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Mérida (3 de agosto).- Sí, lo digo y lo sostengo. Las mujeres somos las peores enemigas de las mujeres y somos las principales promotoras del machismo.
Tanto que gritamos por la igualdad pero entre nosotras seguimos tratándonos como si estuviéramos en el siglo XVII. Por ejemplo, ¿en qué puede ayudar el comentario “Uy sí, se le nota la cara de z..a” cuando apenas te acaban de presentar a alguien?
O el típico: “Está en cierto puesto porque seguro tiene ‘algo’ con el jefe”, dicho por muchos hombres y respaldado por cientos de mujeres. La verdad, yo no entiendo por qué. Sé que no sonará medio utópico pero cuando las integrantes del género femenino nos conocemos- ya no la mayoría, afortunadamente- se fija en la ropa, zapatos, peso, tono de cabello, adornos y demás. Vamos a acordarnos de esos detalles no de lo que nos dijo- y si comentó algo, dudosamente lo escucharemos. ¿Es inteligente o no, estudió o no? ¡Qué más da!
Nos las pasamos gritando y alegando que exigimos ser tratadas igual que los hombres, pero ah, el hombre tiene que hacerse cargo de todos nuestros gastos. Todos. Y si vemos que una pareja lleva gastos compartidos, él es un mantenido o ella es una dejada, ¿a poco no?
Otro caso, más grave: El acoso sexual. Recuerdo que hace poco leí que en una primaria una mamá denunció que su hija fue víctima de un juego de violación y la maestra le dijo “tiene que reconocer que su hija tiene un poco la culpa, es medio coqueta y es la más bonita del salón”. ¿Una niña de 7 años, de verdad? Más o menos lo mismo aplica para quien usa short o minifalda, “seguro busca algo”, una actitud muy propia de Latinoamérica.
Y no soy feminazi, ni soy feminista. Soy la principal crítica de los errores del género en el que nací. Porque siento que no nos ayudamos a avanzar en nada. Sólo gritamos y despotricamos contra las injusticias pero en la vida real no sabemos respetar el gran valor que tenemos como seres humanos: La libre elección.
Porque ese es nuestro mayor tesoro, el decidir qué podemos hacer con nuestras vidas sin necesidad de seguir reglas sociales más que las impuestas por nuestra conciencia. Si me quiero casar, me caso, si quiero tener hijos y dedicarme sólo a ellos, lo hago, si deseo mantenerme soltera y viajar por el mundo, también está perfecto pero que todo sea resultado de nuestra propia decisión. No de lo que esperan lo demás que hacemos o lo que se nos enseña que tiene que ser una mujer.
Sabemos que una mujer decidida da temor. Recuerdo que una maestra solía decir “una mujer decidida no se casa” y afortunadamente, ya estamos en otros tiempos en lo que podemos hacer lo que deseemos siempre con prudencia y cabeza fría. Porque nunca hay que olvidar que hagamos lo que hagamos siempre hay y habrá consecuencias, y aquí ya no se vale victimizarse de lo mal que nos trató el mundo. También, ya basta de victimizarnos.
La mejor manera de ayudarnos entre mujeres, creo, es dejarnos ser y no juzgarnos, hagamos lo que hagamos. Un mal acto es igual de reprobable en un hombre que en una mujer así que no entiendo la razón de tanta saña cuando una de nosotros falla terriblemente. Total, “el hombre es hombre”. Una mujer no puede disfrutar o mencionar el sexo sin que los demás piensen enseguida que “ya les dio entrada”.
O igual, ¿se han dado cuenta que muchas féminas que destacan en el ámbito profesional y familiar se niegan a hablar o darse crédito por realizar estas actividades? Porque la sociedad está cambiando, los roles en la familia igual, y el padre que también se desdobla en el trabajo pero cuidando a los hijos no es reconocido.
Es un cambio de chip que va a costar un poquito pero podemos hacerlo. He hablado varias veces sobre el tema y lo seguiré haciendo. Jamás debemos quedarnos calladas. Jamás.