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México (23 de julio).- Un análisis de escáneres cerebrales de imágenes de resonancia magnética reveló que los niños de hogares pobres disponían de menores cantidades de materia gris en áreas del cerebro vinculadas con el aprendizaje, como el hipotálamo, el lóbulo frontal y el temporal, según un nuevo estudio publicado por The Journal of the American Medical Association (JAMA) en su edición de pediatría.
La diferencia anatómica explicaría hasta el 20 por ciento de la diferencia entre las calificaciones escolares de los niños que crecen en la pobreza y sus pares con mucho mejores condiciones de vida, por lo cual el estudio ayudaría a comprender la relación entre el ingreso y el desempeño, y con ello como la riqueza afecta al aprendizaje.
“Estos patrones persisten en la edad adulta y en última instancia contribuyen a acabar con salarios e ingresos más bajos”
Los niños de hogares estadounidenses por debajo del nivel de pobreza, con un ingreso anual de 24 mil dólares para una familia de cuatro, tenían de 7 a 10 por ciento menores volúmenes de materia gris respecto a la expectativa de desarrollo normal.
Los niños que viven por encima del nivel de pobreza, en términos estadísticos, son similares a sus pares de familias adineradas, de hecho, la mayor diferencia se aprecia entre lo que los investigadores denominaron “pobreza real”, explica Seth Pollak, profesor de psicología en la Universidad de Wisconsin en Madison.
Las diferencias son perceptibles entre menores tan pequeños como los infantes de cuatro años y de hecho, la investigación podría estar subestimando la magnitud de los efectos, porque Pollak y sus colegan emplearon datos e imágenes cerebrales de un estudio previo realizado por los Institutos Nacionales de Salud donde se daba seguimiento a niños y adolescentes durante varios años, donde se excluyen a personas con problemas de aprendizaje, nacimientos prematuros o personas con antecedentes familiares de problemas psiquiátricos.
Pollak considera que los niños pobres reciben pocas cosas que se se necesitan para el desarrollo del cerebro y muchas que inhiben su crecimiento, por ejemplo: la falta de estímulos o la carencia de objetos, libros o juegos infantiles, además de vivir hacinados o en hogares inestables que pueden interrumpir su sueño, o bien, la carencia de tiendas con alimentos frescos que pueden ocasionar déficits nutricionales.
El investigador puntualiza que la pobreza debe pensarse como un problema médico, en lugar de reducirla a una condición estrictamente social, pues la realidad confronta a la creencia de que la educación es igualadora, cuando en realidad, “hay algunas personas que entran al kínder despojadas ya de una oportunidad”.
Como alternativa, los investigadores sugieren que los hogares por debajo del umbral de pobreza accedan a recursos adicionales que se destinen a remediar los entornos de los infantes más pobres. - (Agencias)