canadá, en ruta hacia esta ciudad, el Presidente Enrique Peña Nieto había revelado a un grupo de reporteros que ansiaban saber su opinión sobre el llevado y traído tema de espionaje de la Casa Blanca a su persona y conversaciones.
"¿Qué hará, señor Presidente?
"Procuraré hablar con el Presidente Obama. Explorar cuánto hay de cierto en esas versiones. Saber, conocer su posición; criterio. Estaremos juntos en Petersburgo. Habrá tiempo...".
Y justo en el instante en que el profesional y muy experimentado Joaquín López Dóriga se disponía a interrogarlo para saber qué gana México al participar en la Cumbre del G-20, un telefonema hacía historia.
"Pues el Presidente de Estados Unidos ofreció al Presidente Enrique Peña Nieto averiguar qué hay de cierto en esas revelaciones".
¿Lacónico? ¿Enigmático? En ese universo de políticos de elevado rango, un guiño, un apretón, una palmada, la sonrisa adquieren gran peso. Baste recordar los desaires que dedicó a José Luis Rodríguez Zapatero -Jefe de Gobierno de España- el Presidente Bush. Le volvía la espalda en reuniones internacionales. Le marcaba la distancia. Le dejó con la mano en el aire. Y Rodríguez Zapatero apechugó. La frialdad y hasta la agresiva mala educación de Bush II eran reveses a la decisión española de no apoyar la invasión norteamericana en Irak.
En los primeros minutos del miércoles en la escala en Gander, el Presidente Enrique Peña Nieto tenía en la mente el destino legislativo de la Reforma Educativa. Desde luego su intervención en la Cumbre del G-20.
"Todos estos días estuve muy al tanto de lo que ocurría en el Poder Legislativo. Como lo dije en mi Mensaje del día 2, confío en que la buena información fluya. Se divulgue bien, llegue a todos los ciudadanos y haga su efecto".
Sin aspavientos, ni desplantes vanos, el Presidente Enrique Peña Nieto argumentaba la responsabilidad -plena, total, exclusiva- del Gobierno de la República para mantener orden y hacer justicia. "No se permitirá que los ciudadanos de nuestro país asuman tal papel", precisó.
Más allá de la medianoche en Gander, el Presidente de México camina -pasea- por el estratégico aeropuerto. Lo acompaña -posibilita un breve, sustancioso acuerdo- el embajador Francisco Suárez Dávila. Francis llaman sus cercanos a este funcionario cordial, estudioso, que ya pasó también por la Cámara de Diputados y aportó trabajo, sudor y talento en la campaña que ganó el licenciado Enrique Peña Nieto.
"A ver, Canciller -solicita el Presidente a Kuribreña-. ¿A cuántos de los líderes del G-20 me falta conocer? ¿Con cuántos no he hablado nunca?
Meade Kuribreña exhibe su expresión de fresco alumno muy aplicado. Bien dispuesto. ¿3? ¿4? Por ahí debe andar la cosa.
El secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso, aporta datos. Da informaciones. O las pospone. Aplaza según conviene al trabajo presidencial. Del Presupuesto, del documento que debe entregar a la Cámara de Diputados en pocos días, ni pío. Por más que algunos experimentados quieren tirarle de la lengua el muy estudioso Videgaray, no revela ni pizca. (Agencias)