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Mérida, Yuc., México, septiembre 18 de 2018.-
El presidente electo 2018-2024 (?) ha tenido la deferencia de informar a los mexicanos que su país está en bancarrota. En lenguaje regular económico, esto significa que México debe más de lo que tiene. Los activos de México no son suficientes para pagar los pasivos.
Y desde ese punto, sí, efectivamente, está equivocado. México no está en bancarrota, sencillamente porque sus activos no son inferiores a sus pasivos.
Pero no queremos parecer optimistas (falsos). Queremos ser realistas estrictos. Como no contamos con los números exactos para afirmar una cosa u otra, vamos a dejar ese aspecto a los economistas y a los profesionales de la contabilidad a nivel de naciones y de comunidad de naciones.
Dentro de la comunidad de naciones, México, definitivamente, no está ni remotamente en la quiebra. Se le reconoce como un territorio en el que es posible invertir y que el capital que se invierte gane réditos. De lo contrario el flujo de inversión extranjera al país habría parado hace muchos años. Eso no ha sucedido ni parece tener visos de suceder.
La riqueza o pobreza se mide desde hace varios miles de años por la cantidad de dinero que las personas o los países tengan. En las últimas décadas, el FMI (Fondo Monetario Internacional) se encargó de impartir lecciones gratis a las naciones que lo pidieran con respecto a cómo hacer que el dinero que imprimen, no pierda su valor.
La enseñanza es muy sencilla: “No impriman dinero que no esté plenamente respaldado ya sea por tu producción o bien por las divisas (dólares o euros) extranjeras con que cuentes”. Y con respecto al Modelo del Dinero, el llamado Neoliberalismo no ha hecho más que evitar que el valor de la moneda que usa México —o cualquier otro país— no pierda su valor.
Si los gobiernos erogan más gasto de lo que ingresan, requerirán créditos y los créditos cuestan (intereses). Es otra forma de hacer más difícil el crecimiento, aunque cuando hay dinero que requiere encontrar algún lugar en donde depositarse —para que se “reproduzca” con sus rendimientos— los intereses que se cobran por los créditos vuelven el dinero una mercancía barata. ¿Puede funcionar el crédito? ¡Desde luego que sí! Pero debe invertirse escrupulosamente bien. No hay nada peor que deber un dinero que no se usó para hacer crecer la productividad. Se pagarán intereses que tendrán que provenir de otras fuentes y, si no las hay, habrá empobrecimiento monetario.
Así es el Modelo del Dinero. La riqueza se mide según la cantidad de dinero con que se cuente, ya sea la persona, la familia, la empresa, el gobierno o la nación. México es un país en el que millones de personas no tienen dinero y unos cuantos tienen miles de millones. Pero esto no es privativo de México: es un fenómeno generalizado en todo el planeta.
Ahora el presidente electo dice que porque el neoliberalismo ha generado pobreza, hay que cambiar de modelo.
Yo imagino que él quiere decir que hay que cambiar a un modelo en el que más gente pueda llegar a poseer más dinero, porque está midiendo la riqueza por la cantidad de dinero que cada persona posee.
El neoliberalismo ha producido naciones económicamente responsables desde el punto de vista monetario. La responsabilidad monetaria no es garantía de riqueza monetaria generalizada.
Si el cambio de neoliberalismo implica moverse hacia un sistema que impida el orden monetario, vamos pronto a quedar peor; habrá pobreza, no solo monetaria, sino de productividad. Es lo que ha pasado en Venezuela, por ejemplo.
Por lo tanto el cambio de neoliberalismo a un sistema con mejores métodos para que la riqueza llegue a más gente, solo puede darse con una de las opciones siguientes:
Este método funcionaría muy bien, como sucede en Finlandia y otros países. El problema es que es un método peligroso para México, porque los capitales extranjeros dejarían de fluir a México, dado que el país no sería competitivo para generar ganancias de sus capitales.
Este método solo no lo aplican sociedades que podrían mejorar muchísimo si lo hicieran, debido a la competencia en atraer capitales. Cualquier intento siempre queda rezagado por la huída de capitales. El crecimiento de los empleos depende en gran medida de la inversión o capital que es el que crea negocios; estos generan empleos e impuestos. Pero, también, sucede lo que ha sucedido: provocan grandes acumulaciones de dinero en unos cuantos, con grandes mayorías sin dinero.
Los almacenes, tiendas, servicios, etc., están abarrotados de productos y servicios a precios relativamente bajos. El consumidor en su gran mayoría no dispone de recurso monetario para adquirirlo.
El crédito se ofrece porque hay mucho dinero pero no se usa para circular. Entonces funcionan las tarjetas de crédito, que solo sirven inicialmente para “llenarse”. A partir de ese momento ese consumidor solo se convierte en un aportante constante de más recursos para los dueños del capital, con el pago de intereses.
Eventualmente se entra en crisis porque no puede haber crecimiento sin consumo, pero no puede haber consumo sin dinero en manos del consumidor. Los negocios quiebran constantemente, siendo los que venden dinero (bancos) y el gobierno los únicos que constantemente ganan dinero, pero no riqueza. La riqueza solo puede crecer cuando se producen bienes o se ofrecen servicios que agregan valor a la vida, a los negocios, a la sociedad, etc.
Es un modelo que requiere nuevos mercados para mantener a más gente ocupada produciendo algo para esos mercados externos. El nivel de vida solo aumenta cuando el valor del trabajo —el sueldo del empleado— sube por razones de escasez de individuos para satisfacer los puestos de trabajo requeridos, situación muy difícil de darse actualmente, debido a la inundación de empleados potenciales de La India y de China —y en general, de todas las “economías emergentes”.
Esa situación es aún bien difícil para las economías “emergidas”, en las que sucede lo que vemos en Estados Unidos (con la elección de Trump) y en Inglaterra (con la salida Brexit). No están subiendo los niveles de vida de empleados que durante mucho tiempo sabían que si tenían cierto nivel académico, ascenderían irremediablemente en la escala de empleos de alta remuneración.
El costo de la educación universitaria ha subido al grado de que al salir de la universidad, los egresados ya están endeudados por un mínimo de 20 o 30 años. Esto no sucede en los países emergidos europeos del norte en los que la educación se ha mantenido en todo momento como algo “sagrado” que jamás costará al individuo o su familia. En el caso de los Estados Unidos, ese costo es solo una “oportunidad más” aprovechada por los dueños de grandes capitales que en otra forma estarían ociosos y en esa forman continúan “redituando” a costa del trabajo del los universitarios endeudados.
Son argumentos de sobra para secundar al presidente electo en el cambio del neoliberalismo. Pero ¿hacia qué?
Este sí que sería un cambio revolucionario total. Es el cambio que no han intentado dar en nación alguna; se llamaron comunistas o socialistas, pero insistieron en continuar usando dinero para justificar el derecho del individuo a participar.
Es un cambio que jamás se ha intentado. La Cuba de Castro jamás, ni remotamente, acarició la idea de cancelar el modelo del dinero. Continuó con el mismo sonsonete de la impresión de billetes que jamás pudieron comprar —si se disponía de ellos, porque no había productividad— ni pudieron venderse —porque nunca tuvieron valor fuera de Cuba, más que como papel para reciclar (dado el caso).
¿Por qué no se da ese cambio radical, el único verdadero “cambio” que podría darse? ¿Por qué no se ha intentado en país alguno desde hace más de 10 mil años? ¿Por qué desde que se inventó el dinero, oro, trueque, etc., jamás se pensó ya en otra manera de justificar el derecho del individuo a vivir?
Detrás de la imposibilidad de abandonar el Método del Dinero está la creencia de que el humano solo funciona cuando se le obliga —esclavitud— o se le “compensa” —pago de salario. Eso es lo que parece, ¿verdad? La realidad podría ser muy diferente. Se podría tratar de algo que se ha sostenido porque es lo que siempre conviene a los que más dinero logran acumular. El dinero se ha convertido en algo mágico: con solo ofrecerlo, se puede provocar que un individuo mate, haga circo, cargue piedras, viva lejos de su casa o familia, y muchas otras cosas similares.
Para que esa obediencia ciega se dé, es necesario que haya, disponibles, individuos que requieran dinero para sobrevivir, para “comprar” sus requerimientos mínimos de supervivencia.
La Cancelación del Modelo del Dinero requiere que el paradigma de la vida humana cambie radicalmente. En lugar de que las sociedades se preocupen por vigilar que la gente solo pueda consumir aquello a lo que tiene derecho, hay que hacer el desplazamiento hacia el modelo en el que la preocupación colectiva sea que todos los individuos que así lo desean, encuentren en dónde y cómo ser útiles en los procesos de producción, porque en ese modelo, los servicios son parte de la vida en la que todos participan alguna vez dándolos y otra veces recibiéndolos.
Y lo primero que se le viene a la mente a quien estas líneas lee es que quien las escribe es un utópico, loco, fuera de la realidad, porque el humano que está deseoso por participar no existe.
Esto sucede cuando se cree que lo que se ve del humano es solo producto de su DNA. Es decir, olvidan que el ser humano que ven hoy es producto de un proceso de socialización. Cualquier humano que vemos hoy ha pasado ya por un proceso de aprendizaje —con o sin su voluntad— para “creer” lo que le dicen que “debe creer”, para ver las cosas como le dicen que “así debe ser”.
Si el presidente electo eligiera el camino de la cancelación del Modelo del Dinero, ¿cuántos lo tildarían de inmediato de loco? El problema es que cuando termine su mandato, nuevamente será una decepción para las grandes mayorías, porque a menos que se cancele el Modelo del Dinero, es imposible provocar que cada humano solo disponga de lo que realmente requiere en cada momento, Aquí y Ahora, en vez de vivir buscando la manera de acumular sin saber para qué exactamente; cosa que solo logra un muy pequeña minoría aprovechando el sistema.
El Modelo del Dinero provee algo terrible a quienes logran acumular: Poder Absoluto de quien tiene el dinero por encima de quienes no lo tienen. Es el mismo poder absoluto que alguna vez tenían las personas sobre sus esclavos.
Obvio, esto no ha terminado.