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Hoy, 5 de junio, es el día mundial del medio ambiente y se supone que lo propio es que uno escriba algo inteligente – difícil- e interesante – casi imposible- sobre el asunto. Cuando la Organización de las Naciones Unidas decrete que el 18 de abril es el día de las señoras con rulos habrá que publicar el 18 de abril sesudos y sentidos comentarios respecto de las señoras con rulos, diciendo, por ejemplo, que son encantadoras.
Bueno, supongo que en el caso de las señoras con rulos ya se le ocurrirá algo gracioso a Germán Dehesa.
Va de nuevo: Hoy es el día mundial del medio ambiente y confieso que fue el pesado de Al Gore quien me convenció, en principio, de que lo del calentamiento global era una patraña. Tuvieron que acudir en mi auxilio ecologistas serios, como Gabriel Quadri entre otros, quienes me rogaron que olvidara las descaradas mentiras del señor Gore y prestara atención a personas más serias e intelectualmente honestas que habían demostrado que sí existe una alteración en el clima causada por la acción de los seres humanos.
Acepté, pues, que sí hay alteraciones climáticas graves ocasionadas por los seres humanos. ¿Qué hacer?
Se han propuesto ingeniosos mecanismos de mercado – inducidos por los gobiernos- para mitigar y combatir esas alteraciones, como el llamado “cap and trade” – “topes y comercio” en traducción literal- que consiste en fijar topes cuantitativos a las emisiones de gases de efecto invernadero y cobrar muy caro en el mercado los permisos para poder emitir más CO2 del conveniente; de ahí el comercio, porque tales permisos tendrían que comprarse y serían tan caros que desalentarían a los contaminadores…, a menos que éstos logren trasladar los altos costos a los precios que paguen los consumidores.
Aquí surgen los problemas porque otras personas serias, como Martin Feldstein, profesor de economía en Harvard y presidente emérito del prestigiadísimo (exageré con el superlativo) National Bureau of Economic Research (NBER), dicen que el “cap and trade”, al menos como lo está proponiendo el Congreso de Estados Unidos (ley Waxman-Markey), ocasionará que salga más caro el caldo que las albóndigas (un alto costo sin ningún beneficio relevante), porque les costaría unos 1,600 dólares anuales a cada familia estadounidense y en el largo plazo (los próximos 20 años) sólo servirá para disminuir la emisión de gases de efecto invernadero en el planeta en menos de 4 por ciento.
Es un argumento seductor, pero tiene algunos puntos flacos que podemos discutir el lunes, ¿vale?
(En red informática - lunes 8 junio 2009)