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Antes de presentar los argumentos que me llevan a proponer el VOTO NULO como opción de “resistencia activa” al proceso de descomposición política que impera en México; antes de entrar a la parte propositiva quisiera revisar con las y los lectores dos experiencias que pueden ayudarnos a abrir la mente y a valorar el impacto político que pueden alcanzar las ACCIONES MORALES.
Considero conveniente recordar que la PRIMERA REFORMA ELECTORAL que se promovió en el México del PRI-gobierno, la que dio vida al sistema de partidos que hoy conocemos, se realizó en 1978. Este primer paso contra el dominio asfixiante del PRI fue la respuesta que el propio sistema autoritario se vio obligado a implementar ANTE LA ABSTENCIÓN DEL PAN, que no presentó candidato a la Presidencia en las elecciones de 1976.
Más allá de facilitarle las cosas al PRI y a su candidato, desde el punto de vista electoral, la actitud de NO MÁS ENGAÑOS que asumió el panismo (y que casi le cuesta su escisión) resultó definitiva para abrir el ostión del autoritarismo y de las simulaciones.
Quisiera recordar (y hago mío un razonamiento que le escuché al filósofo Luis Villoro) que los cambios más profundos que se han dado en la historia de la humanidad han empezado, casi siempre, con un “NO”, con una actitud de rechazo, anterior a cualquier alternativa de cambio. El “no” de Gandhi al autoritarismo y a la discriminación del dominio inglés, encuentra parangón, varios lustros después, en el “no” de Martin Luther King a la violencia silenciosa que entraña cualquier forma de racismo.
La anulación del voto no es abstención, es un VOTO EN CONTRA, en contra de todos y a favor de nadie. Ir a la casilla para tachar la boleta es rechazar el engaño, la corrupción que se ha vuelto inmanente al sistema de partidos que tenemos. Un sistema de partidos putrefacto, que es la negación de la competencia, de la legalidad, de la transparencia y del pluralismo que debiera cumplir cualquier modelo democrático electoral. El VOTO NULO es votar contra todo el sistema electoral, desde los funcionarios de casilla y representantes de los partidos, hasta el Consejo General del IFE, el TRIFE, las pseudos leyes que despojaron a los ciudadanos del poder para escoger “al mejor” y se lo entregaron a las televisoras, al dinero que disponen discrecionalmente los gobernadores o los grandes corporativos empresariales.
El VOTO NULO es una exigencia de legalidad, el imperativo categórico de una reforma “de a de veras”, en favor de la sociedad y de la ciudadanía. Sería una PRIMERA LLAMADA de lo que podría pasar en 2012, después del estercolero que vivimos en 2006, si los abusos y las aberraciones que estamos conociendo y reprobando en estas elecciones no se corrigen de fondo.
Para los que se ufanan de triunfos legales pero ilegítimos, a los que esgrimen el HAIGA SIDO COMO HAIGA SIDO, les vamos a lanzar un AHÍ SE LOS HAIGA con nuestros VOTOS NULOS.
Y más les vale que los cuenten todos y que los cuenten bien, si no quieren reeditar un movimiento por el VOTO POR VOTO, CASILLA POR CASILLA que, ahora sí, sea suficiente para enderezar las cosas en este país de simulaciones.