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Aparte de ser el más caro, el Calibre 89 es el reloj más complejo jamás fabricado. Producto de los talleres de la firma ginebrina Patek Philippe, este reloj encarna lo mejor de la tecnología suiza.
"Este modelo reúne casi todas las complicaciones imaginables en un reloj mecánico", comenta Jean-Michel Piguet, conservador adjunto del Museo Internacional de Relojería de La Chaux-de-Fonds.
El modelo en cuestión es el Calibre 89. Dicha cifra fue elegida por 1989, año que marca un siglo y medio de Patek Philippe. Una marca basada en Ginebra que es hoy mítica para todos los aficionados a la relojería.
Evidentemente, este reloj no es de esos que uno se mete sin más en el bolsillo. Para empezar, porque el Calibre 89 – en relojería se habla de 'calibre' (seguido de un número) para designar el movimiento o 'motor' de un reloj – impone por su precio.
En una subasta llevada a cabo por la empresa especializada Antiquorum en 2004, una versión en oro blanco del Calibre 89 fue vendida por 6,6 millones de francos suizos.
El Calibre 89 es imponente también por sus medidas. Su diámetro es de 9 centímetros, su espesor de 4, y pesa 1,1 kilos. En su seno guarda un tesoro de ingeniosidad y cientos de puentes, piñones, ruedas, resortes, rubíes y tornillos. ¡Hasta un total de 1.728 componentes!
Pero en cuanto a precios, el récord absoluto pertenece igualmente a una creación de Patek Philippe. Un reloj apenas un poco menos rico y complejo, pero más antiguo, creado en 1933. Se trata del Graves, vendido en Sotheby's por algo más de 17 millones de francos suizos.
Empecemos por la teoría. Primero, un reloj pertenece al campo de la electrónica (cuarzo) o al campo de los sueños. A saber: la selecta familia de los engranajes y la precisión micromecánica. Estos relojes sirven igualmente para dar la hora, y el Calibre 89 forma parte de este prestigioso grupo.
En nuestros días se dice que un reloj cumple con su cometido cuando da la hora, los minutos y los segundos del tiempo solar. Se considera que es 'complicado' o 'con complicaciones' desde el momento que comienzan a añadirse funciones.
Jean-Michel Piguet precisa que estas funciones pueden ser indicaciones acústicas (alarmas, repeticiones, despertadores), astronómicas (fases de la luna) o de medida del tiempo (cronógrafos, contadores, etc.).
"Cuando reúne los tres tipos, un reloj pasa a llamarse de gran complicación", explica el especialista. El Calibre 89 es una "gran complicación" que bate el récord de cantidad de complicaciones. Nada menos que 33.
El reloj en cuestión presenta las siguientes características. Da la hora de la salida del sol y el ocaso en Ginebra, el mes, estación del año, decenio, siglo y fase lunar, grandes y pequeñas alarmas a los que se suman cronógrafo, contadores, un calendario gregoriano, un mapa del cielo en la latitud de Ginebra o una indicación del día de Pascua por llegar que se presenta el 31 de diciembre a medianoche. Todas estas informaciones se leen gracias a dos cuadrantes, ocho discos indicadores y 24 agujas.
Patek Philippe justifica sobriamente este proyecto que vio la luz en 1989. La casa ha querido "realizar el reloj más complicado del mundo asociando todas las técnicas relojeras tradicionales y los conocimientos acumulados en un siglo y medio de trabajo".
Conocimientos que fue necesario reunir, puesto que ciertas complicaciones no habían sido jamás objeto de descripciones en las publicaciones del sector. De ahí la utilidad de las notas de trabajo personales y los dibujos del ingeniero Jean-Pierre Musy, empleado de Patek Philippe.
La manufactura ginebrina rehúsa divulgar la inversión global necesaria para que el Calibre 89 fuera posible. Pero, por otro lado, la empresa no ve inconveniente en comunicar otros temas como la duración del proyecto: 5 años para la investigación y el desarrollo, 4 años para la realización y 9 años de trabajo para 9 ingenieros y relojeros. Y todo ello sin ayuda informática, puesto que todos los diseños y bocetos fueron realizados sobre planos de papel en mesas de dibujo.
A lo largo de esta aventura, el trabajo manual fue crucial. Cada una de las 1728 piezas fue terminada a mano y luego añadida al reloj. Los maestros relojeros desmontaron y remontaron varias veces el Calibre 89 hasta asegurarse del funcionamiento irreprochable de cada una de sus funciones.
"En vista de los conocimientos en relojería y los medios técnicos disponibles en la época hubiera sido difícil, por no decir imposible, fabricar un reloj con este grado de complicación hace un siglo", precisó Isabelle Ferch, portavoz de Patek Philippe.
Dicho esto, hay que entender que un reloj como el Calibre 89 no cae del cielo. Es el fruto de siglos de historia de la relojería. Sus raíces se remontan al siglo XVI, periodo que vio el nacimiento de las primeras complicaciones que respondían a las necesidades científicas y cotidianas de la época.
Hoy, los conocimientos acumulados a lo largo de los años se utilizan básicamente para hacer soñar, mientras que la dimensión meramente utilitaria de los relojes es dejada en manos de la electrónica y la informática.
Pero el sueño sólo está al alcance de unos pocos privilegiados dado que, obviamente, el Calibre 89 y sus equivalentes no están dirigidos al gran público. Estos relojes están destinados a coleccionistas tan discretos como apasionados. De hecho, cuenta la leyenda que las cuatro versiones de este reloj mítico –en oro blanco, amarillo, rosa y platino– han estado en manos del mismo propietario, antes de ser dispersadas.