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Pensé que no habría mucha más emoción este día 26 de enero. Pero las cosas no han mejorado.
Ahora Trump habla de gravar con 20% todas las importaciones que lleguen a Estados Unidos desde México. Es una manera de provocar que bajen; al bajar, habrá menos impuestos que podrá cobrar por ellas.
Algunos tenemos la esperanza de que pronto gente del propio partido republicano se va a acercar y le dirá que está mal todo lo que está haciendo; que no así se hacen las cosas; que el mundo no es juego de Monopoly. Alguien, tenemos la esperanza, hablará con él y lo hará entrar de nuevo a sensatez.
Nadie está diciendo que los Estados Unidos no tienen permiso de construir los muros que desee alrededor de sus fronteras y dentro de sus territorios. Solo esperemos que el daño que provoquen a la naturaleza, a las especies que no usan pasaporte para cruzar de un lado a otro, no sea tal que provoque extinciones además de las que el calentamiento global —en que no cree— está provocando.
Es obvio que todas las naciones son totalmente libres de construir los fuertes y barreras que deseen, tanto para defenderse de los ataques de la naturaleza como para defenderse de las invasiones humanas de otros territorios —lo cual no es necesario si esa nación, la que sea, ya no está poblada por masas amorfas, incapaces de razonar o distinguir la verdad. Y sí, lo que muchos mexicanos han tratado de hacer es de encontrar un buen trabajo en EEUU. Para eso se han arriesgado: es la aventura de sus vidas y muchos las han perdido en el intento.
Hay una nota triste: la actitud de la mujer Primer Ministro de Inglaterra de visita oficial a Trump; fue una actitud tal que su parlamento criticó fuertemente. Definitivamente, en Europa hay más gente pensante que la que vemos rodeando a Trump, a menos que estén cerca de él por órdenes de alguien —que los envió para que lo cuiden de sí mismo.
Me temo que si algo no sucede para resolver lo que estamos viendo, los mexicanos somos los que más mal la pasaremos, quizás tanto como los musulmanes, en tanto que los verdaderos terroristas van a disfrutar las razones a granel que la actitud de Trump les está dando todos los días para actuar en un mundo en el que el mismo Trump los está acorralando, dejando claro que ya no tienen nada qué perder —que es cuando se vuelven tan agresivos que no piensan ni en la posible extinción de sus pueblos.
Las explosiones nucleares sucias son las peores. Son las que resultan de bombas nucleares tipo amateur, como las que los terroristas que Trump está acorralando podrían —esperemos que no suceda— llegar a lograr. Tendrían el apoyo del que sufre de la misma locura que Trump, pero encerrado en su pequeña Corea del Norte.
Y de tomas de posesión de presidentes en Estados Unidos, la de Trump es la que más hizo uso del vocablo “dios”, implicado en mayúscula, para referirse al ser que imaginan existe para que bendiga las majaderías que Trump y gente como él están haciendo sobre todo en contra de un país como México, con gente que ha luchado en todas formas para lograr ser lo que hoy somos.
¿Será que por allí interceda la Virgen Morena? Ah, para los teístas afines a Trump, tal cosa como la Virgen María no es un concepto aceptable; es algo que sólo han inventado los católicos; por lo tanto, no habría mucha ayuda de un concepto católico romano para interceder ante el “dios” que Trump está seguro que lo bendecirá a él y a los norteamericanos que apoyan la acción de matar para conseguir lo que creen que les pertenece —como ya hicieron en el pasado con las decenas de tribus de pobladores llamados “indios americanos”, quienes ya estaban en los territorios que vinieron a ocupar con el pretexto de “adorar a su dios” en un modo diferente del impuesto por la realeza británica de esos días.
Como los monoteístas solo creen en un dios, entonces las tres grandes tendencias teístas —judíos, cristianos y musulmanes— que se enfrentan entre sí, lo están haciendo porque cada uno de los tres grupos cree que tiene el conocimiento verdadero de esa deidad única.
Los judíos inventaron la idea original y se quedaron esperando al salvador; los cristianos creen que la deidad les envió a su hijo y lo hizo morir por la humanidad, atormentado en una cruz por los romanos (en la época de Trump le hubiesen aplicado el Waterboard); los musulmanes creen que el enviado de la deidad fue el profeta salvador y que los que no creen eso, son infieles y, según su libro sagrado, es bueno matarlos.
En alguna época los cristianos hicieron lo mismo que hoy hacen los musulmanes: mataron a quienes no aceptaron su visión teísta.
Trump le apuesta a esas creencias, con la convicción de que como cristiano y poseedor de las más potentes armas de destrucción masiva, ya está probado que es parte del pueblo favorito de la deidad.
Pero, espera, un momento… ¿no México fue el escogido, el preferido, el predilecto de la Virgen de Guadalupe, madre de Jesús, el Cristo, inmaculadamente concebido? Entonces, ¿por qué Trump tiene bajo su poder el arma más poderosa lograda por la aplicación tecnológica de la ciencia en la historia de la especia humana?
Es un mundo sin sentido, claro; pero muchos tienen como explicación la mágica frase de que los caminos de la o las deidades solo ellos los entienden y ellos “saben por qué lo hacen”. No estoy de acuerdo con esa forma de ver las cosas, pues, a final de cuentas, explica nada.
Los humanos ya deberíamos haber invertido el uso de esos 90 a 100 mil millones de neuronas que tenemos en el cerebro para ver las cosas con mayor objetividad, dejarnos de fronteras estúpidas, de nacionalismos retrógradas, de creencias sin sustento de la ciencia con que contamos, que deberíamos aprender a respetar y apegarnos a su método.
En la medida en que no abramos la mente, todos, en masa, no dejaremos de ser, cuando estamos en masa, ciertamente bastante estúpidos. No es correcto que si les dejas a las masas una decisión, invariablemente la van a tomar equivocada. Son minorías, de verdad, 1 de cada 10,000 o más, los que rompen con los atavismos y las creencias falsas; los que de verdad mueven a la humanidad desde la estupidez hasta la visión de mente abierta.
Y a esas minorías, ciertamente Trump no pertenece.