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Mérida, Yuc., México, Septiembre 3 de 2018.- Entrevista hecha a Franz Fortuny Loret de Mola (diciembre 24 de 1949) con motivo de algunas opiniones que emitió públicamente en La Gran Plaza, un centro comercial de la ciudad de Mérida, Yucatán, en México.
—Señor, señor, buenas tardes… ¿me permite?
—Qué será lo que me vas a querer vender ahora…
—No, nada de eso, señor, es solo para hacerle algunas preguntas. Usted es libre de contestarlas o no. ¿De acuerdo?
—Está bien, adelante. Si ese es el plan, adelante. Si quiero contesto… Suena bien.
Entrevistador y entrevistado están de pie; la gente pasa sin demostración alguna de interés en lo que sea que esté sucediendo entre entrevistador y entrevistado.
—¿Cuál es su nombre?
—Franz —lo deletrea— Fortuny Loret de Mola.
—Ah, ¿es pariente suyo el famoso locutor de Televisa?
—Es hijo de un primo hermano… Pero, dígame, ¿por qué me entrevista? Es decir, no soy un político famoso, no soy un empresario acaudalado, no soy un ejemplar del cuerpo de directivos católicos o algo así. Es decir, no tengo nada de especial. Tengo muy pocos seguidores en Facebook y otro tanto pequeño en Twitter, o sea, nada especial. Entonces, ¿por qué me escoge para esta entrevista? Además, ¿cuántas personas cree Ud. que algún día leerán esta entrevista? Si no se trata de preguntas hechas a una persona famosa, ¿por qué alguien habría de invertir tiempo leyéndola?
—Sr. Fortuny, por favor, déjeme tomar a mí esos riesgos. En este caso, yo, el “entrevistador”, tuve la libertad de escoger a una persona para entrevistar y lo que hago es cumplir con mi decisión. Es mía la decisión y ha sido aceptada por los que pagan por mi trabajo.
—Si tú lo dices, señor entrevistador… Ah, perdón, le estoy tuteando sin su permiso…
—Ni un problema, Don Franz, tutéeme pero ayúdeme con la entrevista.
—Pues aquí estoy; ¿cómo más te puedo ayudar?
—Solo contestando con toda sinceridad lo que le voy a preguntar. ¿De acuerdo?
—Listo para la sinceridad, si eso es lo que te hace falta. Pero, ¿no puede ocurrírsete que tanta sinceridad puede ser un problema para mí?
—De acuerdo, don Franz; sí, puede ser. Entonces, por favor, usted me dice qué hacemos: ¿le seguimos con la entrevista o le paramos aquí mismo?
—Tú has sabido en todo momento que yo deseo tener esta oportunidad…
—Ah, esa voz me gusta. Comencemos, pues…
El entrevistador abre una carpeta y saca de ella 3 hojas, impresas.
—Supongo que esas hojas contienen los temas o las preguntas… Me pregunto por qué no tienes una tableta y de allí podrías sacar tus preguntas.
—Es que en una ocasión tuve una mala experiencia, cuando al abrir la tableta, no encontré las hojas con las preguntas. Juré que eso no me volvería a suceder. Y así ha sido. ¿Podemos comenzar?
—Sí, adelante.
—Sr. Franz Fortuny y Loret de Mola —lo dijo el entrevistador haciendo que suene diferente el largo nombre con sus apellidos— se ha oído muchas veces que salga de su boca la sentencia de que “la sociedad está mal”. ¿A qué se refiere con una afirmación de ese tipo?
—Mi nombre es más sencillo que eso. Esa “y” entre los 2 apellidos no es necesaria. Me puedes hacer parecer como pertenecientes a esos oligarcas que gustan que su nombre sea dicho en una forma u otra, pero que suene “especial”, y este, definitivamente, no es mi caso. ¿Puedes estar de acuerdo con eso?
—De acuerdo, Don Franz; mil disculpas. Ahora sí, ¿podemos ir a la pregunta?
—La sociedad no es solo que “está mal”, sino que es un invento humano que el humano mismo (el que lo inventa y argumenta para que se mantenga) hace todo lo posible por sostener, yendo aún más lejos: convence a los que no les convendría para nada el sistema en que vivimos para que ellos también crean que es el único modelo que puede funcionar, porque (así te dirán) va de acuerdo con la “naturaleza humana”. Y la realidad, amigo, es que eso es precisamente lo que no es nuestro sistema social: una estructura que “vaya” con la naturaleza humana, sino todo lo contrario, va en contra de todo lo que requiere, lo que puede manifestarse biológicamente por el ser humano como forma deseable de sociedad.
—A ver, don Franz, concretamente, ¿qué parte del sistema social es el que no funciona?
—No funciona ninguna parte. Todo está mal.
—Pero, don Franz, está usted exagerando. Algo funciona…
—No, todo está mal. Lo que parece que funciona, es eso, una apariencia. Por debajo, la realidad es otra, completamente diferente. El sistema es 100% disfuncional. No sirve. Y por eso tenemos lo que parece que no puede corregirse jamás –porque es cierto, jamás puede corregirse mientras se insista en usar el mismo sistema social– pero que políticos y líderes religiosos insisten una y otra vez en “reformar”. La revolución verdadera solo puede darse si reconocemos que el sistema social, los valores culturales, las ideas que tenemos de educación, cultura, familia, nación, alimentación, salud, etc., son todas erróneas y van en contra de la paz existencial de la especie humana.
—Pero oiga, Sr. Fortuny, no puede negarse que con esta forma de sociedad que según usted está toda mal, se han logrado grandes metas en materia tecnológica.
—Cierto, pero, ¿a quién beneficiarn esas metas logradas? A quienes tienen los recursos monetarios suficientes para acceder a ellas o gozar de sus beneficios. El grueso de la población humana…
Continuará…